jueves, 17 de marzo de 2011

Juventud y política



Ser joven fue durante mucho tiempo sinónimo de inconformista. La punta de lanza en la lucha por la igualdad, la ampliación de libertades, el control de los gobiernos y las protestas ante los abusos de los poderosos fueron iniciativa de los jóvenes.

Si nos detenemos un momento y observamos los movimientos sociales de estos dos últimos años en diversos países del mundo, desarrollados o no, vemos que han seguido lo que nos ha parecido una constante histórica.

Las protestas ante los recortes sociales que han tenido lugar en Europa recayeron casi en exclusividad en los jóvenes franceses, ingleses y griegos que movilizaron a su vez a los sindicatos. El pasado fin de semana fueron portugueses los que en una multitudinaria marcha reclamaron su derecho a la educación y al trabajo. Más todavía, en los países del norte de África los jóvenes establecieron redes de contactos que pusieron en marcha una cadena de manifestaciones para la defensa de sociedades más abiertas y con más oportunidades que vienen teniendo desigual fortuna. Son iniciativas de la sociedad civil que han movilizado hasta donde ha podido aunque de manera intermitente y sin vocación de permanencia.

Con ocasión de las catástrofes naturales en Japón y los problemas surgidos con la centrales nucleares en ese país se ha revitalizado el movimiento antinuclear en Europa, nuevamente son los jóvenes los que actúan como vanguardia en Alemania, Francia y de modo incipiente en los Estados Unidos. Todos estos movimientos dan fe de la existencia de jóvenes inquietos, inconformistas, preocupados por sus países y por el futuro que les tocará vivir y que será de modo inexcusable su futuro.

¿Es algo inusual todo esto? Por supuesto que no, diríamos que lo realmente raro sería lo contrario, que ante un mundo en permanente convulsión en el que se está decidiendo un nuevo modelo de dominación y acumulación del capital que les va a afectar muy duramente permanecieran quietos. Justamente eso es lo que ocurre en nuestro país, lo que pasa con nuestros jóvenes, la quietud más absoluta ante un abismo al que no se le encuentra fin.

Recientemente mencioné en este blog el gran impacto que en Francia había tenido un folleto, así lo denomina su anciano autor, el ex resistente francés y seguidor de Albert Camus, Stephane Hessel (Indignez vous). En el librillo hacía un llamamiento para que los jóvenes franceses tuviesen un papel más activo en la denuncia de este modelo de sociedad y para que fuesen más activos en pro de cambios sociales y económicos.

Estos dos aspectos son inseparables, porque al parecer, lo único que se demanda de la juventud en este país es que sean guardianes de las esencias patrias, petición esta efectuada por la derecha y el catolicismo militante o que abracen, sin más, los cambios culturales de diverso orden que operan en nuestra sociedad, recomendación esta última que viene desde la izquierda.

Para nada quieren los promotores y los partidos políticos que respaldan estos movimientos de derecha e izquierda que la juventud sea en lo fundamental un agente de cambio. Si me apuran diría más, sería la izquierda en el poder la que menos proclive es a que los jóvenes se movilicen en demanda de lo que, según ellos, “corresponde en justicia a las instituciones a la que siempre se debe de respaldar en las iniciativas que llevan a cabo” (Nuevas Generaciones y Juventudes Socialistas). Hoy las juventudes de los grandes partidos no son las "moscas cojoneras" que en el pasado fueron, al contrario, hoy conforman el núcleo esencial de la guardia pretoriana que protege el poder de los mayores, a los que brinda su apoyo a cambio de una promoción para seguir haciendo lo mismo.

A resulta de todo ese cambio cultural España tiene hoy la juventud mas conformista y adocenada de su historia. Es chocante ver como un alto porcentaje de nuestros jóvenes en edad de trabajar o estudiar vagan por nuestras las calles sin nada que hacer, sin nada que reclamar, sin nada por lo que protestar. Si nos adentramos algo más en el problema y atendemos los estudios de opinión realizados podemos hojear el sondeo del CIS de 2009 – muy ilustrativo- o el estudio realizado por la fundación SM “Los jóvenes españoles 2010”. La conclusión que se deriva de ambos nos ofrece un retrato muy ajustado sobre sus niveles de preparación, trabajo e inquietudes sociales y políticas.

Es evidente el fracaso de nuestro sistema educativo, el actual y los anteriores. Sumémosle a esto la relajación de muchas familias en la observancia de los progresos educativos o sociales, en la medida de hacer a los jóvenes más comprometidos con la sociedad y tendremos el cuadro final de la inoperancia de un sistema basado en una alienación que ha sido alentada por muchos.

No existen manos inocentes o casualidad en este estado de cosas. Nuestra juventud ha sido entrenada, vehiculizada en este sentido por parte de las “manos fuertes” políticas y no políticas de nuestra sociedad. Ha habido un proceso de culturalización al que no han sido ajenos tanto medios de comunicación como las grandes organizaciones que han situado al deporte nacional o local, la música, la moda, la diversión y el pasárselo bien entre las grandes preocupaciones de los jóvenes españoles.

Tenemos un grave problema en nuestro país. Hemos contribuido a forjar una generación en gran parte resignada y conformista. Las familias no son ajenas a este estado de cosas. Dicen algunos, aunque hay estudios internacionales que no avalan para nada esta opinión, que tenemos una de las generaciones mejor formada de la historia pero si eso fuese así, sería una generación incapaz de luchar por su comunidad y que tan solo trata de solucionar, cuando del futuro se trata, su particular problema. Cambiar esa situación exigiría reconocer errores, formular un gran pacto nacional y desandar parte del camino seguido durante los últimos veinte o veinticinco años, una tarea a la que, de seguro, muchos de los que deberían de impulsarla no estarían para nada dispuestos.

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