jueves, 1 de julio de 2010

Que venga Dios y lo vea



Esta invocación de Esperanza Aguirre a Dios para que emita su opinión sobre si la huelga del Metro es política y además auspiciada por el gobierno central es simplemente tomar el nombre de Dios en vano. Esto a los agnósticos, en realidad, nos importa un pito pero a éllos debería de preocuparles.

Debería de preocupar a los católicos, a la COPE, La Razón, el ABC y al Comité Central de la Iglesia Católica, también llamada Conferencia Episcopal.

Supongo que Dios, de existir, y pese a la invocación de sus fieles en España tendrá otras cosas mas importantes que hacer. En mundo asolado por catástrofes, miserias y hambrunas hay algo más preferente que atender y no el bajar a la Asamblea de Madrid para escuchar los argumentos de semejantes personajes.

En 1891 el papa León XIII dio a conocer la encíclica Rerum Novarum. La iglesia andaba preocupada porque en el tránsito de la sociedad campesina, mas controlable por párrocos, a la sociedad industrial en las ciudades, menos controlables estas, los trabajadores se alejaban de las iglesias dandose, según ellos, a la vida licenciosa, al vicio y al alcohol como si a aquellos pobres les quedara otra posibilidad tras jornadas de sol a sol, día tras día. No era el tiempo aún de que los trabajadores y el pueblo en general oyeran el disparo del Aurora y ocuparan el palacio de invierno. El anarquismo y el socialismo se encontraba en sus albores.

Era el tiempo del liberalismo crudo, el que fue denunciado por D. H. Lawrence o Dickens en Inglaterra, el que narró Maxence Van der Meersch, autor preferido en la JOC, la JEC, la JIC y todas las demás jotas. En esas obras se denunciaban los efectos perversos del liberalismo. El mismo liberalismo, sangrante, cien años después, que postula la presidenta de Madrid. No olvidemos que esta persona y su gobierno es la expresión más pura y por lo tanto menos compasiva de la derecha en España.

Esta conjunción entre Iglesia oficial y Esperanza engrasada por subvenciones, concesiones, manifestaciones pagadas y demás fastos ofrece la verdadera cara de la iglesia de los ricos. Esa es la iglesia en España.

Hace muchísimo tiempo el pueblo tenía miedo a la ira de Dios. Los clérigos empleaban la imagen de un Dios vengativo, soberbio que golpeaba sin misericordia a los que osaban salirse de la senda que marcaba sus agentes. La crisis de la religión tiene su origen en el progreso de la percepción de que no existe castigo divino y que el hombre es en realidad un ser abandonado a las inclemencias de la naturaleza, del propio hombre y a lo efímero de su ciclo vital.

Es una pena, en verdad es una pena, que no exista ya ese Dios. Porque si existiese, no tengo duda alguna que uno de esos rayos que lanzaba iba a consumir, enterito, al Comité Central de la Iglesia Católica y de paso, se llevaría igual de chamuscada a Esperanza y a todos sus correligionarios. Una lástima, una verdadera lástima. Tal como lo siento lo digo. Ustedes me juzgaran porque no creo que en otro sitio lo hagan.

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