martes, 18 de mayo de 2010

Mi vida es cosa mía y mi salud, más




No fumo, pero soy un fumador. Mi relación con el tabaco data de lejos. La situación es esta, fumé mi primer cigarrillo en mi ciudad natal, allá abajo entre las piedras del Balcón del Atlántico de Larache cuando tenía catorce años y lo hice como correspondía a la fase gregaria en la que me encontraba conjuntamente con otros compañeros del colegio. Habíamos bajado a ver un cachalote moribundo que la marea empujó hacia la costa. Lo recuerdo, era un ANFA mentolado, luego cayeron otros, el Casa Sports y el Olympic con filtro. Una vez mi padre y mis tíos que trabajaban en un astillero en la ribera del río Lucus localizaron un alijo de Camel sin filtro junto a una embarcación varada, al parecer los contrabandistas, lo habían abandonado cuando la vigilancia aduanera marroquí les perseguía. Eran tiempos duros, aquel tabaco abandonado y colocado adecuadamente en el “mercado secundario” pudo proporcionar algo más de bienestar durante algún tiempo a unas familias que dueños de almadrabas y astilleros explotaban de modo miserable.

Luego, siendo mayor, el tabaco me ha permitido momentos inolvidables fumándolo y viendo como otros lo fumaban. Soy algo mitómano, a la hora de elegir una foto de Albert Camús para el blog escogí esa en la que se le ve fumar.

De ahí mi relación con el tabaco. Ahora no fumo pero reconozco que soy un fumador. Pienso, sin tener conocimiento para ello, que el fumador adquiere la misma relación con el tabaco que el alcohólico con el alcohol. Uno puede dejar de fumar y estar años sin fumar, pero sabe que en cuanto coja un cigarrillo se precipitará de nuevo por la pendiente.

Desde los treinta, hace ya treinta y uno, mi relación con el tabaco es la misma que uno tiene con ese amigo al que sabe que no debe frecuentar pero al que recurre esporádicamente cuando le hace falta. Me explicaré, fumo de uno a tres meses y luego, permanezco sin fumar un año, dos, tres, la vez que mas estuve sin fumar fue ocho años. Algunos pensaran ¿Cómo es posible que habiendo estado ocho años sin fumar, vuelva a ponerse un cigarrillo entre los labios? Pues cosas que pasan. En realidad en toda mi vida es posible que no haya fumado de continuo mas de tres o cuatro años.

Él esta ahí, y yo estoy aquí, ambos lo sabemos, a nuestro modo nos conocemos y respetamos. Cuando fumo suele ponerse pesado, me afecta a las vías respiratorias y es entonces cuando decido darle puerta hasta la próxima y le agradezco el que no se ponga pesado. En definitiva que el abandonarlo me resulta fácil.

Ahora el “socialismo en el poder” al hablar así, doy por supuesto que existe otro. Pues bien, al “socialismo en el poder” le ha dado por ser un socialismo moralizante. Hay muchos proyectos morales circulando por el mundo y cada cual tiene el suyo. En el proyecto moral del gobierno, algo que es inusual porque la moral tradicional del socialismo para nada afectaba a los comportamientos individuales, se contiene lo que debemos de hacer y lo que no, lo que hay que hacer costumbre a fuerza de difundirlo por parte de múltiples voceros y lo que debe ser intolerable. Lo que es estético y lo que no lo es.

Yo le pido otra cosa a mis gobernantes. Cuando deposité mi voto y antes, cuando me afilié, quise que se defendieran mis derechos como trabajador, que a mí y a los de mi clase se les apoyara con políticas adecuadas, ¿Se llama obrero?, Que me diera mejores condiciones de vida. No quiero que me diga lo que está bien y lo que está mal. Igualmente no me gusta la estética del Vogue y del Vanity que tanto se frecuenta o el pantalón camel tan habitual en los mítines por parte de los oradores, esa nueva estética del socialismo me desagrada. El amigo Kurtz manifiesta su sorpresa ante un comité de las juventudes socialistas del País Valenciano en el que no se pudo cantar la internacional porque pese a que la chuleta fue repartida entre los miembros del comité, estos, no se la sabían y por lo tanto no la cantaron. Así están las cosas. Mientras a los jóvenes se le esté dando este sucedáneo de socialismo como consumo habitual, vamos dado.

Comparto el que no se deje fumar en los lugares públicos. Los no fumadores no tienen porque soportar el humo. Apoyo que en bares y restaurantes esté prohibido el fumar, pero igualmente reclamo lugares exclusivos para aquellos que quieran tomarse una caña y disponer de una sobremesa entre el humo del tabaco, aunque tengan que poner un cartel grandísimo en su entrada en la que se diga que ese local está habilitado para uso exclusivo de fumadores y para los que no siéndolos, quieran ir.

No admito, en cambio, que las cajetillas de tabaco se adornen con fotos en la que se expongan todo tipo de males de tal modo, que el comprar una cajetilla, sea el equivalente a llevarse una colección de estampillas propias de casquería. El que va a comprar, va a comprar de modo consciente, somos mayorcitos. Es su libertad, buscará un rincón en el que envenenarse, pero es su opción, y nadie tiene derecho a amargarle, aun más, ese tránsito.

Mi amigo Miguel, fumador de puritos y muy comedido él en esa afición, aventura que el gran negocio será la venta de pitilleras. Yo voy más allá, debería de habilitarse la posibilidad de comprar cigarrillos a granel. La próxima vez que vuelva al tabaco, cosa que doy por segura, lo mismo que la retirada, iré con una bolsita a comprar el paquete y con la misma desarmaré la cajetilla, la tiraré en el mismo estanco, sin ver lo que pone, y depositaré los cigarrillos en la bolsa de plástico. Mi salud es cosa mía y no admito que el gobierno se meta en ello, pago mi seguridad social y pago mis seguros médicos, así que lo comido por lo servido.

Y al gobierno que también pensó, en un momento dado, retirarnos del vino le recomiendo que atienda a otras cuestiones y de poner algo, que ponga en las entradas de las minas fotos de accidentes con el grisú, en los muelles y puertos fotos de ahogados, en los concesionarios de coches lo mismo con accidentes mortales y restos diseminados y así hasta el infinito con cualquier actividad. Hay cantidad de riesgos que vienen impuestos, ahí está el número creciente de accidentes laborales inabordables por la falta de inspectores de trabajo y hay otros riesgos que uno asume voluntariamente con sus aficiones y modo de vida, pero eso, si se paga, es cosa de cada cual y a ningún gobierno le debería estar permitido traspasar el sancta sanctorum individual.

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