martes, 12 de enero de 2010

La derecha, la izquierda y Sarkozy







Resultó que ante la confusión reinante en la indagación de hasta donde abarcaba la derecha y hasta donde lo hacía la izquierda y cuáles eran sus límites, se llego a una conclusión simple. Se reduce. Concretemos, se reduce la cuestión como si de una fórmula algebraica se tratara. Hablemos, se nos dijo, de conservadores y de progresistas. Así, de este modo, el asunto puede ser entendido hasta por un niño: Los conservadores quieren dejar las cosas como están, los progresistas, queremos cambiar el estado de las cosas porque no nos gusta como están. Veis que fácil.

A partir de ahí, el sentido de la política es interpretable. No hay una sola vara de medir. En un principio, el cambiar el estado de las cosas en la sociedad se entendía como acciones decididas en favor de los sectores mas desfavorecidos o débiles de la población, ahora se suele interpretar como la ampliación de las libertades colectivas. La crisis de la socialdemocracia – ¿En qué radicaba esa crisis?- dio paso a una nueva interpretación de la mano de algunos pensadores; Bobbio, Giddens etc. representantes hasta entonces de los que en el argot partidario se denominaban socialiberales. La nueva versión de izquierda es, consiste, en la “ampliación de las libertades” y en una práctica tomada del conservadurismo compasivo la “Igualdad de Oportunidades”.

Del como queda la economía poco más se supo, solo esa versión que es una constante en todos los países y en todas las economías; El crecimiento. Todo lo confiamos a las posibilidades de crecer aunque sea a coste de errores futuros.

Siguiendo con este ejercicio de definición hay otro que se suele llevar mucho ahora; Que haya un reconocimiento tácito en el ser de izquierda en función de una historia, de un color, de un sentimiento o de una aceptación como tal por parte de un grupo o sector y esto suele ser independiente de la intensidad en la realización política. O lo que es lo mismo, como esto lo hacen los que son herederos de la izquierda de toda la vida, luego lo que hacen es en realidad cosa de la izquierda.

Hay una última, por definición negativa, es poner en relación la política propia con la que se le atribuye a los competidores. Es decir, somos izquierda porque los otros, nuestros competidores, son de derechas.

Mi caso es particular y, sin ser creyente, me inclino más por la consabida prueba del algodón y recurro al precepto bíblico: “Por sus obras les conoceréis”.

Invito a los lectores a tomar en consideración algunos datos que son prioritarios para tratar de discernir lo que es ser de izquierda o ser de derecha, progresista o conservador. Dejemos de lado las interpretaciones de los filósofos, sociólogos o politólogos atengámonos a lo concreto, a las obras, a lo tangible y no tanto a las intenciones. De este modo, se sería de izquierda o de derecha en unas determinadas condiciones de niveles de renta, de desarrollo económico y democrático los ratios de cobertura en una serie de parámetros que tienen que ver, entre otros, con las condiciones de vida y el bienestar de los ciudadanos de un país.

Para analizar este aspecto el instrumento más adecuado sería el Anuario Estadístico de la Unión Europea 2009.

Me dedico a realizar pues la prueba del algodón y constatar que veinte años de gobierno socialista no han sido suficientes para que nuestros niveles de cobertura social se acerquen, mínimamente, al de los gobiernos de la “derecha” en la Europa occidental. Se nos puede decir que los ocho años de gobierno del PP supusieron un retroceso. Es posible, pero en tal caso, habría que decir que no fueron lo suficientemente definitorio de nuestra situación actual. Más bien, nos bastamos solitos la izquierda, mejor dicho, se bastan solitos los que nos gobiernan para que sigamos en la situación de desfase pronunciado con otros países europeos.

Esto pasa en la que, se dijo ahora hace dos años, era la economía que había alcanzado a Italia y hacía temblar a Francia. Lo triste es que nunca hemos salido de ese furgón de cola en el que nos codeamos, desde hace ya muchos años, con los ratios del bienestar de Grecia, Portugal y, por supuesto, nuestros nuevos vecinos del Este.

Durante tres años, el superavit presupuestario de los gobiernos de Zapatero fue destinado, sobre todo, a disminuir la presión fiscal siguiendo el clásico esquema liberal y justificado con una nueva acepción a registrar en los anales del pensamiento socialista: “Bajar los impuestos es de izquierda”

Sarkozy es un tipo de “derechas”, un “conservador”, pero hay cosas que me gustan de él. Su inconformismo social; Ha roto con la imagen en lo privado que es esperable de los dirigentes no solo de la derecha sino también de la izquierda. Forma un gobierno y no duda en llamar a seis socialistas, con gran disgusto de su propio partido, para que pongan su inteligencia al servicio de Francia. No tiene empacho alguno en enfrentarse a la patronal francesa aumentando las prestaciones sociales con la implantación de nuevas figuras impositivas sobre el capital. Si, sobre el capital. Quiere iniciar un proceso de “refundación del capitalismo” en el que se establece una limitación en los bonos de los directivos de las grandes corporaciones. Hoy por hoy eso me gusta, aunque Sarkozy sea el inmundo tipo de derechas de toda la vida que nos ayudó, entre otras cosas, a establecer una nueva política en relación con el terrorismo etarra y la presencia internacional de España.

Pues por eso me gustan algunas cosas, que no todas, de Sarkozy, sobre todo ese aplicarse en una de las divisas clave de la revolución francesa; La fraternidad, aquí la podemos traducir por solidaridad. Para ser justos también habría que reseñar algunos excesos que durante su época de ministro de interior tuvo pero lo cierto es que su viraje político tras su elección como presidente de la República ha sido evidente. También añadamos las políticas incorrectas que puede montar de cara al futuro en una persona imprevisible. Pero esa no es la cuestión, estamos hablando de algunas políticas de Sarkozy que revientan las costuras de la derecha y deja en evidencia a la izquierda oficial.

Una última cosa, una noticia leída en El País me ha hecho pensar y escribir este post. Sarkozy ha sido el primer presidente de la República Francesa en plantar cara a las elitistas escuelas superiores francesas, la ENA entre ellas, algo a los que ninguno de los anteriores gobiernos socialistas franceses se atrevió. Según una nueva norma que prepara el gobierno Sarkozy, estas escuelas que son las encargadas de formar a las élites francesas, atentos a este dato, las que proveen de cuadros a todos los partidos políticos, estaban reservadas tan solo a los pudientes, tendrán que abrir un 30% de su matrícula a los estudiantes de extracción humilde becados por el gobierno. Todo un disparo en la línea de flotación del sistema de castas que nos gobiernan bajo el paraguas de la libertad.

Chocante ¿verdad? Sobre todo en un país, este, en el que los privilegios de las clases se siguen perpetuando independientemente del gobierno que en cada momento nos toque: Notarios, bufetes, colegios profesionales, cátedras, abogacía del Estado etc todo un entramado dedicado en cuerpo y alma a consolidar el sistema. Aquí no nos hace falta nobleza, las camarillas y capillas se encargan de ir colocando a cada hijo en el sitio en el que estuvo el padre.

Gran hallazgo aquél de “El algodón no engaña”. Para los discípulos de Santo Tomás, entre los cuales me encuentro, ya no somos unos pocos los locos que necesitamos meter nuestros dedos en la llaga de los datos para saber donde nos encontramos realmente. Huir de la palabrería, del mitin constante, del entusiasmo ciego por los colores y el seguidismo acrítico no solo es una muestra de libertad sino también de inteligencia. Exigir el cumplimiento de la razón del porqué y para qué se está en política es un deber.

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