miércoles, 27 de enero de 2010

Gobernar es tomar decisiones




Buena se ha liado con los residuos nucleares. Este conflicto me rejuvenece y me envía de sopetón veintitrés años atrás. Un cuarto de siglo después seguimos en el mismo lugar en el que estábamos. En este asunto, y durante todo este tiempo, nada hemos avanzado.

ENRESA trata de quitarse el problema de los residuos de encima, el gobierno también y las arcas del estado deben de acabar con una situación que encarece notablemente todo el proceso de generación de energía eléctrica.

Hace algunos años me tocó lidiar, casi en solitario, una situación muy similar. La oposición de la ciudadanía de Aldeadávila de la Ribera, su comarca, y el conjunto de la provincia de Salamanca a la instalación de un laboratorio – nombre tras el que se escondía el almacén - en 1987, logró que el gobierno de Felipe González desistiera del proyecto.

En medio quedó la insensibilidad de un Ministro de Industria, Luis Carlos Croissier, la sumisión de un secretario regional del PSOE, Laborda, a lo que Madrid mandara y también en medio, la pasividad de gran parte de los políticos del PSOE salmantino ( básicamente, los cargos públicos). Las consecuencias fueron nefastas, desde entonces, el PSOE en la provincia no ha vuelto a recuperarse. Esas cosas se pagan cuando se quieren imponer y cuando no ha existido la suficiente información sobre sus ventajas e inconvenientes. El ordeno y mando de siempre. La invocada disciplina de partido de siempre, por encima incluso, de la opinión del pueblo. De las reuniones a las que asistí en Salamanca, Valladolid y en el Ministerio de Industria en Madrid guardo un amargo recuerdo.

La historia se repite pero ahora, con mayor crudeza. Este país no se gobierna exclusivamente desde el centro. Incluso cuando se trata de competencias del Estado, la fuerza de las comunidades autónomas, pueden llegar a obstaculizar los proyectos estatales.

José Montilla durante su paso por el Ministerio de Industria trató de dar carpetazo al asunto. Fiel al maquiavelismo que siempre le ha caracterizado encontró la fórmula adecuada. Esa misma fórmula les valía también a los otros partidos. En realidad, la treta es estúpida; Expresemos una necesidad, abramos un concurso, preséntenos solicitudes, una comisión dictaminará, ustedes se hacen cargo del muerto en el municipio y le damos durante un pilón de años una pasta gansa, la suficiente para que si el pueblo es pequeño, el ayuntamiento pueda dar al ciudadano, como si nativo de Abu Dhabi se tratara, una paga vitalicia.

De este modo, pasamos por encima de la Comunidad Autónoma. Se aprueban en el pleno, las obras se llevan adelante y el pueblo asustado por lo que le ha caído encima ya no votaran a los que le llevaron hasta allí, pero eso es lo de menos. Lo importante se habrá realizado.

¡Que mal sabor tiene el ricino producido en la propia factoría! Cuando digo que es una fórmula estúpida es porque la ciudadanía ya no es tan tonta. Sus miradas en la petición de responsabilidades también se dirigen al gobierno autónomo. Montilla no sabía que esa cagada del pasado, que tanto defendió, le iba a caer de pleno en su propia calva.

Tanto Barreda como Montilla, están asustados. Yebra y Ascó se han cargado de un plumazo las esperanzas de reeditar un triunfo. El PSOE, acusa la andanada en plena línea de flotación y otros presidentes, respiran aliviados.

Una apuesta, arriesgo haciéndola, pero la voy a hacer; No se va a determinar antes de las elecciones, catalanas y municipales, el lugar de emplazamiento. Mientras tanto, las declaraciones por parte de los responsables autonómicos, de todos los partidos, serán de oposición radical. Aquí todo se deja para después.

Los residuos son un problema para este país, un problema que tienen los que han de afrontarlo, y no lo hacen por miedo. Miedo de los gobiernos centrales, miedo de los gobiernos autonómicos. El miedo no es por los residuos, es a perder las elecciones. Electoralismo puro y simple, este país es el paraíso del teatro, cada día desde la mañana hasta la noche, un conjunto de malos actores representan su papel.

Gobernar exige tomar muchas veces decisiones que tienen su coste y aquí, en este país, escurrir el bulto es una constante. Así nos va.

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