martes, 23 de febrero de 2010

Los sistemas chaff y la olla a presión Fagor Rapid Express 855.206.0226


Los aviones de caza disponen de unos pequeños cañones situados en la parte trasera que en el caso de ser atacados por misiles termoguiados lanzan bengalas que permiten que esos ingenios balísticos se encelen con el señuelo y no alcancen al avión. Con posterioridad, esas pantallas se han perfeccionado. Ahora hay otros instrumentos llamados Chaff, consisten en la proyección desde el propio avión de cintas, fibras y filamentos de vidrio, aluminio y nylón con la finalidad de establecer un obstáculo que impida a los sistemas de radares de la artillería el localizar y abatir el avión.

Son ingenios para salvar el pellejo y desviar la atención de lo que preocupa al piloto salvar su vida y no ser derribado.

El poder vuela alto, como los aviones de combate, y cuando se ve amenazado ponen en juego mil y una argucias. La jugada sale redonda cuando desde abajo se siguen enviando los cohetillos con el ánimo de derribar las 67 bengalas que el piloto del avión ha derramado en el aire.

Hablemos claro. El peligro para la clase trabajadora en estos momentos no consiste en la amenaza de ampliar el tiempo para el cálculo de la pensión y la aplicación a los sesenta y siete años. Esa amenaza ha sido desactivada ya, al menos en su aplicación de modo inmediato, ello no quiere decir, que no exista esa intención por parte de, llamémosle como siempre le hemos llamado, el capital.

Ha sido desactivada porque salvo Corbacho que ha sido enviado para ello, nadie del gobierno esta dando la cara por este proyecto con la contundencia debida. Del mismo modo, ningún partido se la va a jugar, y menos el PSOE, antes de las elecciones y también, porque esa es una más entre las numerosas medidas mencionadas en la actualización del pacto de estabilidad. Tampoco es algo que sirva de manera inmediata, en la recuperación económica, la reducción del déficit y la disminución del paro. Y por último, porque ha sido sacada de la manga, de la noche a la mañana en un contexto en el que la preocupación es otra.


Solo cabe preguntarse para que sirve y a quien sirve toda esta parafernalia. La solución, esta a la vuelta de la esquina, hay que ofrecer algo. La mesa está puesta, el tapete verde también, y el intercambio de cromos tendrá lugar en breve.

Abajo las masas insurrectas seguirán disparando e incluso cuando terminen, podrán llegar a tener la sensación de que han derribado algo. En esos momentos, se lanzará el grito de victoria; “Hemos terminado con una amenaza que se cernía sobre todos nosotros” se dirá ¿También era, es, una amenaza sobre aquellos a los que la jubilación le suena muy al final de los tiempos porque ahora tiene treinta años y lleva ya dos en paro? Las manifestaciones serán un éxito, hasta Isabel López i Llamosa portavoz socialista en el Pacto de Toledo, afirmó que iría a las manifestaciones, o las palabras de Zapatero que ha dicho; “No impondré esto por decreto, no haré decretazo”

Las masas son así, los que están arriba también. Este pueblo necesita ciertos desahogos.

En este caso son unas manifestaciones por una causa que dudo, una vez vista la oposición de otros partidos, se haya pretendido llevar a cabo en este corto espacio de tiempo. En otros, se lleva al Rey, que también participa de la idea del necesario desahogo del pueblo en estos malos tiempos y ofrece su rostro y espalda para que en una cancha de baloncesto el pueblo soberano se ensañe con él a base de gritos, silbidos y dedos índices señalando al cielo. ¿Que hacía el Rey allí, en Bilbao, en la boca del lobo, si hacía mas de diez años que no iba a una final? ¿Normalizar? Nada de eso. Todo sea por la paz social.

Unos lanzando señuelos y otros a cargo de la válvula de esta olla a presión en la que se ha convertido la clase trabajadora, la que esta en paro o esta a punto de irse a él. Este que firma que ha acudido a todas las huelgas generales que en este país ha habido nunca ha visto tanta felicidad en la derecha y en la izquierda de que por fin los sindicatos “hayan despertado” Todo son halagos, todo es respeto.
Los encargados de la válvula se han tomado muy en serio su papel. Por un lado, dan un claro ejemplo de su utilidad; Mirar por un determinado número de trabajadores establecidos, con empleo y sindicalizados. Los otros, los 4,5 millones que nada tiene, nada pueden esperar. Bueno sí, a ver si es posible su manifestación, la que tantas veces ha sido demorada. Solo se trata de graduar en el tiempo y regular el caudal del vapor de salida, el suficiente para que la olla no estalle.

Se nos ha enseñado que en la naturaleza, cualquier ser vivo cumple su función en la cadena de la vida unos se alimentan de otros. En estos organismos vivos que son las sociedades también cada grupo establecido y reconocido cumple con su función de mantenimiento del orden y del sistema. Solo se trata de ir aflojando poco a poco.

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Arturo Pérez Reverte




Su figura era habitual de los telediarios y el Informe Semanal. Tras aquellas gafas y un chaleco de campaña se le veía ir de aquí para allá por esos países de Dios. Su empresa, TVE, le enviaba siempre a los lugares en los que se olía a pólvora, chamusquina y sangre o donde estaban a punto de caramelo para esa situación. Él, junto a otros como González Green, Romero y antes, de La Cuadra Salcedo, alguno se me olvidará, eran nuestros ojos en aquellos conflictos y guerras de los setenta, ochenta e incluso de los noventa. Luego salió por una puerta, casi falsa, tras la denuncia que hizo del modo de proceder de la empresa con los reporteros en territorios de guerra y la acusación de ésta hacia él de desconsideración hacia un compañero y de falta de lealtad por el quítame de allá unos justificantes de facturas. Lo clásico. En Territorio Comanche quedó puntualmente descrito el desencuentro. La cuestión quedó zanjada con una carta de dimisión y el abandono de TVE, repartida por mesas y tablones de anuncio con un mas que gráfico: «Que os den morcilla, Ramón (Colom). A ti, y a Jordi García Candau»

Quedo atrás un largo periplo por zonas de combate de África, Asia y Europa, meses sin saber de él, perdido entre la guerrilla eritrea y aislado en zonas y situaciones en las que tuvo que combatir con las armas en sus manos para poder salvar la vida.

Todas estas vivencias, marcaron sin duda su carácter. Arturo Pérez Reverte es, para mí una persona inclasificable desde el punto de vista ideológico. A poco que se investigue un poco y ante la falta de estudios que intenten averiguar lo que el no quiere manifestar, cualquier integrante de un movimiento ideológico, sea de derecha o de izquierda, tendría suficientes razones para odiarlo por lo que dice y escribe.

Se ha dicho de todo; Pérez Reverte es fascista, es anarquista, es un liberal, es un quevediano etc. Amigo de Saramago y Marías es, sin embargo, una persona a la que resulta difícil de encajar en algunos de los arquetipos al uso. Pocos escritores españoles pueden haber que se hayan manifestado con la crudeza que el lo ha hecho en relación con nuestra historia y sus protagonistas, desde los Reyes Católicos hasta aquí. Su amargura por lo acontecido a este pueblo durante siglos, y que atribuye a la influencia de la Iglesia, a la monarquía, los poderosos, políticos y chupatintas (sic) es una constante cada vez que se accede a su novelística o se leen sus artículos. Forma parte de esa presencia desde Quevedo pasando por Espronceda, Larra y el mismo. Sí, las moscas cojoneras de los literatos españoles encargados de repartir estopa a diestra y siniestra.

No quiero justificar y buscar coartadas ideológicas que puedan salvar mi pellejo por ser un admirador de su obra y de algunas, solo algunas, manifestaciones con las que suele juzgar, severamente, a la clase política española, la debilidad del estado y la ñoñería en la que habitualmente se mueve nuestra sociedad. Las cosas son así y punto.

Siempre en Diciembre y en fechas previas a la Navidad, solemos acercarnos a Madrid y después de comer vamos a tomar un café y una porción de tarta. Allí entre las estufas, en la terraza del Café de Oriente en Madrid hace un año mi chico abandonó la mesa para ir al baño y entró en el café. Sabedor de mi admiración por el escritor vino de prisa y me comentó que el académico estaba allí, dentro, en animada tertulia. Mi primer impulso fue el de levantarme e ir a saludarle. Luego, pensé que debería ser algo más lógico y que lo que posiblemente podría pasar es que el admirado me despachara de modo displicente con cualquier socarronería o con una frase cortante. Algo que suele ser habitual según manifiestan algunos.

Pasé del gesto y me quede allí sentado. Al fin y al cabo, lo importante para mí de Pérez Reverte es lo que escribe, y no tanto su presencia física o su ideología, máxime cuando en su obra es el hombre el centro, y siempre en el medio de situaciones casi extremas (siempre Camús, en este caso El Extranjero).

Pérez Reverte publica nueva obra según he podido leer en el semanal de El País. Nuevamente vuelve a Cádiz con una novela, la mas voluminosa hasta ahora, sobre la Guerra de la Independencia. Que recuerde, es la tercera vez que vuelve a Cádiz, lo hizo con la Carta Esférica, con Cabo Trafalgar y ahora, con esta última, El Asedio. En ella, advierte, la ciudad no sale bien parada, no es un canto a la ciudad dice. Su trama, Una ciudad sitiada, asesinatos en serie, un corsario chiclanero, un jefe de policía torturador (el mas apreciado por él), un contrabandista, agentes secretos y el diputado Mexía Lequerica entre otros. Así, a priori, me parece que es demasiado el parecido con Patrick O´Brian y su formidable saga del capitán Jack Aubrey y la fragata Surprise (Editorial Edhasa).

De las novelas, La Carta Esférica es por la que más devoción siento, recientemente he comprado mi tercera Carta Esférica, las dos anteriores fueron prestadas, no se a quien, y no volvieron. Recorrí, suelo recorrer, los escenarios madrileños (Museo Naval) y gaditanos; El Observatorio de San Fernando, el antiguo Colegio de Guardiamarinas en Cádiz en el barrio del Pópulo donde se hallaba el antiguo Castillo de la Villa, la búsqueda del dichoso meridiano a partir del cual se debería de localizar el pecio del Dei Gloria hundido frente al Cabo de Palos en el Mediterráneo, el Hotel de Francia y París en la Plaza de San Francisco. Sentir y oler a sus protagonistas Tánger Soto, el desahuciado capitán Coy, un vaso de Bombay Azul, a palo seco, por supuesto. Palermo, Kiskoros y toda esa pléyade de habituales en las novelas de Pérez Reverte. Son los mismos, en distintas épocas y con distintos trajes. Todos ellos sufridos, escépticos, incluso cínicos. Todos ellos sabedores de que la lógica de la condición humana, a pesar de los esfuerzos realizados por nosotros y los que nos precedieron en el noble intento de crear un mundo mas justo y honesto ahí permanece, enseñando los dientes cada día.

Así lo veo yo, Pérez Reverte nos dice, una y otra vez, como somos en nuestra versión más negra. El no cambia las cosas, ni se siente llamado a cambiarlas. Es su opción. A cada cual le corresponde a la vista del cuadro que aprecia -El Pintor de Batallas, otra excelente narración- actuar en consecuencia.

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