miércoles, 18 de agosto de 2010

Atravesar el desierto es cosa de valientes




Afuera hace mucho frío. Esta frase permanece grabada en la conciencia de todos aquellos que disfrutan de un cargo ¿Digo bien? ¿Disfrutar de un cargo? Pues claro que lo digo bien. A juzgar por lo que la experiencia nos proporciona, tener un cargo político no es una servidumbre, lo he podido comprobar. Nada de eso, es el uso y disfrute durante un espacio de tiempo de una determinada actividad, que no abarca toda la vida pero a la que inevitablemente uno quiere acabar abonándose en la esperanza de que la cosa dure hasta el final de sus días.

Nadie estudia para político, y en España menos. En otros países hay escuelas y universidades que sirven de excelente trampolín para la carrera política. En un tiempo, en España, alguna universidad como la de Deusto sirvió para promocionar a elites dirigentes. O yo estoy muy equivocado y fuera de los circuitos, o realmente ya no hay en España viveros para los alevines de políticos salvo el entrar en las burocracias partidarias.

Claro está que eso, lo de prepararse a conciencia, pertenece a un modo de hacer las cosas que ya no se lleva. Asistimos, vemos diariamente, la televisión machaca con eso, como cantidad de licenciados recorren el camino de masters, postgrados y doctorados, amén del consabido aprendizaje de idiomas, en el ánimo de encontrar un puesto de trabajo que no llega. Cuando hablas con los aspirantes y percibes la auténtica dimensión del problema, te das cuenta de que lo que realmente les falta a muchos, cargados de diplomas y títulos, es pertenecer a una determinada capilla, grupo o facción. La derecha los solía o suele, agrupar según órdenes, asociaciones o sectas ligadas, todas ellas, a la religión católica. Otra salida, como ha sucedido desde siempre, es la que proporciona el apellido. Con la llegada de la democracia resuena a diestra y siniestra aquella famosa petición formulada a Alfonso Guerra en un mitin pero que data desde el siglo XIX; ¡Alfonso colócanos a todos! De ese modo se abre el camino de la administración y empresas públicas para algunos, y aquí, conviene no hacer distingos, es independiente del color que tenga la administración. Cualquier partido en su ámbito maneja ese eficaz instrumento para compensar a sus fieles.

Tener un cargo es disponer de una puerta abierta al futuro. No quiero decir que el nepotismo y el clientelismo sea lo que mas abunda entre nuestros políticos pero todos sabemos que eso funciona bastante en nuestro país. Lo peor del caso es que eso ha llegado a ser algo muy natural. País… que decía el Perich o el Forges, no recuerdo bien quien de los dos era.

Cuando en política se la juega uno con los propios, lo hace al órdago nada de envidillos de poca monta. Por ello, el “Afuera hace mucho frío” hay que tomarlo como real ¿Que es el poder? Poder es también eso. No solo juegas con tu status, en función de la importancia del puesto que ejerces te juegas también el futuro de hijos, hermanos, mujer y demás familia. Así, sin más, los deja en la ausencia del protector paraguas. Afuera hace mucho frío. Alguna experiencia de casos similares tiene el que esto escribe.

Este cedazo, esa red de minúscula malla, de la que solo los valientes se escapan es el principal método de control en el seno de los partidos. Una orden de arriba es una orden de arriba y desoír las indicaciones es poner en quiebra lo que tanto costo lograr. Demasiado es que uno sobreviva a las continuas purgas y a los espacios que ha de dejar libre para los nuevos para que encima se rebele contra el destino. Los partidos están repletos de aparatchiks que con carrera o sin carrera, con experiencia política o sin ella, aspiran a ser el día de mañana un Costa, un Mañueco, un Blanco, una Leyre o un Velasco.

Hubo un tiempo en el que las propuestas, las alternativas, las dagas y los cuchillos servían para hacer prevalecer las ideas y las aspiraciones de poder. Si quieren ustedes prefiero ese mundo al de la “madurez responsable” de la que hacen gala los políticos modernos. Cuando el jefe se asoma, el temblor aparece. Una leve indicación basta para que el afectado corra con el rabo entre las piernas y pase a esa situación en la que la frase apropiada, va de frases la cosa, sea ¿Qué hay de lo mío? Porque la “madurez responsable” lleva como aguinaldo lo de la “salida”. La salida se ajusta al rango que el afectado tuvo en su vida política. Las hay de todo tipo desde un empleo fijo en la administración a la presidencia de una de las mil cualquiera empresas públicas.

Me reconcilia, no se si por mi habitual tendencia ácrata, por la historia vivida o por el inconformismo constante que toda mi vida he tenido hacia el poder ¿será arrogancia? la actitud de los compañeros del PSM y de Tomás Gómez en concreto. ¿Que están por el poder? ¿Acaso Trini y el propio Zapatero no están por lo mismo? ¿Qué es lo que hace que unos digan que lo suyo es servicio y lo del contrario es ambición desmedida? Hipocresía pura hipocresía. Muy probablemente Gómez y gran parte de sus compañeros hayan iniciado ya su particular travesía del desierto, eso es lo que probablemente les espere al final del camino mientras Trini, en su probada obediencia al gran jefe siempre estará a cubierto, nunca pasará frío. Me encanta que aún queden políticos que estén dispuestos a jugársela contradiciendo a sus jefes. A lo dicho, me reconcilia con la profesión porque miren ustedes, previo a tener una ideología, previo a las conveniencias, previo al ser más o menos de izquierda está eso que antes se llamaba ser hombre, o mujer, que viene a dar lo mismo. Es la coherencia con el proyecto de vida que ningún aprendiz de César tiene porque cercenar con una simple orden. ¿Resistirá el empuje de La Moncloa? Me gustaría que así fuese.

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