viernes, 27 de noviembre de 2009

A propósito de dignidades




Al no ser nacionalista no se que puede pasar por la cabeza de quienes así se sienten. Tampoco puedo saber que tipo de sensaciones tienen cuando se les lleva la contraria sobre algo, en lo político, que ellos definen como propio.

A mi, las palabras como pueblo (lo que se llama patria chica), provincia, región y nación me dejan frío. Igual me pasa con los símbolos y los colores como representación de territorios o colectivos. Siento algo de simpatía, solo simpatía, por los colores rojo y negro, así mezclados, pero tampoco le doy mayor importancia.

Recuerdo que cuando se aprobó la constitución europea, mi interés era saber si había algo parecido a la ciudadanía europea, con la finalidad de que si me era posible renunciar a la española y hacerme, en cambio, ciudadano europeo.

Me hacía ilusión eso de que en un control de la guardia civil o de la policía local me pidieran el carnet, para poder enseñarle un bonito carnet azul, supongo, que dijera “ “nacionalidad europea”, sería lo mas cercano a ser “ciudadano del mundo”.

Cerca de mi pueblo, que está situado en una inmensa llanura, algunos se empeñan en excavar, es un decir, el único montículo que en esa zona existe. Se trata de encontrar algo parecido a un castro que dicen que hay. Creo que tratan de encontrar los restos del paso de los que habitaron hará unos 2.500 años. El único interés para mí en el asunto sería el saber para que estaban, que hacían y como se ganaban la vida. Como símbolo, nada creo que aporte al presente o al futuro de mis vecinos.

No soy nada identitario. Cuando veo al equipo de fútbol de mi ciudad o de España jugar puede que sea uno de los pocos que solo se fija, sin pasión, en como juegan, si es bonito o no, el dinero que ganan y lo atontado que tienen al pueblo en general. Las identidades y los símbolos me ponen nervioso y me inquietan. Me pase algunos de los años de mi vida, como otros, levantando el brazo mientras oía un determinado himno y saludaba a una bandera que el alumno de turno izaba en el patio del recreo. Otros días, nos llevaban a la capilla en donde debíamos de arrodillarnos ante un altar y un crucifijo. De todo aquello guardo un recuerdo triste y es por eso, que ahora todo lo que signifique tierra, símbolos y colores referidos a un colectivo o territorio me pone los pelos de punta.

Respeto al Tribunal Constitucional porque fue la voluntad de un pueblo expresada en un momento. Por igual, respeto la decisión del Parlamento de Cataluña, la voluntad de los catalanes expresada en las urnas y el voto mayoritario del Congreso de los Diputados sobre el Estatuto de Cataluña. A la primera de estas instituciones ni la presiono ni la aplaudo en sus decisiones. Esta ahí y hace su trabajo, y hay que dejar que lo haga.

Hasta me parece bien que presionen, se sientan ofendidos y amenacen no se bien con que catástrofes para todos si al tribunal se le ocurre invalidar el estatuto. Hasta me parece bien que eso lo hayan dicho una serie de directores de medios a los que había que considerar señores bastante sesudos aunque supongo que algo le habrán dicho los propietarios de esos medios que a su vez son señalados miembros de la burguesía catalana.

No tengo ni idea del Estatuto de Cataluña. No soy experto en derecho constitucional. Pero estoy verdaderamente harto de todo el lío montado a su alrededor. Maldigo la hora en que se quito el recurso previo de inconstitucionalidad…de la que nos habrían salvado.

Pienso que hay mucha pesadez en torno a este asunto y eso cansa y lo mismo advierto en cuantos me rodean. Me cansan tanto como los que hurgan en Don Pelayo, los Reyes Católicos, Wifredo el Velloso, Breogan y Aitor, aquél patriarca al que desde el monte Aralar se le ocurrió llegar hasta los verdes valles del norte de la en otra hora llamada por los romanos Iberia, con el objeto de “fundar allí su linaje”.

De lo que diga el tribunal nada me inquieta en un asunto que dura ya tres años. No creo que la unidad de la “patria” se ponga en cuestión si deciden en un sentido, como tampoco creo que los Mossos de Esquadra realicen un ataque en cuña sobre Barbastro o Jaca si sale lo contrario.

Lo único que deseo es que me quiten de una vez esta pesada piedra de encima porque ya huele.

Hace tiempo que me percaté de que no vivo en un estado, vivo en uno de las diecisiete comunidades que conforman ese estado, que tiene leyes propias que hace que mi familia tenga una sanidad, una educación, una industria y unas ciudades que son mas pobres que la de la de otras autonomías fronterizas. Un estado constreñido por la presión de unos territorios que continuamente están diciendo: ¿Qué hay de lo mío?, y por una legión de burócratas establecidos en la lejana Flandes que por cada día que pasa, hasta nos dicen de como debemos caminar por la calle.

Que dicten de una vez y que con el resultado, cada cual haga lo que le de la real gana, pero que nos dejen en paz de una santa vez a los que sienten como fundamental preocupación el acabar con el paro, para que los ciudadanos, de ese modo, puedan ser algo más felices. Esa es la gran dignidad.

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