jueves, 26 de agosto de 2010

Afganistán y otras cosas




De verdad, lo de ayer me ha asustado. El atentado terrorista en una base española de Afganistán en el que fueron asesinados dos guardias civiles y un traductor me ha hecho reconsiderar, ya del todo, mi posición ante el altruismo compasivo con el que quieren revestir nuestra intervención allí. Toda muerte violenta es sumamente dolorosa, pero cuando se hace en nombre de la paz a ese dolor hay que añadir el estupor de la sorpresa.

En España, aunque pueda parecer lo contrario por la cantidad de actos terroristas que hemos tenido en nuestro suelo, no nos hemos acostumbrado a la muerte tanto de los servidores públicos, como la de aquellos que prestan un servicio a los demás de modo desinteresado. Como pueblo no estamos acostumbrados a eso, no estamos convencidos de su utilidad y no tenemos la capacidad de sacrificio suficiente para asumir riesgos por razones de Estado.

Lo cierto es que no guardamos la misma proporción, en cuanto que ciudadanos, que los naturales de otros países tienen cuando se producen muertos o secuestros de los servidores de Estado en el exterior. En otras naciones como Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, por citar algunos, se asiste con un mayor estoicismo a estos sucesos por motivo de sus campañas exteriores. No digo que esto sea lo deseable, digo que ellos lo suelen contemplar como gajes del oficio, exactamente igual como cuando nosotros asistimos a los centenares de muertos caídos del andamio o los accidentes de carreteras sin inmutarnos lo más mínimo. Estas desgracias mortales en otros países no comporta seísmos internos de tanta intensidad como los que nosotros tenemos.

Cuando la crisis de los rehenes en Irán, al principio del régimen jomeinista, el problema para los líderes americanos, que eran muy sensibles a su opinión pública, consistía no tanto en el riesgo sobre la vida de las personas allí retenidas, como la humillación que los iraníes estaban infringiendo a los Estados Unidos. Ni tanto ni tan calvo.

Cuando escuche y ví por televisión en el día de ayer la noticia, pude comprobar, lo pudimos hacer todos, como una turba de afganos trataban de atacar la base española. No eran tres ni cuatro, era una masa ingente de afganos armados de palos y piedras que se enfrentaban a los disparos de la policía afgana que protegía la base.

Allí no nos reciben con palmas y laureles así que los portavoces gubernamentales deben de ahorrarse toda esa retahila con la que a menudo nos obsequian sobre lo agradecidos que nos están los afganos. A estos les importa un comino los criterios y motivos que los occidentales utilizamos para seguir estando allí. Quieren que se les deje en paz con sus burkas, con la marginación de sus mujeres, el ensañamiento con las niñas y con una interpretación de la religión que le embrutece, con sus trapicheos y contrabandos y con las voladuras de los signos de otras religiones. Es lo que ellos quieren. Las revoluciones y cambios culturales solo a ellos les pertenece y ellos deberían de ser los encargados de llevarla a cabo. No somos quienes, para imponerles nada.

La retirada de Irak tenía trampa. Vamos a decirlo claro y el que suscribe, se que esto no les debe de importar a muchos de los que me leen, está hasta el gorro de los tomadores de pelo que nos gobiernan. La trampa consistía en dedicar tantos soldados como podríamos tener en Irak a otro conflicto, al de Afganistán. Allí hay una guerra que yo no se si hemos declarado pero que es hora ya de preguntarse porque estamos allí.

Siempre que salta el tema del burka en España me acuerdo del motín de Esquilache. El ministro italiano de Carlos III prohibió el uso de la capa larga en España porque una sociedad avanzada, se decía ya entonces, no podía permitirse el caminar a pleno día entre embozados. No es que bajo un burka o un velo entre en una dependencia municipal un terrorista, caso que se puede dar uno entre un millón. No es eso. El problema es de otra índole, y es que una sociedad avanzada no puede permitirse el tener manifestaciones externas medievales y opresivas bajo la apariencia de cultura o religión. Cuando oigo a un socialista mantener una especie de "compresión" ante estas manifestaciones culturales me chirría como en tantas otras cosas los engranajes.

Nuestra contribución a la política exterior americana sigue siendo la misma que con Aznar. Que no me vengan con cuentos chinos de que si una cosa obedecía al contubernio de las Azores y lo otro es de Naciones Unidas, para los efectos, muerte e imposición, es lo mismo. Para ese viaje no hacía falta tantas alforjas, bien se podría haber levantado ante la bandera en aquel dichoso desfile porque el lavado de aquél gesto nos está costando bastantes vidas.

Los sucesos de Qala-i-Naw tienen una dimensión distinta y hay que contemplarlos como tal. España debería iniciar la retirada de aquél país, entre otras cosas, porque los afganos están acostumbrados a saldar sus cuentas de otro modo. Sobre la presencia occidental en aquél ámbito, siento lo mismo que ante las narraciones de misioneros que se embarcaban para convencer, sin miedo al martirio, a paganos en contra de su voluntad.

Y hablando de presencia exterior. Después de pagar a Al Quaeda del Magreb, después de liberar al secuestrador que iba, muy ufano él, en el jeep con los secuestrados, después de haber tenido en un puño a este país y pendientes una mañana al levantarse de oir como dos compatriotas habían sido asesinados, después de que el resto del mundo nos diga que hemos financiado a los terroristas y que como país no hemos mantenido el tipo (yo lo confieso, también hubiera pagado), después de todo eso, los de Barcelona Acció Solidaria sacan pecho y como si fueran legionarios dicen ¡Seguiremos! Ahora irán por barco. Pues nada, que les acompañe en su lavado de conciencia la Marina de Guerra para evitar que los secuestren la división naval de Al Quaeda. El gobierno debe de sentar a estos onegistas y decirles que hay otros medios, sistemas y mecanismos para dar rienda suelta a su solidaridad, cualquier cosa antes de emplear toda una vistosa caravana para llevar sus donativos, existe el dinero y este viaja de maravilla. No se porqué puñetas tendemos a que el ser de izquierdas y tener sentido común a un tiempo parezca lo más difícil del mundo.

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