lunes, 21 de febrero de 2011

Sindicatos: La hora del cambio



Los medios han anunciado que para el mes de Marzo el gobierno aprobará mediante decreto, si los sindicatos no se avienen a un nuevo trágala, la supresión de la revisión salarial tomando como base el IPC. Por otro lado, se quiere eliminar este índice como fundamento de la subida salarial. Se ligaría, en el caso de darse o reconocerse, a los incrementos de productividad.

Es lo que pide Alemania, también Francia, y eso es lo que se va a hacer. Si se quiere el incremento del fondo de sostenibilidad de la UE para las economías que lo precisen, España puede necesitarlo, tendrá que haber compromisos de mejora de la productividad y competitividad. Eso es lo que nos dicen los que mandan. El gobierno español al contrario que otros paises europeos ha dicho amén a esto como antes tambien ha asentido a otros requerimientos.

El sistema vigente en nuestro país de revisión salarial es el único que puede garantizar el mantenimiento del poder adquisitivo. Un sistema automático que se incorporaba a la negociación colectiva.

Durante los últimos quince años los convenios firmados fuera de las grandes empresas giraban en torno a la revisión o incremento salarial, funciones, reestructuración de grupos, la incorporación de las disposiciones legislativas sobre igualdad, salud y medio ambiente y algunas otras cuestiones derivadas de los acuerdos interconfederales. En España, las pautas en la negociación colectiva la venían marcando los acuerdos que se conseguían en las grandes empresas y los procedente de la firma de los acuerdos interconfederales

La eliminación de este procedimiento supondría poner patas arriba el marco de la negociación colectiva, algo para lo que no están preparados los sindicatos que laboran fuera de las grandes empresas.

La negociación de los incrementos salariales en función de la marcha de cada empresa no se podrían disociar de otros condicionantes como son el estado general de la economía y la tasa de paro. Si no existen disposiciones legales objetivas que fuercen a las empresas a tomar en cuenta factores como beneficios, facturación, oportunidad de la deuda empresarial y la inversión, la tendencia general resultante será el descenso de las rentas del trabajo en la riqueza nacional en el curso de los próximos años.

La negociación en España nunca ha sido entre iguales porque una de las partes, se encuentra lastrada por un exceso de demanda de empleo por lo que su fuerza negociadora es muy débil.

Tras la aprobación del Estatuto de los Trabajadores y la LOLS las dos grandes confederaciones siguieron una vía que reforzaba la centralización de las decisiones. Del funcionamiento de sindicatos autónomos se pasó a los sectores cuando había grandes empresas y donde no las había, fueron las federaciones la que asumieron el protagonismo. Las secciones sindicales en las pymes perdieron protagonismo en la negociación colectiva mientras que las federaciones negociaban convenios colectivos provinciales.

La desaparición de los convenios colectivos provinciales tal como se pretende con la reforma dejará esta tarea en las manos de los comités allí donde los haya y donde no, será competencia de los delegados de personal. En el peor de los casos, se volverá a la negociación individual. No me detendré en relatar las nefastas consecuencias que esta solución tendría para el conjunto de los trabajadores.

Es un golpe definitivo que puede acabar con el sindicalismo en las pequeñas empresas sino se cambia el actual monolitismo de las organizaciones. Dar la respuesta adecuada supone una revolución interna que solo será posible con dosis de mayor democracia interna y mas eficacia sindical. Si los actuales sindicatos no se reforman, serán otros los que en el futuro atenderan a los empleados; surgirán gabinetes de apoyo y asesoramiento que una vez contratados por los trabajadores negociaran por estos. Los casos presentados ante los tribunales y la inspección de trabajo por parte de abogados laboralistas independientes superan a los realizados por los abogados sindicales en las grandes capitales y eso, es todo un síntoma.

Hacer frente a esta amenaza debería suponer una revisión de la política organizativa y de acción sindical seguida hasta ahora por las dos grandes confederaciones. Ante el nuevo marco habría que avanzar en la unificación de ambos sindicatos y acabar con ese esfuerzo vano y caro que supone la confrontación en las elecciones sindicales. Descentralizar, otorgando mayor poder a las secciones sindicales, profundizar en la democracia interna y dar una mayor importancia a una formación sindical técnica que sirva para la interpretación de balances y de la economía en general. En el nuevo tiempo no tiene sitio el dirigente sindical, secretario general de una federación provincial, asalariado, atrincherado en su despacho y con mentalidad de funcionario de la organización. Será necesario separar radicalmente lo que son las funciones de control de las propiamente ejecutivas. Se demandará una mayor tecnificación y diligencia en los que tengan el cometido de negociar.

Nos encontramos ante una encrucijada, veremos como la resuelven quienes tienen que hacerlo.

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