domingo, 20 de junio de 2010

¡Ay! León, León… el nombre te trague




Sara gritaba con una zapatilla en la mano y corría amenazante tras León mientras este unas veces escaleras arriba hacia mi casa, y otras escalera abajo hacia la calle, trataba de evadir el castigo. León era mi amigo, pasé con él mis dos últimos veranos en Tánger.

Vivíamos en una casa de vecinos cerca de la medina al lado de la calle Ibn Batouta. Esos veranos nos calzábamos las sandalias y descendíamos la larga calle, pasábamos por el gran almacén francés, Monoprix se llamaba, y tras cruzar la Plaza de España nos acercábamos al puerto o, siguiendo el gran paseo, íbamos hasta la playa. Muchas tardes nos entreteníamos viendo una modalidad de pesca que años mas tarde pude contemplarla nuevamente en Nazaré (Portugal). Un bote de remos con una red de arrastre se adentraba unos doscientos o trescientos metros en la bahía y mientras mantenía un cabo en la playa, realizaba un semicírculo en el agua al tiempo que calaban la red llegando de nuevo a la playa con el otro extremo. Una vez allí, una serie de hombres halaban de los dos extremos hasta que el saco de la red llegaba a la orilla. Allí sobre la misma arena volcaban el contenido multicolor arrancado a la bahía.

León que tenía una edad similar a la mía, doce y trece años, era el menor de la familia, su cuñado casado con la hermana mayor de mi amigo residía en la misma casa. Daniel debería de tener por aquel entonces casi treinta años y era un gran aficionado a la pesca. Algunas noches vispera de festivo se preparaba un cebo muy especial que consistía en unas pequeñas esferas realizadas con queso de bola rallado mezclada con pan. Al día siguiente, de mañana, cogíamos un bote en el puerto y salíamos a pescar un poco más allá de los muelles. Con este cebo se pescaban lisas, llamadas en otros lugares mubles o múgil. A la familia de León le gustaban las lisas de la bahía tangerina al igual que los sábalos. León y su familia eran judíos.

Los sefarditas tras su expulsión de España por los Reyes Católicos viajaron hacia la Europa occidental, norte de África y el Mediterráneo. Conservaron la lengua de sus antepasados. Aunque dominaban bien el castellano, entre ellos, hablaban una mezcla de yiddish procedente de la práctica religiosa, el dialecto árabe del norte de Marruecos, ininteligible para los marroquíes del sur, y el judeo-español. Esta mezcla conformaba una lengua llamada haquetía. Eran mis amigos y eran los amigos de mi familia, vivimos parte de sus celebraciones religiosas, y ellos vivían las nuestras y ambos vivíamos muchas de las fiestas musulmanas claro está que me refiero no a las celebraciones litúrgicas si no lo que era propiamente fiesta. Las cosas se complicaron bastante con el conflicto entre árabes y judíos en el Oriente Medio y ello, acabó salpicando a las relaciones en el norte de África. Muchos de ellos salieron hacia Israel, Palestina, la llamaban, en 1961 y nosotros hacia España en 1962 por algo parecido; Los sucesos de Ifni. No éramos tan diferentes.

Desde entonces guardo un recuerdo especial hacia los sefarditas con los que conviví.
Ese recuerdo no lo ha logrado empañar la política del gobierno de Israel y su terrorismo de estado. Siempre he defendido la doble existencia y el mutuo reconocimiento; La del Estado de Israel y la de un Estado Palestino que tome como referencia las fronteras de antes de 1967.

La sociedad israelita está sometida a fuertes tensiones; Entre los israelitas árabes, muy pocos, los sefarditas y mizrahi aglutinados en torno al Shas, y los askenazis procedentes de Europa y de las colonias judías en los Estados Unidos. De este grupo forman parte los haradíes o ultraortodoxos. Los sefarditas tradicionalmente votaron en su mayoría al laborismo hasta que la discriminación y la explotación de los askenazis les impulsó a la mayoría hacia la constitución de un partido “étnico y religioso” el Shas. Los askenazis se han alineado tradicionalmente con el Likud, con los laboristas y también, con los partidos ultrarreligiosos.

Israel es una sociedad fragmentada hasta tal punto, que alguien me contó una vez que solo se mantienen unidos frente al común enemigo. Si hubiese una posibilidad de tener un largo período de paz no tardarían mucho en tener gravísimos conflictos entre las diversas comunidades en las que el papel de los rabinos es fundamental. Saramago declaro, lo he leído, “Mientras la humanidad alimente y sustente las religiones no saldremos del lastre de todos los días” razón tenía el escritor portugués. Son los predicadores del más allá en las tres grandes religiones monoteístas los que han contribuido a sembrar con sangre la tierra durante tantos años.

Este jueves los judíos haradíes se han manifestado en Jerusalén y en la ciudad cercana a Tel Aviv de Bnei Brak. El motivo era la de oponerse a una disposición de la corte suprema en la que se obligaba a acudir conjuntamente a niños askenazis-haradíes con niños sefardíes a una misma escuela. Su argumento: La ley de la Torá está por encima de la ley civil.

Es difícil llegar a un acuerdo entre árabes e israelitas, las posiciones están muy enquistadas, pero de llegar a un acuerdo solo lo sería en la medida en el que una serie de fuerzas como el Partido Laborista y los sefarditas integrados en el Shas, actualmente en coalición con Nethanyahu, tuviesen mas poder en Israel. Tradicionalmente el Shas ha sido partidario del acuerdo con los árabes, al igual que los laboristas, y claro está siempre que se cumplieran una serie de premisas en relación con la seguridad de las fronteras. El Shas que ha conseguido articular la comunidad sefardí en una sociedad en la que sufrió marginación desde que comenzaron a llegar a Israel tienen, por herencia, convivencia e historia, una especial vinculación con el mundo árabe. La ANP es consciente de que esa es la vía. Es lo único que puede derrotar a los halcones Nethanyahu, Lieberman y otros que alimentan por motivos internos la política de asentamientos y ocupación del territorio palestino. Como siempre a lo largo de la historia las soluciones están en ese cauce central donde el agua no se pierde en los recovecos y la basura que anida en las orillas extremas.

Foto: Sinagoga de Nahon en Tánger.

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