viernes, 18 de mayo de 2012

El viento que todo lo arrastra


No quiero verme sacudido por ese viento que todo lo arrastra, que intenta hacer de cada uno de nosotros parte de un todo al que se manipula en un sentido u otro. No deseo juzgar el presente con ese maniqueísmo irreflexivo que tanto se usa. Sé que hay buenos y malos, sé que existe el bien y el mal y sé cada uno de nosotros nos situámos a lo largo de la vida en una u otra parte de la línea que los separa pero me resisto a pensar que todo debe de ser, inexcusablemnte blanco o negro. Sé quién soy, de donde vengo y donde estoy y eso me basta.

España es, por antonomasia, el país de  de los autos de fe y la caza de brujas. Que “Las Brujas de Salem” sea una obra ampliamente conocida no significa que debiéramos atribuir a los americanos el mérito de haber sido los más prolíficos cazadores de brujas. Este país, señores americanos, tiene ese record. Desde mucho antes que se habitara Zugarramurdi este pueblo es experto en  buscar en los otros la causa de sus males, que les diría, en eso, somos toda una autoridad.

Atribuimos a los mercados, mandatarios europeos, instituciones y capitalistas de muy distinta procedencia nuestra súbita pobreza sin reparar que ellos hacen con lo suyo mucho de lo que nosotros diariamente hacemos. También ¿jugamos? de aquí para allá buscando la mayor rentabilidad para nuestras compras diarias. También arruinamos al tendero o ferretero de la esquina, al de toda la vida, en favor de ese supermercado francés o chino con el que hacemos nuestro “negocio” diario. Por supuesto que entre ellos, no me refiero ahora a los tenderos sino a los mercados, hay auténticos buitres, muchos, muchísmos, pero también hay mucha gente que manejan pequeñas cantidades de dinero de decenas de millones de bomberos, metalúrgicos, policías y simples tenderos de todo el mundo. Nosotros somos "mercado" .Confieso que yo soy, en una mínima parte, uno de esos oprobiosos capitalistas que extorsionan tanto a Grecia, como Portugal y desde luego a nuestra querida España. Tengo parte de unos ahorros para mi jubilación, , poquita cosa,  en un fondo de pensiones que maneja unos tres mil millones de euros. Me acompaña en esa aventura unas decenas de miles de trabajadores de Telefónica y también he de confesar que me llevan los demonios el ver como el saldo baja día tras día, a toda velocidad, en esta maldita crisis, porque son, amigos míos, los ahorros de toda mi vida.

Espero, por lo tanto, algo de benevolencia  y no ser arrastrado a la hoguera. Nuestro mal como pueblo es el de siempre, me habrán escuchado esto infinidad de veces. Nuestros adversarios, los que están en La Moncloa que andan muy mal están, a pesar de todo, más cerca de nosotros de lo que creemos, no por lo que hacen, sino porque también atacan y ven los mismos enemigos que nosotros. Están asustados, pero que muy asustados y entragan al ídolo todo aquello que crean que le puede contentar. No le salen las cuentas ni los planes. En política no existe el suicidio voluntario, cuando alguien se suicida es porque no encuentra una salida y eso es lo que les está ocurriendo. Cazan brujas o moscas, dentro de poco veremos a Rouco ofrecer la solución mágica: Rezar para salir de la crisis, rezar e ir en procesión con capa pluvial.

Su noqueo como gobernantes no me satisface - aprecio esa satisfacción en algunos de los que diariamente leo - en cambio, me preocupa mucho. No han encontrado la salida a esta profunda crisis y por mucho que hagan no la encontraran empleando atajos y administrando nuevos sufrimientos  a este pueblo. Viviremos la crisis en los plazos que nuestros acreedores nos impongan. Quieren recuperar o tener garantías sobre un dinero que nos han prestado. Una brutalidad surgida tras trece años de endeudamiento privado externo y creciente. Fomentado, alentado y tutelado por los gobiernos de turno que nos ha llevado a niveles del 174% del PIB, muy por encima de la línea tendencial lógica, habitual, en la que están situados el resto de países. No deberíamos de haber pasado la línea fatídica del 130% y  por eso hay que bajar, cuanto antes mejor, los 340.000 millones de euros que es en su totalidad la cantidad en la que nos hemos pasado. A tal fin les emplazo a que lean el estupendo trabajo sobre nuestra deuda externa y contemplen el gráfico de la página 47. Eso les aclarará todo.

Asumamos la incompetencia de nuestros políticos, de cualquier signo. Asumamos también nuestra propia incompetencia como ciudadanos, poco formados y fácilmente arrastrables por cualquiera las direcciones de los partidos que operan en nuestro país.

Este país solo tiene una solución, es la misma de siempre, la que se ha venido haciendo con muy mala fortuna a lo largo de su historia. La revolución ha de empezar primero en cada uno de nosotros, ser persona, en el sentido ontológico del término, esa es la primera revolución. Entender lo que pasa para operar después. Esa primera revuelta ha de ser una revolución educativa a la que debemos de contribuir alejándonos de la demagogia, del alineamiento fácil y buscando, en cambio, una persistente tarea en pos de la verdad.


Fuera hay multitud de monstruos, que como en la naturaleza más salvaje, están ahí  para devorarnos. Esa es la vida, así es la vida. Nosotros también hemos devorado y expoliado a otros pueblos en cuanto que formamos parte y nos hemos beneficiado directa o indirectamente de otros que sí lo han hecho, que se han llevado, la mejor parte. Pero no olvidemos que siempre se devora a los débiles, a los heridos y a los que… digámoslo claramente, son incapaces de ejercer como ciudadanos libres en el arreglo de un desaguisado que les lastra desde hace muchísimo tiempo. Porque no, porque esto viene de lejos, les hemos entregado desde tiempo inmemorial el poder  a los unos o los otros de modo ciego mientras nos dedicábamos a ir en una burra o la otra tratando de sacar de ahí lo que podíamos, y eso, llegado el momento, cuando la burra no puede tirar más, se paga. Se paga, como se pagan las deudas, como debemos, querámoslo o no pagar las  deudas.

Nota. Le adjunto algunos gráficos del trabajo relacionado anteriormente en ellos se puede visualizar la magnitud del problema al que debemos de hacer frente.






                      

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