miércoles, 22 de septiembre de 2010

Money





Money, money money… En Cabaret, película de 1972 dirigida por Bob Fosse e interpretada por Liza Minelli, Joel Grey y Michel York se narraba la descomposición de la sociedad alemana y el ascenso del nazismo. Quién no recuerda esa maravillosa canción interpretada magistralmente por Joel Grey y Liza Minelli. Seguramente la recordaran. La canción debería de servir de banda sonora a esta entrada que trata de la íntima relación entre política y dinero.




Gürtel en Castilla y León.

La cadena SER se hace eco de un informe policial que el juez Pedreira, instructor del caso Gürtel, ha remitido a la fiscalía anticorrupción. La bola de mierda crece y se expande. Va más allá de Valencia, más allá de Madrid. Ahora están ya bajo los ojos de la justicia dos personas en Castilla y León; El presidente de las Cortes y antiguo consejero de Fomento, Fernández de Santiago y Silvia Clemente Consejera de Agricultura que según informa esa cadena radiofónica podrían ser, ambos, sospechosos del cobro de comisiones.

Cuál será el impacto de confirmarse esta noticia en el electorado castellano-leonés. Previsiblemente sería algo muy diferente al que despiertan en otras regiones noticias similares. Castilla y León es algo diferente de Valencia y Madrid. El encogerse de hombros no funciona tanto aquí, porque la construcción en esta zona no ha tenido una especial incidencia en la riqueza de la región y además, porque aquí los políticos son seres que están siempre bajo sospecha sean del partido que sea. De confirmarse la noticia, muchos votantes de Partido Popular acabarían por abstenerse. Es difícil que el PSOE pudiera salir beneficiado por transferencia de votos debido a otras múltiples causas.




Un brindis al sol

Sarkozy y Zapatero, Zapatero y Sarkozy. Tanto monta, monta tanto… Hay que ver como coinciden estos dos! Al alimón dicen en la ONU que van a proponer al G-20 una tasa sobre las transacciones financieras internacionales. Zapatero es un replicante de Sarkozy. Dos expertos en economía financiera, uno muy cercano al PSOE y otro independiente vaticinan: Es un brindis al sol, difícil de llevar a cabo por que no todas las transacciones económicas, un billón doscientos mil millones de dólares diarios, se llevan por procedimientos transparentes y porque entre otras cosas, el régimen “comunista” chino (el entrecomillado es mío)se opone. Los expertos son Emilio Ontiveros y Juan Mascareñas, Catedrático este último de Economía Financiera de la Universidad Complutense de Madrid. Los dos mandatarios necesitan un lavado de imagen como el comer, proclamaron la buena nueva entre el bostezo y la indignación de los representantes de los países pobres que les escuchaban en Naciones Unidas y que están hasta el gorro de que se les tome el pelo a base de constantes promesas incumplidas.

Unas propuestas, todos lo deberíamos de saber, que están destinadas exclusivamente al consumo doméstico. No es nada nuevo, se ha llevado otras veces al G-20 sin convicción y sin fuerza y siempre ha fracasado y la proponen por eso, porque saben que va a fracasar. En Francia y España el coro de los incondicionales agitarán este globo para revitalizar a unos líderes, que a estas alturas del juego, carecen de credibilidad en sus propios países y en Europa. Veinticuatro horas después el presidente español se dio una vuelta por Wall Street para rendir cuentas ante quienes pusieron de rodillas a España, antes los mismos que le “sugirieron” un capítulo de reformas que provocaran una mayor pobreza entre trabajadores y los pensionistas españoles.


Vela de armas

No todo aquel que persigue un cargo político tiene intereses pecuniarios. No sería justo por mi parte atribuir a eso la vocación política. Cuando alguien quiere promocionar en política lo hace también por otras causas. La ambición responde a egos inquietos, la búsqueda de poder, el servicio a una idea, a los ciudadanos… En fin, muchas otras cosas.

Pero también sería hipócrita e ignorante si me creyera y diese por buena la explicación que casi todos los vocacionales hacen de que están ahí para prestar un servicio a los demás. El dinero mueve también la vocación política. No se como estará ahora lo de la cuota obligatoria en los partidos para los cargos públicos, lo que habitualmente se llama “impuesto revolucionario”. Desconozco al día de hoy como está ese asunto en el PSOE y mucho más en el PP. Sin embargo pienso que en Izquierda Unida es diferente y hay un mayor rigor en lo de las contribuciones a los colectivos de los cargos públicos. Recuerdo de mi pasado como responsable orgánico lo complicado que era el que algunos ingresaran su cuota adicional por ser cargo público y no digamos, el zafarrancho que se solía montar cada vez que se trataba de incrementar un punto o dos la cuota.

Sobre las retribuciones a los políticos se suele decir que hay que pagarlos bien para que estén contentos y no metan la mano en lo del común. Se argumenta que es mejor que estén bien pagados para evitar el que traten de resarcirse por otros medios no lícitos. Algunos como podemos ver no tienen suficiente. Con estos argumentos los defensores del cobro suficiente dan indirectamente la razón a aquellos que desconfían los políticos.

No se pone en cuestión que los políticos cobren. También yo cobré. Lo que quiero decir es que muchas, mas de la que quisiéramos, vocaciones políticas son alentadas por el muy pedestre deseo de la mejora de una situación económica.

Es tiempo de pactos en las oscuras trastiendas, de mesa y mantel. La cocina está a pleno rendimiento. Se nota en la red, se nota en las ondas, se nota en los periódicos y se nota en la barra del bar. Los que aspiran guardan un prudente silencio, no hablan de temas controvertidos. Los ojos del poder todo lo abarca y no es cuestión de poner en peligro lo que tanto trabajo está costando conseguir. La cara amable, morderse la lengua, el gesto comedido y la alabanza a tiempo es lo que ahora se precisa. A eso habitualmente se le llama política. Nunca una práctica ha estado tan alejada de su concepto. Lo que sea para seguir sintiendo o ponerte por fin las insignias en tu solapa y la medalla de concejal o diputado al cuello. Cuatro años más.


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