viernes, 9 de julio de 2010

Bajo el peso del calor




No es fácil encontrar una semana mejor que esta para poder contemplar el profundo divorcio existente entre la España real y la España oficial de los boletines oficiales, radios, televisiones y periódicos. La mayoría del pueblo español, independientemente de la España entre las diecisiete en la que se sienta ubicado, experimenta emociones y preocupaciones muy similares.

Esta semana ha sido el mundial el que ha movido mareas en torno al televisor, la caña o el refresco. Siempre pensé que el tremendo protagonismo que la política vive en los medios no se correspondía con las inquietudes de la gente. En gran medida a los ciudadanos les preocupa la educación, la economía, el empleo o la vivienda pero no la encuadran en lo que podría denominarse una preocupación estrictamente política o al menos, no la entiende así. Política es lo que hacen los políticos. Es algo ligado a la aspiración personal y las apetencias de poder de determinados individuos y grupos.

Es buena o es mala esta consideración ciudadana hacia la política. Personalmente creo que es mala pero lo cierto es que hay razones de peso para que eso sea así. Los políticos son necesarios porque si no fuese así, la abstención sería mucho mas de la que es pero creo que los ciudadanos se acercan mas a considerar a los políticos, en la acepción que antes he mencionado, como algo inevitable si queremos vivir democráticamente y si algo ha demostrado hasta ahora el pueblo español es su defensa de la democracia como forma de gobierno.

Avala esa percepción de disfunción el caso siguiente: Mientras a preguntas de periodistas todo un presidente de la Generalitat de Cataluña y un alcalde de Barcelona, socialistas ambos, hacían equilibrios sobre el alambre y en cierta medida el ridículo, a propósito de su vinculación personal a la selección española de fútbol o sobre si poner o no una gran pantalla para que se siguieran los partidos, casi cuatro millones de catalanes seguían, y en gran parte vibraban, con los resultados de la selección. En esa fuga que los socialistas catalanes siguen hacia una especie de irredentismo o arcadia nacional van dejando en la cuneta, solo por seguir manteniéndose el poder, sus ya poco perceptibles señas de identidad. Es la política del no importar el ser si no el estar.

En el otro flanco, desde la izquierda no se consigue resolver una serie de enigmas que la democracia española tiene. No nos explicamos como una gran parte de conciudadanos nuestros en la región valenciana toleran el nivel de corrupción que penetra hasta los tuétanos de la clase política gobernante. Cómo es posible que a pesar de la que está cayendo, de la cantidad de causas abiertas a políticos del Partido Popular, de la caída de la calidad de vida, los niveles de fracaso escolar, la existencia de una sanidad considerada como la peor de España, en las encuestas que se realizan el Partido Popular siga ganando en Valencia, Castellón y Alicante. ¿Qué está pasando aquí?

Cuando el caso Naseiro, pudimos ver transcritas unas palabras de un alto cargo del Partido Popular en Valencia que confesaba que él estaba en política para forrarse.

Es muy posible que en ese creciente relativismo moral en el que todos nos encontramos instalados, la ciudadanía haya tomado como lema propio el “Dame pan y llámame tonto”. Es mas que factible que mientras íbamos, sobre todo en el levante mediterráneo, sobre la cresta de la ola de especulación salvaje, el empleo en la construcción, las jornadas interminables, los audi y los bmw, todo se podía consentir a esa grey que nos dirige. Al fin y al cabo, la política era una cosa de políticos y éstos, ya se sabe como son. Supongo que eso es lo que se dirán gran parte de los votantes.

Dar la vuelta a todo esto es una tarea difícil. El resultado final de un proceso muy similar al nuestro ya hemos visto hasta donde ha llegado. Ver lo que ahora es Italia y pensar en nuestro inmediato futuro puede que sea lo mismo. En este caso, el español, habría que multiplicar el problema por diecisiete. Hay una clase política voraz, insaciable, que reclama su derecho a ser cabeza de ratón en unos casos, y en otros, la solución al problema de sus ambiciones amparados en una vuelta al XIX.

Tan difícil es la solución, que de solo pensar en ello da una pereza infinita. Dejémoslo para Septiembre. Carpe Diem, si. Siempre que uno pudiera permitírselo habría que hacerlo. Tome la mano de la persona amada y contemple el azul del mar si puede, intente buscar ahí su verdad de las cosas, seguro que la encontrará.




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