domingo, 26 de abril de 2009

Cuaderno de Bitácora

En mi pueblo han erigido una cruz

Tiempo de congresos







En mi pueblo han erigido una cruz






Vivo en un pueblo de la Armuña, comarca de la provincia de Salamanca, muy cerca de la capital. Es uno de los tantos pueblos dormitorios que hoy en día rodean a cualquier capital.

Armuña deriva de la palabra árabe Al-Munya o huerta. En realidad no sé bien de donde sale que esta comarca fuese alguna vez una huerta, es en cambio una inmensa llanura con temperaturas extremas que abarca hasta el río Güareña por el norte, casí en el límite con la provincia de Valladolid y muy bien entrada la de Zamora. Un terreno pobre cuya única y exclusiva dedicación es el cereal y algunas gramíneas.


En el mismo pueblo se encuentra una elevación natural, única altura en la comarca de no más allá de 25 metros de altura, desde el cual la vista se pierde en las estribaciones de la sierra de Béjar al sur y el plano elevado de Alaejos al norte.

Hoy camino de casa, como tantas otras veces, mi vista ha dado en parar en el montecillo coronado por una pequeña ermita sin un gran valor arquitectónico y de una antigüedad indeterminada.

Me ha sorprendido ver una cruz de piedra en la cima del montecillo. No recuerdo haberla visto antes. Me dicen que si, que la cruz lleva más de dos años y reafirman la hizo el anterior alcalde socialista cuando se remodeló el entorno de la ermita. Nunca entendí ese afán de algunos ediles de la izquierda de congraciarse con aquellos que diariamente nos atacan desde los púlpitos. Este alcalde llegó a más nomino a una de las plazas mas coquetas del pueblo con el nombre del anterior cura. Esperamos que los actuales pongan el nombre de una calle al herrero, al boticario, al albañil de toda la vida etc

La cruz se encuentra en terreno municipal, no es algo heredado de nuestros mayores. Obvio decir que junto a mi casa se encuentra otra en la entrada del pueblo, esta sí, desde tiempos inmemoriales.

Vaya por delante mi respeto a las creencias particulares de cada cual. Vaya por delante mi respeto a la religión cristiana que tantos seguidores tiene en España, yo mismo tengo un hijo en un colegio católico que es profundamente respetuoso con la libertad de sus alumnos y los padres, un colegio abierto que predica y practica los fundamentos derivados del Concilio Vaticano II y lo tengo porque creo en la educación que imparte y me consta su gran calidad pero desde mi posición claramente laica considero que no es función de un ayuntamiento el erigir este tipo de monumentos confesionales, sea la media luna, la estrella de David o el compás masónico.

La neutralidad de los poderes públicos en cuanto a las confesiones religiosas que puedan profesar los ciudadanos debe de ser escrupulosa. No se entiende esto como no se entiende la Legión desfilando en una procesión de semana santa dando escolta con armas a un Cristo, o la Guardia Civil asistiendo a misa en el 12 de Octubre, fiesta del Pilar.

Este comportamiento de los poderes públicos son los que hacen posible que señores como el obispo auxiliar de Madrid y secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Martínez Camino, se entrometa a diario, y encima se sienta legitimado para ello, con la política que se hace desde el Gobierno llegando a decir barbaridades como la de que España se encamina hacia una dictadura o comete crímenes y todo ello por los tímidos avances que el gobierno intenta hacer hacia la laicidad del Estado

La religión pertenece a la esfera privada y en ella se debe de mantener, cualquier movimiento en sentido contrario es caminar hacia una involución la misma que supuso el estado confesional.



Tiempo de congresos



La UGT de Castilla y León ha celebrado en estos días su congreso en el que se ha aprobado un programa de acción y se ha a elegido una dirección para los próximos cuatro años.


Los congresos de las organizaciones políticas y sindicales vienen a ser últimamente una especie de actos sociales, nada se resuelve en ellos que previamente no haya sido pactado entre las tres o cuatro personas que realmente tienen el poder. Eso ocurre en la UGT, en el PSOE, en el PP y creo que en menor medida, en virtud de sus estatutos, en CCOO. Los delegados acuden durante tres días a saludar a compañeros que hace tiempo que no ven, saben que no pueden decidir de motu propio nada y solo les queda una última opción si lo que allí se ha tratado, o las personas que se han presentado para la dirección no son de su agrado en la lista cerrada y bloqueada que para la ocasión se somete en votación individual y secreta; Abstenerse.

Dentro de este proceder no es de extrañar que el inmovilismo sea una seña de identidad en las organizaciones políticas y sindicales, solo se cambia cuando un dirigente decide marcharse al cabo de tres o cuatro mandatos, bien porque se ha aburrido y se encuentra cansado, por haber encontrado una ocupación mejor, generalmente en el campo político o empresarial o puede que, en algunos casos, acabe siendo inducido discretamente por instancias superiores a abandonar el cargo. Casi nunca las políticas erróneas seguidas o la confrontación interna entre proyectos y personas llegan a ser causa general en la sustitución de los dirigentes en ciertos niveles.

Este inmovilismo se disfraza la mayoría de las veces de sentido de responsabilidad, estabilidad y madurez. En consecuencia, según esta lectura una organización madura es una organización que no debate, que se deja arrastrar por un presidencialismo abusivo con la libertad de expresión y en la adopción de decisiones, que rechaza la sana confrontación y por supuesto, también, en la conformación de direcciones alternativas.

Bajo esta óptica poco queda de hacer. La única actitud de rebeldía contra este estado de cosas se plasma en la emisión de un voto de protesta. El más “sano”, el que menos daño hace al que lo formula, el que menos compromete en la firma de avales, es la abstención.

En el reciente congreso de la UGT de Castilla y León se han observado gestos significativos. Una gestión personalista, negadora del trabajo en equipo, una Comisión Ejecutiva en la que sus miembros han sido las más de las veces ninguneados por la acción de su secretario general y que se ha caracterizado por un seguidismo escandoloso de las propuestas del sindicato competidor obtuvo la aprobación del 78%.

Mientras que el secretario general afirmaba, en los días previos, ante los medios de comunicación y sin ningun rubor que esperaba un respaldo de cerca del 90%, en el seno de los delegados se cocía un malestar evidente. Es probable que los miembros de una Comisión Ejecutiva Regional se dejen arrastrar por temor a que se proponga su cese por parte del máximo mandatario.

Es mas que probable que los dirigentes de algunas federaciones vigilen la emisión del voto, o jueguen con cartas marcadas ofreciendo una cosa al que se presenta y por otro, tolere la “justa indignación” de las bases con el estado de las cosas con el objeto de aprovechar y dar un claro mensaje al incauto dirigente de que en el futuro, si quiere seguir, será preciso que se haga caso a los que realmente tienen la llave de la puerta, es decir, las grandes federaciones.

¿Dónde queda la tan cacareada autonomía del territorio en la consecución de políticas horizontales que debe prevalecer frente al lógico interés particular que defienden todas y cada una de las federaciones?

Sea por lo que sea, la realidad es que el acto final de la votación da lugar a un cuadro escénico que evidencia la situación de eventualidad y precariedad en la que se encuentra la UGT de Castilla y León tras el resultado del congreso.

Si, lo realmente doloso no es que la nueva comisión ejecutiva haya salido con un 58%. Si este caso se hubiese producido frente a otra opción, aunque fuese por un solo voto, su resultado sería del todo legítimo.

En cambio, obtener ese porcentaje frente a nadie perjudica no solo a la Comisión Ejecutiva entrante a la que deja desnuda frente a la sociedad castellano-leonesa y sus agentes políticos y sociales, sino a la propia organización en todos sus estamentos. Es la UGT la que queda malparada, unos por no conocer realmente a la organización que quieren comandar o si la conocen, empecinarse en acciones y procedimientos que una gran parte de la organización no tolera. Sólo los que permanecen en la ebriedad que genera el poder son incapaces de captar las claras señales que proceden del común de los gobernados.

Por el contrario, es más que evidente que los organizadores de la abstención, si los hubiese, no pueden irse de este congreso con la satisfacción del “deber cumplido”. No. Su deber debería de haber sido el formular la alternativa correspondiente si no estaban contentos con el que Agustín Prieto dirigiera el sindicato en este nuevo período. Flaco favor se han hecho asimismo y al sindicato al que pertenecen.

Quizá tenga razón el que afirmo que unos de los males que con más profusión se viene utilizando en las organizaciones sea el tacticismo que aflora por doquier.

No es de extrañar pues que tanto sindicatos como partidos sean vistos en la actualidad por gran parte de la población como algo ajeno, innecesario y sobre todo como un grupo de presión ajeno al interés supremo de la ciudadanía cuando no una consideración que viene abriéndose paso de que se dedican al bien propio.

Los que creemos en la democracia sabemos que esto no es así, que los sindicatos y los partidos, pese a la cantidad de defectos que tiene el sistema, son necesarios ya que no se conoce otro mecanismo de actuación en la gobernabilidad de la cosa pública.

Solo resta que el verdadero espíritu democrático se imponga, que tanto gobernados como gobernantes lleguen a la conclusión de que el respeto a la diferencia de criterio forma parte, es, la esencia de la democracia y que no se desate la ira de los malparados en esta elección. La lección ha sido clara, gobernar para la mayoría requiere el máximo acuerdo entre los gobernados.

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