viernes, 2 de septiembre de 2011

El síndrome Pétain y la analogía con el caso español





¿Fue Pétain un patriota? No busquen esa nueva patología en los libros , me la he inventado yo, pero he ahí un hombre que hizo lo que hizo, según sus confesiones, por amor a la patria y a su pueblo. Él estaba convencido de ello, pero el tribunal que le juzgó llegó a una conclusión muy diferente. Le condenaron a muerte por traición al pueblo, a su patria, a Francia…

Entregó su país a la Alemania hitleriana. Lo hizo en cómodos plazos de entrega; Primero el territorio, luego “prestó” trabajadores para la industria militar alemana, mas tarde colaboró con el sistema policial, la Gestapo, entregando a izquierdistas, patriotas y judíos, franceses al igual que él, y por último cedió sin rechistar toda Francia y lo hizo, según él, por la patria.

Temía al ejército alemán tanto como ahora en la Europa del sur se teme a ese nuevo ejército de encorbatados y tirantes que utiliza una munición muy diferente. Ellos, y sus políticos de cabecera ( Merkel, Sarkozy, Cameron, Rutte ), son los encargados de ejecutar los distintos plazos hasta la rendición final en esta guerra incruenta en la que nos hallamos inmersos. Y al igual que como entonces ocurrió con Hitler, ante cada nueva entrega había una nueva insatisfacción en los demandantes.

Tal como hizo Pétain en Francia, se sigue entregando nuevas ofrendas a esos tiburones en nuestra España. La última, es una pieza de tal calibre que ninguno de los intervenidos por la UE (Grecia, Portugal, Irlanda) han considerado necesario entregar por ahora, aunque me temo que algun otro lo hará una vez que ha sido abierta la veda por parte del Reino de España.

La sangre y el terror asusta. Allí, en aquella Francia, la había a raudales. Por eso la analogía no es perfecta, tampoco lo pretendo. Evidentemente el factor español no es Pétain así como Merkel nada tiene que ver con Hitler. Lo que me llama la atención en este asunto es el paralelismo existente, en ambos casos, en la invocación del llamado “bien general”. Los posibilistas de entonces, Pétain y Miterrand entre ellos, invocaban el “mal menor” como justificante de su acción. Otros, a riesgo de su vida, no lo entendieron así, se fueron al monte y lucharon. La historia y la fuerza de las armas puso a cada cual en su sitio. También en España se invoca ese “mal menor” ante otro mayor del que desconocemos todo porque no se han dignado en decirnos en qué consistía.

Los riesgos de ahora son menores, por eso asombra la ligereza con la que algunos entregan armas y bagajes que no han sido pedidos y que esta entrega se haga por una decisión muy personal, a espalda de su gobierno y partido, de quien a todas luces ha perdido el raciocinio político, que en su caso muy particular es como perderlo del todo. Con ello ha arrastrado a un colectivo que para nada está convencido de la utilidad de la medida. Quien así actúa se acerca peligrosamente a esa categoría de locos egregios, de esas personas que viven persuadidos de estar en el mundo para cumplir una misión histórica. Sueños de juventud abrigados a la sombra de las murallas leonesas.

Hoy se consuma un terrible acto de sumisión que es inútil a corto plazo. Se entrega a la izquierda y al país en una ofrenda que será, lo es ya, despreciada por los agraciados. La economía especulativa es la que mueve los mercados, esto no parece ser entendido por la izquierda que ha votado hoy afirmativamente en el Congreso. La derecha si lo sabe, esta reforma es la justificación que precisa para el recorte en los avances de la sociedad del bienestar. El peligro va más allá, si había dudas con el sentido de la constitución, estas se han agravado. Los nacionalistas la rechazan radicalmente y la izquierda real tiene motivos adicionales para considerarla como enemiga de sus intereses.

La economía es voluble, tremendamente voluble y los mercados que hoy aprietan, para obtener beneficios a la baja, cambiaran en un momento dado, y entonces, pedirán fuertes inversiones públicas o guerreras, aplaudirán en ese momento el déficit y el endeudamiento que tanto le conviene, pero claro, eso no es conocido por quien siguió clases no muy bien aprovechadas en dos tardes. ¿Qué haremos entonces? ¿Cambiaremos nuevamente la constitución?

La derecha aplaude, tiene sobradísimas razones para ello, en la constitución se pierde de facto la consideración de España como un Estado Democrático Social y de Derecho. La historia le juzgará como se merece, la izquierda y las clases populares le condenarán en el futuro, no será el único que caiga, en el barro, también estarán aquellos que hicieron de la política una profesión de fe y un modo de vida.

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