martes, 29 de junio de 2010

Bajo el peso de la realidad





Esta es una semana para no tomar vacaciones, es para vivirla en primera línea porque ni siquiera lo del mundial, sería lo más lógico, invita al estado vacacional.

He opinado aquí muchas veces sobre el fútbol profesional y el desapego que siento hacia él, pero de ahí a chuparme el dedo e ignorar el valor intrínseco que tiene hay un abismo.

Circulo por una ciudad llena de banderas constitucionales, más en los barrios obreros, que en el centro, y a mí, me parece muy importante ese dato. Las fachadas son rojas y amarillas. A medida que camino hacia el centro rico, las banderas van escaseando. Unos amigos míos que tienen una pareja, compañeros de trabajo, muy "nacionales" y añorantes de un régimen que por su edad no vivieron, me comentaban que estos ciudadanos estaban quejosos de que ellos que siempre habían llevado la banderita en relojes, llaveros y prendas de vestir deportiva habían tenido que sufrir acusaciones de fachas por esa razón. Su amargura, al parecer, así se me confirmaba por estos amigos, surgía de la sensación que tenían de haber sido despojado de algo propio.

La gente está al mundial, este torneo vehicula la necesidad para muchos de escape, de huida del entorno agobiante y de pertenencia a algo. En algún sitio leí, no se hasta que punto tendrán razón, de que si España ganaba el mundial tendría una repercusión en el PIB del 0,3% tan solo por el aumento de la demanda interior. También he escuchado que lo que de verdad articula al ciudadano estatoespañol, permítaseme esta licencia lexical, son los triunfos deportivos y sobre todo el fútbol. Ahí se encuentran la mayoría de los ciudadanos desde Estaca de Bares a Cartagena, desde Ayamonte a Port Bou.

Mientras, en la superficie, los acontecimientos del día a día siguen su propia dinámica. El Tribunal Constitucional ha resuelto ya los recursos sobre el Estatuto de Cataluña, escribo temprano y aún no tengo información suficiente sobre el asunto, pero si he escuchado las reacciones de algunos de los mas directos implicados. No soy catalán, no me puedo poner en su piel aunque quisiera y por lo tanto no puedo censurar la sensación de agravio que puedan sentir.

Tengo tendencia a pisar tierra firme y mancharme los zapatos de tierra y barro, de ahí mi pesimismo antropológico: Solo los sueños y confundir la realidad con los delirios te hacen ser un optimista antropológico. Considero lógico, normal que el ciudadano catalán con un fuerte sentimiento de pertenencia, o sea el nacionalista o cuasi nacionalista, se sienta mal, no entiendo en cambio que los rojos de esa tierra, los que abandonaron cualquier referencia a la izquierda en su siglas (IC-EV) y los que aún se siguen llamando socialistas se pongan a la cabeza de la manifestación. Que existe oportunismo y electoralismo nadie lo duda aunque ese populismo tiene el vicio de conducir a toda la izquierda hacia la confusión, de eso sabe mucho la IU estatal a propósito de las actuaciones en Euskadi sus correligionarios vascos de EB. Esa izquierda catalana hace ya mucho tiempo que dobló la bandera roja y la colocaron muy plegadita en un armario para amarrarse a otro símbolo, tan nacional como el que tienden a censurar en otros ámbitos.

La izquierda en Cataluña galopa o quiere galopar con la misma intensidad que la derecha catalana hacia la Marca Hispánica carolingia o los condados medievales. Andreu Nin como buen trostkista se vió impulsado a buscar una coartada en España y Cataluña a las tesis leninistas, mas bien trostkistas, del derecho a la autodeterminación de los pueblos, puesto en solfa por Rosa Luxemburgo. Para ello hizo un paralelismo entre las tesis de Rovira y Virgili de la liberación de los pueblos y la liberación de los hombres. Ambos eran liberadores y de ahí estableció el maridaje entre socialismo y nacionalismo. La realidad fue mas pedestre. Trostki, comandante general del ejército rojo, impulsó esa idea para sumar a la revolución y a la guerra civil territorios y etnias de la Gran Rusia. Como sabemos, eso fue un viaje de ida y vuelta, hueco, vacío, porque al final quien allí mandaba no eran los pueblos si no el Comité Central. La autodeterminación solo pudo ejercerse, y no sin tensiones, una vez liquidado el imperio soviético. No los entiendo, solo en el marco del oportunismo y electoralismo es explicable la agitación en la calle contra la sentencia propuesta por un Montilla travestido de santa indignación.


¿Qué nos queda en esta nación, pais o estado? No es posible pensar en el futuro y solucionar los problemas del presente cuando todo se pone en cuestión. Hacen falta certezas, puntos donde poder fijar la palanca y mover hacia el futuro esta gran piedra que es España. No todo puede ponerse en cuestión, para donde mires la sombra negra de la crisis todo lo cubre; Instituciones, partidos, sectores sociales, educación, estado del bienestar, sindicatos, medios…

Esta mañana me entero que unos sindicatos demasiado pesados para correr, me sugiere esta figura la imagen de esas personas que avanzadas de peso y enfundadas en un chandal ajustado corren agitados por un parque cualquiera, se han visto sobrepasados en la huelga convocada en el Metro de Madrid. Los recursos más válidos para el éxito en una huelga general ya no están con nosotros, hace mucho tiempo que abandonaron la casa común sindical para hacer sindicatos corporativos. Es la lógica consecuencia de la centralización exacerbada y el igualitarismo paralizante de unos, y el egoísmo y el mirar para sí de otros. Hoy sabemos un poco más de porque la necesaria huelga general fue aplazada al día 29 de Septiembre. Hay miedo, muchísimo miedo, a que la realidad pinche, desinfle y deje sin efecto ese enorme zeppelin que son los sindicatos. Miedo a que se descubra que tras esa enorme estructura ganada a fuerza de diálogo y “concertación” y que tanto ocupa, solo existe aire o gas. Creánme, el sindicalismo sobrevive tan solo en las secciones sindicales de las grandes empresas y en comprometidos sindicalistas en esta o en aquella empresa, no desde luego en esos espacios de sedes burocratizadas disfrazadas de territorialidad en las que se dedican a tareas que nada tienen que ver con la actividad sindical tradicional.

Desde luego no es una semana, para el que pueda, de perderse en cualquier playa, tumbado al sol y despreocupado. Demasiadas cosas están en juego, y demasiadas personas salen cada mañana a la calle tratando de buscar una solución a su vida.

Leer más...