lunes, 17 de mayo de 2010

Deuda, cuál deuda?



Al parecer se extiende el sentimiento, tras los resultados de las últimas encuestas, de que mucho han de cambiar las cosas para que no se produzca un cambio de ciclo en la política de nuestro país. En plata, que el final del período Zapatero se percibe en la población como algo cercano.

El déficit público es el talón de Aquiles de la política del gobierno socialista, un déficit que creció a un ritmo exponencial. El problema no estaba en qué cantidad recurrías al crédito sino cuanto podías recaudar para pagar esos créditos. Esa era el dificultad real, sabemos que la deuda en relación al PIB es menor que en otros países, pero es que resulta que la recaudación descendió en 2009 un 37%. De haberse mantenido los niveles de ingreso en caja y las cifras de paro en niveles tolerables el problema no tendría la dimensión actual.

El fin de semana nos deja un nuevo varapalo en la bolsa. Cómo cabe interpretar tras el anuncio del recorte este descenso del 6,5% en un solo día. No obedece tan solo a la retirada de beneficios. Es algo mas, es la expresión de la desconfianza en los inversores, desconfianza que el anuncio de Zapatero no ha conseguido reducir.

Entre tanto, uno tiene que oir como con la mas absoluta de las desvergüenzas Lola Cospedal afirma que el Partido Popular es el partido de los trabajadores y a uno, le lleva los mil y un demonios la desfachatez de esta dirigente política que circula por los aledaños del tardofranquismo.

El Partido Popular de seguir así las cosas, va a recibir un regalo en la forma de una fruta madura que le caerá del árbol de la política. Nadie ha derribado la fruta del gobierno, es ésta la que cae y acaba en manos de unos holgazanes que solo tienen que hacer un leve movimiento para recogerla. En unos años, cuando se estudie este período la coincidencia general señalará cuatro elementos capitales en la peculiaridad de la crisis en España, a saber: El modelo productivo español y la base del crecimiento de los últimos años, sustentado en el monocultivo de la construcción y su implicación vía hipotecas en el desorden de nuestras entidades financieras. En segundo lugar, el no reconocimiento del estado de crisis en su tiempo lo que impidió de facto la adopción de las medidas adecuadas en tiempo y forma. Y en tercer lugar, la especial conformación del gasto público en España derivada del Estado autonómico. Y en cuarto lugar, algo estrictamente político, la tendencia general en cualquier líder que haya tenido este país de acabar siendo un césar en su propio partido. Todas las presidencias, salvo la de Calvo Sotelo, han acabado del mismo modo, en la autosuficiencia y megalomanía de los líderes que les ha llevado a despreciar el trabajo colectivo y la de los respectivos "senados" de los partidos que corrieron como condenados, todos, a colocar la corona de laurel en las sienes de su máximo dirigente.

Cuando uno piensa que en la base de la caída de la cotización de Telefónica de estos últimos días está también los deseos de comprar el 30% que Portugal Telecom tiene en la operadora brasileña de móviles Vivo por 4.500 millones de euros, adquiere entonces la auténtica dimensión del papel residual que el Estado y lo público tiene en este mundo en el que nos toca vivir.

4.500 millones de euros. Telefónica, con una deuda de 40.000 millones de euros, recurre nuevamente al crédito, que tiene ya conseguido de bancos, algunos españoles, para comprar un 30% de una operadora en Brasil y mientras, el Estado español, se encuentra contra las cuerdas y con él, ocho millones de familias por poner cinco mil millones de euros más en la reducción del déficit para estos dos años. Esa es la España que nos han regalado los gobernantes de los últimos veinticinco años.

Las empresas españolas deben a bancos y particulares 1,3 billones de euros. De ellas, las del IBEX que son multinacionales españolas, salvo, quizá, Arcelor Mittal deben 273.000 millones euros, empleados básicamente para compras en el exterior y que solo reporta a España el impuesto de sociedades. A estas empresas no le han puesto límites de ningún tipo en el recurso al crédito y compras en el extranjero, de ahí viene su deuda, aunque en el interior podamos ver redes de telecomunicaciones mas caras, menos modernas y útiles que en Europa o redes de conducción eléctrica que cada dos por tres dejan a millones de usuarios sin servicio o una legión de prejubilados que han ido a la calle para la mayor gloria y posibilidades en la inversión exterior. Es la deuda país la que alarma, no solo la deuda del Estado.


No es el endeudamiento de las familias situado en 900.000 millones de euros la parte del león, ni siquiera la deuda del estado que es de 560.000 millones de euros.

Grecia en la reducción del déficit ha tenido en cuenta figuras impositivas para las rentas altas, Portugal igual, y en Francia, se está estudiando gravar también, por parte de un gobierno de derechas, a las rentas altas. Aquí, a una leve insinuación en el marco de lo ambiguo, como siempre, por parte de Zapatero sobre el posible reparto de las cargas a otros sectores se contestó desde Economía que no se modificaría la imposición de esas rentas. Es cómo vas a pagar tus deudas y los recursos que tienes para ello, no la deuda que tengas.
Existe un temor reverencial al capital y sus movimientos en este país, temor del que participa desde los primeros tiempos cualquier dirección que el Partido Socialista haya podido tener. Demasiados temores: Temor al capital, temor a la judicatura, temor a tocar el pasado.

A los únicos que no se les teme es al pueblo llano, a los funcionarios, a los parados, a los trabajadores. Ellos son los paganos en todo. El futuro está ya aquí, sera un futuro no grato para los socialistas pero hay que trabajar ya con la vista puesta en un tiempo nuevo en el que las políticas llevadas hasta ahora y responsables políticos, algunos de ellos muy nuevos, habrán de ser amortizados. Es el tiempo del final de un determinado modo de hacer política basado en el personalismo y la intuición en vez de la participación democrática, la responsabilidad y la reflexión.

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