miércoles, 21 de noviembre de 2012

EL FRACASO DE LAS IZQUIERDAS


 

 
La barbarie de la guerra. Sobrecoge las imágenes de niños sepultados entre los escombros de Gaza. Causa  horror  ver como unos  palestinos, supuestamente confidentes, son arrastrados por un vehículo en el que dos milicianos posan ufanos por la hazaña. Ambos acontecimientos introducen no pocas interrogantes sobre qué es lo que se entiende por justicia en aquellas tierras.
Dos modos de hacer la guerra a cual más brutal. La aséptica, la que se dirige desde un ordenador como si fuese un videojuego, donde un DRON no tripulado descarga bombas de modo  milimétrico. La otra nos retrotrae a lo atávico, a la Edad Media. Rememora los degüellos, las decapitaciones, el descuartizado o el toreo de republicanos en la arena de la plaza de toros de Badajoz. Brutalidad, horror. Marx se quedó corto. No, el  opio del pueblo no es tan solo  la religión, también lo es el nacionalismo.
El siglo XXI, igual que lo fue el XIX, será nuevamente, si no lo remediamos,  el siglo de los nacionalismos y la intransigencia. Los llamados a resolver ese problema, la izquierda, ha fracasado, y ha fracasado porque aquel llamamiento a la unidad de los parias o pobres de la tierra no ha tenido lugar, estos (los parias), vuelven su cara hacia el nacionalismo y localismo salvador tanto en Gaza como en Alemania, Finlandia, Holanda, Israel, Euskadi, España o Cataluña. Tomemos nota de la falta de acuerdo de esta pasada madrugada en el Eurogrupo sobre el caso griego para ver el importante auge que ha alcanzado los intereses nacionales cuando se habla de dinero y solidaridad.
Atribuyo a la izquierda, a su génesis como opción política, las grandes ideas. Las ideas inmutables, eternas, atemporales como la Justicia, la Igualdad, la Solidaridad, la Libertad, el Bien, y son esas ideas las que permanecen en el ser humano como un anhelo que desea ser cumplido. Ya sé que rememoro  algo tan pasado como Sócrates o Platón. Pero ese deseo es invocado, que no cumplido, por toda legislación, por todo orden político que tiene como centro al hombre. Luego, si eso es así, cabe preguntarse el por qué no triunfa estas ideas, por qué vienen siendo derrotadas cada vez más en nuestro mundo. Podemos volver nuevamente a la filosofía  o a la comedia romana. Plauto fue quien acuñó la frase de que “el hombre es un lobo para el hombre” Hobbes basándose en la experiencia dictaminó, casi mil setecientos años después, que efectivamente, “el hombre es un lobo para el hombre”  defendiendo algo que posteriormente sería aprovechado por los primeros economistas liberales: “El egoísmo es el motor del progreso”.
A pesar de todo, yo sigo pensando que, en términos muy mayoritarios, los anhelos del hombre se corresponden más con lo que decía Sócrates y Platón sobre la naturaleza de los hombres  que lo dicho por Hobbes, aunque pudiera decirse, por la experiencia, lo contrario. Existe una tensión, una dialéctica entre lo uno y lo otro.
En esa batalla, cobra una gran importancia el papel del maestro (el político de izquierda) en la difusión de esos  grandes valores. La ejemplaridad es la clave. Estos valores que están en la base del pensamiento de izquierda no sufren las crisis, porque es lo que el ser humano siempre ha deseado para sí y para los otros. Lo que está en crisis son los instrumentos (partidos) y sus agentes (políticos). No hay por lo tanto una crisis de la izquierda, no hay un fracaso de sus ideas y valores, la gente pide algo tan sencillo como coherencia y la correspondencia entre la praxis política y lo que permanece en los escritos. Esto es lo que hay que resolver de modo adecuado. En este sentido, cabe interpretar la falta de sintonía de muchos de los colectivos que pueblan las calles de este país con las izquierdas partidarias. Aunque no se reclamen estrictamente como izquierda (tal vez para huir de la desconsideración que este término ha acumulado en los últimos tiempos) si propician y reclaman sus valores.  Es ahí donde se encuentra la regeneración y revitalización de los movimientos que desde Espartaco hasta nuestros días han vuelto sus ojos hacia los pobres y marginados. Se articularan, ya verán ustedes como se organizaran  tomando visibilidad opcional ante la ciudadanía y entonces tan solo quedará el elegir. Así ha sido a lo largo de la historia y así lo seguirá siendo.
 

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domingo, 18 de noviembre de 2012

Hacer política en estos tiempos.



Rajoy, que ha afrontado dos huelgas generales en un año, preguntado esta semana en el diario argentino La Nación si le preocupa “tener cada vez más violencia en las calles”, contestaba: “No es la mejor de las situaciones, y me preocupa, ¿cómo no me va a preocupar?”. Por eso, fuentes del Gobierno admiten la necesidad de cambiar el ritmo para estudiar medidas paliativas, como la de los desahucios, para hacer frente a esa exclusión social. La dificultad, admiten, es la falta de recursos públicos, especialmente en comunidades y ayuntamientos… En el PSOE la preocupación es mayor y en breve pondrá en marcha la campaña denominada #rescatealaspersonas, que busca convertir a sus militantes y sus sedes en agentes de acción social. Es decir, que funcionen como las antiguas Casas del Pueblo, fomentando el voluntariado en los afiliados, para que en su tiempo libre colaboren con los desfavorecidos. La dirección del PSOE explica que las circunstancias obligan a dejar de lado la política estricta para afrontar la explosión social”
 
Tomo prestado este discurso de Fernando Garea en El País de hoy domingo para señalar lo que a mi parecer son los fundamentos sobre las que basculará la acción (práctica) política en los próximos tiempos.
 
De un lado, la conflictividad social, cruda, que busca la colisión en las calles con las fuerzas del estado, como despertador de conciencias. Todos estamos contra la violencia, incluso hay un grupo por Facebook de gente de izquierda que publican habitualmente sueltos sobre este asunto. Pero ha sido la violencia, ejercida sobre uno mismo como son los lamentables casos de suicidios o es la violencia en las calles de los grupos antisistemas los que lejos de “destruir el auténtico espíritu de una protesta pacífica” ha puesto esta protesta en un primer plano internacional, lo que lleva a preguntarse a los poderosos, a los que mandan, a los que juegan al ajedrez con el destino de los pueblos, si no sería hora de aflojar un tanto la presión.
 
Por eso, ante la hipocresía de muchos y el pavor de otros que temen que ese viento surgido en las calles acabe también con ellos, deberíamos de convenir que posiblemente no sean los tambores y los zancos en las manifestaciones los que ayuden a resolver el gran problema que tenemos. La violencia en los tiempos que corren viene a ser ejercida de muchas otras formas y no siempre coincide en la pedrada contra un escaparate. Violencia es también expulsar a las gentes de sus casas, seis millones de parados, amenazas diarias contra el empleado, cobrar a indigentes por sus medicinas etc.
 
Convivimos con esta violencia de guante blanco y buenas palabras de modo continuo y algunos la justifican diciendo que es el parlamento el que lo ha decidido, como si eso fuese ya el nihil obstat bajo cuyo paraguas las peores aberraciones se visten de legitimidad.
 
Lo segundo, lo del #rescatepersonas. Hace poco les comentaba a dos amigos del Facebook, Javier Valenzuela periodista despedido recientemente de El País y a una amiga, miembro de la ejecutiva del PSOE de Gijón, este asunto. Con el primero hablaba del mérito de los partidos islamistas en los países musulmanes que no es el que mucha gente cree, el basado en la intransigencia religiosa. No es eso, la fuerza de estos partidos surge de la red social creada en sus países; dan subsidios de subsistencia, escolarizan, ofrecen sanidad etc. Les provee de Estado, algo que no suelen hacer sus propios estados. De ahí surge su fuerza arrolladora.
 

A Blanca Esther (la amiga de Gijón) le comentaba la oportunidad de una buena iniciativa de las Juventudes Socialistas de Gijón que había articulado un sistema de prestación de libros escolares para proporcionárselos a las familias necesitadas. Recuperar las Casas del Pueblo y las sedes de los partidos de izquierda para ayudar a sostener nuestro entramado social es una imperiosa necesidad. Recobrar esa labor es esencial para el futuro político de la izquierda aparte de ser una obligación moral.
 
Otra cosa es si existe el espíritu demandado en sus dirigentes y afiliados, acostumbrados, durante largos período de tiempo, a funcionar de modo muy distinto. Exigiría permeabilidad y colaboración con unos colectivos que desean ser tratados como iguales y no dirigidos, demandaría a su vez remangarse los pantalones y pisar barro. Sinceramente no creo que estén preparados para ello pero eso, es ya otra cuestión.

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jueves, 15 de noviembre de 2012

EL MIEDO (Repensando a Toni Negri)


 

Más allá de lo vivido hoy, sin reparar en si la huelga general ha sido un éxito o no - en qué consiste el éxito en una convocatoria de huelga general podríamos preguntarnos - conviene reflexionar intensamente sobre los métodos de lucha que venimos empleando para la defensa de los intereses de, como se dice ahora, las capas más débiles de nuestra sociedad. El carácter mítico que tradicionalmente han tenido las huelgas generales hace que se la considere poco más o menos como un acto definitorio del que cabe concluir el todo o la nada.
Cierto, las huelgas generales derrocaron gobiernos y sistemas en el pasado, pero fue en el pasado. Hoy, y tan solo en los países menos desarrollados,  suelen servir para eso, pero en las sociedades avanzadas la cosa no esta tan clara. La huelga general viene a ser como la puesta en escena de un descontento generalizado y que se vale del paro masivo para llamar la atención sobre una serie de problemas. Los sindicatos han de replantearse el uso masivo de este tipo de lucha, porque estas huelgas han devenido en ser una especie de acto institucional, llevado a cabo por los sindicatos, que la población trabajadora, sustento básico de este tipo de convocatoria, vienen a percibir como poco productiva en función de los objetivos que se quieren conseguir. No hablo de las manifestaciones con ocasión de una huelga general sino de la propia huelga.
Al final, como en tantas otras cosas de la vida en las que nos jugamos decisiones trascendentes  la cuestión reside en la contraposición de miedos.  El miedo surge cuando hay dudas sobre la seguridad a la que todo animal, incluido los humanos, aspira. En una huelga, en una lucha social, dos miedos entra en escena; Los privilegiados tienen miedo de sufrir un retroceso en sus condiciones de vida, mejor, en sus privilegios y posición dominante. Del otro, y en el caso de una huelga general, acto extremo, se tiene miedo a perder recursos y perder el empleo. Tendríamos que preguntarnos si nuestros antagonistas sienten temor ante una convocatoria de huelga, estrictamente huelga, como la que hemos tenido. Yo no creo que sientan miedo ante una huelga general, tienen, como suele decirse, la sartén por el mango. Los empresarios y las clases privilegiadas acumulan hoy muchas más armas que hace treinta años. La puntilla a lo viejo la ha dado una reforma laboral que hace esclavos al conjunto de los trabajadores a cambio de un muy limitado salario.
Vistas así las cosas, habrá que repensar las posibilidades de lucha existentes. La segunda mitad del siglo veinte se caracterizó por un gran pacto social impulsado, en esa ocasión, por los cristianos demócratas. Había miedo, existía el temor de la propagación de las ideas revolucionarias imperantes en el este europeo. En ese miedo de las elites dirigentes cobró forma el estado social. La quiebra escalonada de la sociedad del bienestar en los últimos treinta años, desde la caída del muro, ha alcanzado su máxima expresión con la crisis económica provocada y las consiguientes medidas de austeridad.
Mucho me temo que con la crisis no solo ha desaparecido la sociedad del bienestar como concepto  sino que también ha desaparecido, por el momento, las masas trabajadoras como  único ariete de lucha y cambio aunque siga vigente su función como agente de protesta unidos a otros colectivos. La precariedad maniata a los trabajadores que a la hora de movilizarse en torno a la huelga general sopesan su situación. Casi seis millones de parados constituye un formidable ejército de recambio cuando existen represalias y estas, desgraciadamente, existen.  No podemos proyectar sobre este colectivo (los trabajadores precarios y de pequeñas empresas) la responsabilidad de que una movilización sea exitosa o no. Volvemos con todas sus consecuencias, en cuanto a la dialéctica de clases, al principio del Siglo XX, así lo avalan las condiciones objetivas,  entre las que sobresalen, los desequilibrios a favor de las élites, la proletarización de las clases medias y las nuevas situaciones de dominio.
 
El  nuevo marco plantea no pocos interrogantes que habrán de resolverse. Entre ellas, el papel seguido por los partidos socialdemócratas y la revisión de una trayectoria  en las que han sido factor coadyuvante en la implantación del liberalismo más descarnado , la conversión de los sindicatos en plataformas que también defiendan a los no asalariados, la articulación de los colectivos que luchan por una sociedad más justa (Lo que Toni Negri denomina la multitud de los pobres) y por último, la función de las vanguardias y su responsabilidad en restablecer el equilibrio en lo que he denominado el marco del miedo. Un nuevo tiempo se cierne sobre nosotros. Sin respeto – solo el miedo puede restituirlo - la negociación es imposible y la primera tarea será recobrar, sin falsos diálogos, ese respeto, ese reconocimiento por parte de las elites del otro (nosotros). Sólo así nos valdría  el imperante marco democrático liberal que las clases dominantes vienen quebrando desde la caída del primer bloque del Muro de Berlín.
 
"Los hombres luchan y pierden la batalla, y aquello por lo que peleaban llega, pese a

su derrota, y luego ya no parece ser lo que creían, y otros hombres deben luchar por

lo que creen, bajo otro nombre."

WilliamMorris
(Prefacio de Imperio de Toni Negri y Michael Hardt. Edición de Harvard University Press)
 

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martes, 13 de noviembre de 2012

La huelga


Iré a la huelga aunque para mí, he de confesarlo, no supone coste alguno. Estoy jubilado y como en otras ocasiones me levantaré temprano para ir a los piquetes, allí NO me encontraré con muchos de los dirigentes de los sindicatos mayoritarios a los que conozco desde hace tiempo y a pesar de eso, iré a la huelga. Iré a la huelga por dignidad, tan solo por eso, aunque no creo en este proceso de institucionalización de huelgas generales light, totalmente inofensiva que concluye, en muchos casos, con el consabido aplauso dedicado a los que en ese día no han querido pegarnos. Iría a la huelga aunque fuera el único español que acudiera a la huelga. No precisaría mucho más, no necesitaría que fuese más gente, tengo mis razones para ir y por eso voy a una jornada de lucha (es lo que espero). Y sin embargo,  me sobraría más de uno que dice que acudirá a la huelga. Sé que hay que sumar, pero por algunas incorporaciones me siento agredido. No olvido, y no es rencor. Pertenece este pensamiento mío al orden de la busqueda de la objetividad, lo que Platón denominaba Virtud, Bien, Verdad. Para mí, no todo es relativo.  No olvido el por qué estamos como estamos y quienes manejaron por vez primera el machete para desbrozar el Estado del Bienestar en este país. Puedo elegir, y voy a elegir dónde colocarme en la manifestación vespertina.  No iré con mis compañeros del sindicato, bajo esa bandera se situaran a quienes considero impresentables que solo se acuerdan del sindicato en  tiempo de elecciones o cuando puedan utilizarlo para desgastar al adversario político.  Esta vez iré con aquellos que en múltiples plataformas laboran por cambiar realmente las cosas. Quiero dormir tranquilo por la noche y para eso necesito que mi estómago no se revuelva. Me repugna ver a algunos causantes de nuestra desgracia denunciar oportunísticamente en ese día el “actual estado de las cosas”. Iré a la huelga, en el lugar en el que no vea a los políticos que dicen que hacen huelga. Iré a la manifestación, pero procuraré ponerme lejos de ellos, bastantes malos tragos nos llevamos en el día a día para que ese día me lo amargue  quienes solo descubren la utilidad y la conveniencia de las huelgas generales cuando están en la oposición.  Pese a todo iré a la huelga, iré con ánimo de lucha, y estaré hombro con hombro con los que sufren, solo con los que sufren, todo es por ellos. Es lo que pienso, lo digo porque el silencio solo vale para que lo que no deseamos vuelva a ocurrir.

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domingo, 11 de noviembre de 2012

Diógenes en los desahucios


Me encuentro empeñado en una batalla que es, como todas las que emprendo, un ejercicio que podría considerarse fútil. Un empeño gratuito que solo produce el desahogo, la satisfacción momentánea de largar al éter o  la red lo que inquieta.
Escribí hasta la saciedad sobre aquello que me parecía una aberración, me hice famoso por ello, desde luego en un entorno reducidísimo, en el de un puñadito de lectores y después, quise echar la persiana. El bellaco, los bellacos, yo los consideraba así, perdieron con todas las de la ley y merecimientos.
Luego me senté a ver pasar la vida y entre tanto seguía escribiendo en otro espacio. Frases cortas (para mí) que aliviaban mis inquietudes. Ahí observé lo mismo, era también un ámbito en el que se libraba la batalla de la apropiación de las conciencias  y llegué a una conclusión: El problema no estaba en donde yo creía. Eso solo era la emanación, habría que decir mejor la excrecencia, la parte visible de un magma profundo que en su discurrir de ambiciones, necesidades e insidias generaban ese sólido que tomaba el nombre de este o aquel. El problema (para mí) venía a residír en ese conglomerado que daba sostén a todo el edificio. Me ví abocado a una segunda conclusión: No hay posibilidad de cambio alguno. La prueba del nueve me la reportó el cómo algunos de los antiguos críticos se convirtieron a la nueva causa (aún no le han puesto nombre) en la medida que el poder, muy disminuido, llamaba a sus puertas o, simplemente, la luz de la ambición personal encontraba un cierto acogimiento un poco más allá de lo que en un principio imaginaron.  

Ayer me ocurrió una cosa; A alguien muy bragada en la defensa de su colectivo le puse un recordatorio gráfico, media se dice ahora, de cómo hace tan solo un año se decía auténticas barbaridades desde la izquierda gobernante sobre la dación en pago y los desahucios. Me recriminó, en un mensaje privado, el que yo diese publicidad a ese “asunto” que debería de solucionar “internamente” y “sin sacarlo fuera” para no dar pábulo a la derecha. La omertá como seña de identidad, la censura (borró el comentario en su muro), una vez más. Me ví de vuelta a un mundo que creí que había dejado de existir. ¡Todavía funcionan así! De nada sirvió el que le dijera que yo no formo parte ya de ese “interno”…
Me cae genial este tipo del candil que he sacado varias veces aquí. Ese Diógenes el Cínico cuyo único deseo era que el gran Alejandro se apartara para que los rayos de sol le calentara. El mismo que con un candil en mano recorría las calles de Atenas buscando a un hombre. Hoy ese Diógenes  está en esos colectivos que pueblan  las calles de España. Son el Stop Desahucios, las plataformas por la sanidad, por la educación etc. Surgidas de la indignación, luchan contra la institucionalización de nuestra sociedad, sus corsés y su maniqueísmo interesado. Sólo de ellos podrá venir el cambio y solo son ellos los que están obligando, con su presencia en la calle e iniciativas, a cambiar a una izquierda a la que solo mantiene las ambiciones personales de quienes encuentra acomodo en ella. Sigo de negro, es un color muy adecuado para el momento, al menos, hasta que ese rosa descolorido se torne nuevamente en rojo.

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miércoles, 25 de julio de 2012

Me voy a Bolonia




No piensen que me voy a la Bolonia italiana, a la cuna del Derecho me voy a la otra Bolonia, a la que tengo a unos kilómetros de dónde ahora me encuentro, a Baelo Claudia a las ruinas de una ciudad romana en la costa de Cádiz, que me ha servido de terapia en otros tiempos.
Hace unos años, tres parejas amigas dimos, a nosotros nos pareció así, un espectáculo. Nos disfrazamos en plena playa de antiguos romanos y cruzamos la linde con el recinto arqueológico vestidos de tal guisa. Padres y niños armados de togas, túnicas y espadas accedimos al viejo teatro y recitamos, como actores ocasionales, a Kavafis y no recuerdo a quien más. Algún que otro viejo hippie, de los que venden abalorios en la playa, quiso unirse al cortejo. y para nuestra sorpresa los turistas creyendo que era algo montado por la adminsitración del conjunto hasta nos aplaudieron.
Los Álvarez, me gusta decir esto, como si fuésemos una saga conocida, pero la verdad es que no nos conoce ni Dios, solemos acabar en la vida desbarrando y saltándanos lo que habitualmente se conoce como conformismo social,  corrección política y demás varillas o ballenas que nos agrupa en eso que suele llamarse ciudadanos ejemplares.
Mi padre, que nació en 1920, era por 1932 aprendiz de panadero y tuvo un carnet de la CNT que conservó durante algún tiempo. No fue revolucionario, se hizo después, mucho después, pero en todos los órdenes de la vida. Siempre tuvo un componente ácrata. Con dieciséis años cumplidos, las huestes de Queipo de Llano entraron en su pueblo, Isla Cristina, y con apenas dieciocho, le pusieron un traje de infantería y le mandaron al frente de Pozoblanco. Tocaba la corneta y en esa estuvo hasta que unos meses después terminó la guerra. Siguió, cumpliendo el “servicio militar” unos cinco años más, vestido esta vez de infante de marina muy cerca de aquí, de donde me encuentro ahora, en el Castillo de Sancti Petri. Sus tíos lo pasaron peor; uno fue asesinado y otros dos tuvieron que salir corriendo, vía Portugal hacia Méjico.
Que por qué les cuento esto, pues la verdad, no lo sé. Tenía que ver con que nosotros los de la familia – mi abuelo Miguel, mi tío Miguel, mi tío Juan, mi padre Paco, y yo a mis sesenta -  solemos sacar al final, en su vertiente más ácida, nuestra querencia por la libertad individual, la no sujeción al rebaño y el levantar de una sonora patada el cuadro, la fila de tres militar, a la que se nos quiere, como ciudadanos, reducir.
Supongo que esto viene a cuento del estado de malestar  general que me aqueja. Vamos al médico a curarnos de una cosa y nos endilgan tal batería de medicamentos que uno no tiene más remedio que hacer inventario de cuantas cosas le han arreglado y cuantas le han desarreglado definitivamente. Manuel Vicent decía recientemente, que de joven uno es arrastrado por la pasión,   lo único que quiere es poseer. De maduro hacía acompañar ese deseo de posesión por un irrefrenable gusto por la belleza, y de dar la nota e impresionar en los demás, el poder o algo así, no recuerdo, y que cuando se llegaba a viejo solo quería una cosa, poder mear. Pues eso, al llegar a determinadas edades, cuando el deseo de ser algo, en lo que sea, se ha apagado, la verdad de cuanto te rodea se aparece en su más pura expresión y los cuentos, pasan a ser eso, cuentos.
La otra mala leche me viene de un suelto de un blog, este, que ha amargado mi noche de imsonio. El Estado ha repartido a los partidos políticos el segundo trimestre de sus subvenciones. No tengo de qué quejarme. La crisis económica, por ahora, nos ha respetado, a mí y a mi familia. El dos de Julio pagué religiosamente una parte de IRPF, la cosa venía porque dispuse de una cantidad del Plan de Pensiones de Empleo de mi empresa; lo que te desgravas antes, siempre lo pagas después. Eso nos pasa a los pardillos. Nada de lo que me dijeron era cierto, te detraen salario, te hacen un cuadro sobre beneficios hipotéticos y al final acabas palmando. Pagué y me consolé en la creencia de que ese excedente aliviaría una paga de inserción, una mensualidad de dependencia o las medicinas de cualquier pobre viejo. Nada de eso, ese dinero ha ido íntegramente a pagar a una gente que percibe salario, vaya salario, por su función, que recaudan para el grupo político en el ayuntamiento, para el mismo en la Diputación, en los Parlamentos Autonómicos, en las Cortes Generales, en las Cajas de Ahorros etc. La cosa podría haberse quedado ahí, yo habría agachado la cabeza y me cantaría el mismo comeorejas que circula por ahí y que dice “la democracia es cara… pero es mejor que la dictadura” Hasta aquí de acuerdo, pero no me da la gana de quedarme ahí. No porque de la devolución del IRPF de mi mujer nada se sabe a estas alturas mientras ellos, los partidos, han recibido puntualmente su subvención. Sí, la democracia es cara para algunos más que para otros. Me revienta que de mi dinero se pague el salario partidario de Cospedal, Valenciano o cualquier administrativo de Izquierda Unida y Bildu, que se lo paguen sus compañeros o que se conformen, algunos, con lo bastante que ya cobran.
Andan preocupados los socialistas porque la gente les sigue tratando mal y suelen ir por las manifestaciones diciendo eso de “PSOE, PP la misma…” y creen que eso es injusto. No voy a entrar en el asunto. Los socialistas deberían de ver más a menudo lo que piensan los ciudadanos en todas las encuestas. Los ciudadanos, que no son tontos, no caen en la propaganda de lo que han definido como “campaña de la derecha en contra de los partidos políticos” No, porque la derecha se beneficia como nadie de este sistema. Eso lo deberían de saber, si fueran algo más competentes, los propios socialistas. La gente está, permítanme la expresión, hasta los mismísimos cojones de la pandilla de sanguijuelas que dominan el cotarro español una pandilla en la que entran empresarios, clérigos, políticos, periodistas de corte, y… también, algunos sindicalistas encastrados en instalaches territoriales o federativos. Hasta ahí y un poco más. Eso no es cosa de la derecha, eso es cosa de tener ojos en la cara. Simplemente eso.
Siguiendo la estela de mi casta familiar, me voy un poco más allá. De guardian de la ortodoxia, a contestario, de ahí a socialista crítico o cítrico, como quieran. De lo social-ácrata, último puerto en el que he recalado a la pura anarquía libertaria. “Soy rebelde porque el mundo me ha hecho así…” cantaba la ñoña Jeannete hace muchísimos años… Que no me cuenten milongas, que no te cuenten milongas, la democracia puede ser cara pero lo que tenemos no es eso, esto ha acabado en ser en una pura depredación.
Me voy a Bolonia, me voy a pensar sobre Marco Aurelio y Porfirio, cara y cruz del cruce de caminos que es la vida. Disculpen lo aturrullado de la expresión y del escrito. Me voy pensando en Septiembre, en la toma de Madrid, en la toma del Congreso de los Diputados, me voy pensando en una policía cómplice, como los bomberos, unida al sentimiento del pueblo. Que llamen, que tengan que llamar a la División Acorazada Brunete para que defienda la Carrera de San Jerónimo y aledaños, seguro que lo harían, y que salga el sol por Antequera.  Me voy pensando en la realización personal que ahora consiste en estar a gusto con tu cuerpo, con tu conciencia ¿Habrán descubierto ya Paul Davies y Daniel Dennet el origen de la conciencia? No he leído nada nuevo sobre eso. Ya veremos, la mutación el cambio avanza inexorablemente y los que conducen el autobús y los que lo empujan parecen no haberse enterado aún. Que tengan un buen día, una buena semana y un buen mes. Me voy a Bolonia.

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viernes, 6 de julio de 2012

¡Vivan las cadenas!


Uno es, en parte, lo que lee. Vivimos asombrados por el estruendo que produce la caída de todo el castillo de naipes forjado en los últimos años.  Los sueños caen y lo hacen con estrépito y todo sigue, en ese desplome,  un orden no deseado, porque lo primero que se rompe es siempre el eslabón más débil.

Una manera de vida se precipita al vacío, empujada con saña por los poderes de siempre. Europa ha de ser competitiva y la división del trabajo por zonas se implanta con una brutalidad desmesurada. Al Sur le toca ser centro de relajo y diversión, mano de obra barata o casa de putas y juego ( Sheldon Adelson) mientras que en el Centro y Norte se encargaran del know-how, los servicios financieros y lo que queda de la industria. Conocido el diseño, los políticos sistémicos se afanan en cumplir el propósito. Dice Elena Valenciano de Tomás Gómez: Refugiarse en la cueva del izquierdismo militante no es la opción...Hay que competir con China y Corea y eso significa un empobrecimiento de la población. Habrá un nuevo mercado para los Mercedes, los BMW, Audi y demás. Saldrá de las nuevas clases emergentes en Brasil, Méjico, Corea y China. Aquí no pasa nada.
Todo esto exige una demolición controlada de todo el edificio institucional algo que está en marcha y de la que solo se escapa - no compraron o dieron instrucciones a los árbitros - la selección española de fútbol que dota a este pueblo de una piedra, de algo firme para creerse aún algo. Todo esto me sugería la lectura del artículo de Xavier Sala i Martin en el que narra de modo muy oportuno, a mi juicio, las fases de ese proceso de demolición.
En esa pereza extrema en la que me encuentro, me está dando por pensar en la soberanía. En qué consiste, cual es el grado de soberanía de la que disponemos y del cómo hemos podido llegar hasta aquí. No leímos a su tiempo la letra pequeña del contrato de nuestra vinculación europea. No la leímos o no nos la contaron. Los socialistas abrazamos la idea europea como nuestra tabla de salvación sin saber que eso no se podía hacer así porque así, sino que imponía a su vez unas obligaciones  que no quisimos seguir.
He llegado a la conclusión que el principal mal que afecta a este país es su clase política y dirigente. Supongo que esto no gustará en nada a los pocos lectores que me quedan tras tanto tiempo inactivo ya que, la mayoría son políticos en activos o aspirantes a ser políticos, pero dada la situación en la que nos encontramos, contemplo la posibilidad de perder la soberanía o el ser una colonia, como nuestra única tabla de salvación. Este pueblo necesita que le quiten, que pongan orden en el seno de la clase dirigente; Corona, cúpula empresarial, Judicatura y políticos. No una troika, sino una legión de troikeros que limpie esta mierda en la que nos encontramos. Luego ya veremos.
En mi pueblo había un dicho: “Dame pan y llámame tonto”. Este pueblo lo único que quiere y aspira ya es a tener pan y techo bajo el que dormir. Una mínima garantía de futuro. Si democracia es igual a política y esta a su vez es igual a políticos en la percepción del pueblo llano no es de extrañar que la gente vuelva la cara asqueada cada vez que escucha florituras sobre democracia, política y políticos… Tiempo propicio si el capital estuviese interesado en ello, que no lo está, porque ya no puebla este país la gente bragada que lo hacía antaño, para que algunos generales afilaran sus sables en las salas de oficiales. Tranquilos no hará falta, el pueblo ya está amordazado.

Ilustración: Zarzuela satírica de costumbres políticas en tres actos, dividida en ocho cuadros, de José Rogel y Enrique Pérez Escrich (1879) que toma como referencia el grito absolutista de "Vivan las cadenas" en la que se ve la carroza real tirada por el pueblo una vez que fueron desenganchados los caballos de la misma para escenificar con mayor gloria el poder absoluto.

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