martes, 14 de diciembre de 2010

Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia




Del gusto que tienen algunos antiguos socialdemocratas por lo militar y el órden en los momentos en que entran en franca descomposición. Con ocasión de la prórroga del Estado de Alarma Preventivo y lamentando que un grupo elitista haya dado una coartada tan útil a quienes tienen tanto miedo.


Fiedrich Ebert el oportunista (Extraído íntegramente de la Wikipedia)

Nacido en Heidelberg el 4 de febrero de 1871. Tras aprender el oficio de guarnicionero, se unió a los socialistas a los 18 años. Establecido en Bremen desde 1891, pronto ocupó puestos de responsabilidad local en el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Ya en el siglo XX dio el salto a la política nacional, al ingresar en el Comité del Partido (1905) y ser elegido diputado (1912). Su habilidad como mediador entre las alas derecha e izquierda del SPD le llevaron a formar parte de la Ejecutiva desde 1913 y a ejercer como portavoz parlamentario desde 1916. Desde dichos puestos defendió (sólo verbalmente) la postura pacifista del SPD contra la Primera Guerra Mundial (1914-18) y contra las posibles anexiones territoriales alemanas. Sin embargo, el SPD acabó apoyando -realmente- la participación en la guerra al votar a favor de sus empréstitos. Esta postura fue entendida por el ala izquierda del partido como una traición al pueblo y un gesto de tendencia claramente del lado de la reacción, lo cual provocó una escisión en el partido similar a la de los bolcheviques.

Al ser derrotado el Imperio alemán en 1918, Ebert encabezó un gobierno provisional, que fue el que firmó el Tratado de Versalles (1919). Posteriormente la derecha alemana le culparía de haber aceptado aquel tratado, que contenía cláusulas humillantes para el país.

Mientras preparaba las elecciones para reunir unas cortes constituyentes, hubo de hacer frente a las amenazas armadas procedentes tanto de la extrema izquierda como de la extrema derecha, para lo cual llegó a un acuerdo con el ejército (el «pacto Ebert-Groener») que le permitió reprimir de forma sangrienta la revolución de 1918-19. La Asamblea Nacional reunida en Weimar le eligió presidente de la República, cargo en el que fue confirmado tras aprobarse la primera Constitución republicana (1919).

Ejerció el cargo hasta su muerte, ocurrida el 28 de febrero de 1925, tratando de consolidar el régimen democrático mediante alianzas con las fuerzas moderadas del Parlamento. Quizá por eso mismo fue blanco de los ataques de la prensa reaccionaria, llegando a ser acusado de alta traición ante los tribunales (1924). En realidad, la socialdemocracia alemana, en este período, cumplió un papel mientras la clase dominante alemana tuvo que contener de muchas maneras al movimiento revolucionario. Una vez reprimido éste (por la fuerza de las armas), la gran burguesía alemana se unificó en un proyecto expansionista (de naturaleza bélica como la historia contó después) y el SPD dejó de tener capacidad de reacción y representación. Privada de las ayudas financieras de los grandes capitales y del apoyo popular (fruto de su propia política antipopular), la socialdemocracia alemana se desvaneció del escenario político.


¡El orden reina en Berlín! ¡El orden reina en Varsovia! como antes el orden reinaba en Paris y Londres (Rosa Luxemburgo en la víspera de ser asesinada)

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