sábado, 27 de marzo de 2010

Una de legionarios



Mi amigo Antonio, allá desde Montilla, me ha comentado que ha oído por una radio que no me ha sabido precisar, cosas de Antonio, que los actuales rectores de los Legionarios de Cristo, excuso extenderme sobre quienes son estos salvadores de almas, han comunicado “urbi et orbe” que su aportación a la redención de los crímenes de su fundador - siempre que se habla de crímen viene a nuestras entendederas una acción bañada en sangre y no siempre han de unirse crimen y fluido vital - será aumentar las horas dedicadas a la oración.

Me parece muy bien que incrementen el tiempo dedicado a la oración, también me parece bien que se vistan con pieles de camellos, pobres camélidos, y se vayan al desierto a purgar los pecados de su fundador, pero a mí, como supongo que a otros muchos, eso no nos vale. El delito cometido solo puede ser en justicia compensado con lo que ésta determine y dado que el criminal, truhan, bandido, ponga aquí el lector el epíteto que mas le plazca, se fue al otro mundo en loor de multitud, ungido con los uno y mil óleos que sin duda le administraron sin pasar por el banquillo de los acusados y todo ello merced a la protección de la Santa Madre Iglesia, corresponde a tan rica y santa congregación de los Legionarios de Cristo compensar a los damnificados con los bienes que durante tanto tiempo han atesorado.

En mi ciudad, Salamanca, hay una espléndida edificación convertida en seminario donde jóvenes seminaristas procedentes, en su mayoría, de América, se preparan para ejercer el apostolado allí a donde se les envíe. Es una magnífica instalación.

Debería de existir la posibilidad de que a los que se fueron al otro mundo sin rendir cuentas se les pudiese juzgar, dictar sentencia y que de modo subsidiario, la institución que fundaron o le dieron hábito pudiera compensar con lo que mas le duele porque desengañémonos, lo que mas duele no es el alma perdida que se va al infierno, lo que mas les duele es su nombre, su prestigio, su influencia y en última instancia el dinero que de modo continuo reciben de unas almas benefactoras que resultan no ser tanto, si no que son sabedoras del papel que tradicionalmente ha jugado la religión en la conducción “ordenada” del rebaño humano en este nuestro tránsito por el “valle de lágrimas” que ellos, y solo ellos, se han empeñado que sea para gran parte de la población de este planeta ese breve período que significa la vida de cada uno.

Pues nada, a lo dicho, que paguen, que paguen ellos y todos aquellos que han sido protegidos en estas acciones delictivas por la santa madre durante años y años.

Todo el orbe cristiano se encuentra en ebullición. Está en Irlanda, en Estados Unidos, Australia y ahora en Alemania.

Curioso, muy curioso lo de los países latinos, aquí nada ha pasado y si ha pasado, la losa de silencio sobre lo ocurrido es más que evidente. Dénse una vuelta por La Razón, la Cope, el ABC, Intereconomía y El Mundo. Esos hechos que se vienen produciendo, ni allí, en esos lugares, ni aquí han pasado. Por supuesto, para estos medios eso no ha podido ocurrir, y si ha ocurrido, son los rojos los que han convertido lo que son actos aislados en algo general y escandaloso.

Por lo visto, esto es jauja, en este territorio de la impunidad que es España para la derecha, los que deberían de estar orando en ración doble, purgando sus culpas como colectivo, o como eremitas en el desierto de Almería o Monegros, se permiten, aún, alzar la voz, regañarnos, amenazarnos con la excomunión y dictar no solo la moral, si no la política para todos nosotros.

Pecados, si, pecados y graves errores los cometidos por todos nosotros. No solo los hemos amparado, alimentado y protegido. No solo hemos asistido, por un puñado de votos, a sus manifestaciones en las calles diciendo eso tan socorrido de “Yo soy agnóstico y por supuesto laico, pero es que es una manifestación popular y en cuanto que representante del pueblo he de acudir…”

En este país hay muchos que sin ser religiosos tienen una relación cordial con esa parte de la iglesia que es humana, cercana al pueblo, no dogmática y que mantiene con los laicos y la laicidad una relación de igual a igual, ajena a los dogmas, las imposiciones. A veces resulta ser otra iglesia, en franca retirada, una que en cuanto asoma las orejas y dice lo que piensa son reo de expulsión, y todo ello por pensar y actuar de acuerdo con lo que dijo el Mesías; “Mi reino no es de este mundo”.

La jerarquía católica y la española, sobre todo, se empeña con sus hechos el remarcar de modo continuo que sí, que su reino es precisamente de este mundo y siempre al lado, muy al lado de los que mandan, de los poderosos y siempre conscientes de su labor; pastorear al género humano procurando que no salten las cercas que le comprime. El poder, la derecha, tiene sus frentes; el económico, el cultural, el político, el judicial, el militar, el educativo y por supuesto este otro no menor, el poder influir en la conciencia, en eso consiste el papel de la jerarquía católica española. Es una estructura más al servicio del sometimiento de parte del género humano en beneficio de otra parte muy minoritaria. A eso se han dedicado desde los lejanos tiempos del emperador Constantino y ahí siguen.

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