lunes, 14 de febrero de 2011

El mito de las "revoluciones democráticas" del norte de África



Las manifestaciones de júbilo en Occidente por la caída de los dos sátrapas de Egipto y Túnez suenan cada vez mas distantes. De la primera alegría y las satisfacciones por la marcha de dos de los guardianes que Occidente tenía en esa zona se pasa a un entorno de mayor preocupación. Razones: El éxodo tunecino y las primeras medidas de los militares egipcios.

Hemos vivido todo el proceso como si en verdad se abriera una ventana a la libertad de esos pueblos y me temo que nuestras esperanzas pueden quedar un tanto devaluadas en el medio plazo. Occidente se felicitó, y mucho, por la caída del régimen prosoviético de Najibulá en Afganistán y por la marcha de Pahlevi en Irán. Las sillas que a la fuerza dejaron libre no fueron ocupadas por quienes los bienpensados demócratas radicales de occidente creían en un principio, tanto Afganistán como Irán ha sido, y son claros ejemplos, de lo que puede significar lo revolucionario en los países musulmanes.

En unas sociedades en las que brilla por su ausencia los sistemas de protección social institucionalizados y que se significan por un altísimo nivel de desempleo la verdadera fuerza está en los colectivos islamistas de socorro que crecen en los entornos de las mezquitas y barrios.

Son estos colectivos los que proporcionan asistencia sanitaria, social, educativa e, incluso, en la provisión de alimentos entre la gran masa de la población. Es una tremenda paradoja de que sea precisamente otro aliado de Occidente, Arabia Saudí, la que alimenta el radicalismo islámico sunnita que luego, una vez en el poder, se juega el país de turno con el otro radicalismo, el chiita, apoyado siempre por Irán.

Nos felicitamos por lo sucedido en el norte de África. Tengo la impresión, y no ligera, de que esos cambios si bien tienen su origen en la presión de fuerzas populares, ha contado con la colaboración nada despreciable del ejército que con su “neutralidad” ha contribuido a los cambios. Todo lo contrario de lo que ha sucedido en Irán, país en el que el ejército, la policía y la guardia revolucionaria aplastó un movimiento de tanta intensidad y fuerza como el ocurrido recientemente en el norte de África.

Conozco la sociedad marroquí, estoy al tanto de lo que ocurre allí, tengo amigos y vengo observando los cambios que en ella se vienen produciendo en los que la influencia de los sectores vinculados al integrismo islámico adquieren por día que pasa una mayor fuerza en la sociedad.

Es evidente que el cordón sanitario impuesto por Occidente rememora la vieja estrategia del imperio romano acerca de los bárbaros en sus fronteras. Esas vallas no funcionan porque es el propio pueblo el que se encarga a la larga de reventarlas bajo la presión del hambre y la falta de horizontes.

Hay temor en los sectores más aperturistas y laicos de Egipto y Túnez. Una vez más asoma la contradicción y la dificultad de entender la realidad de los países musulmanes con las categorías de Occidente. Podría pensarse que esa gente estaba vinculado en su totalidad a los regímenes corruptos y eso no es exactamente así. Sorprende en Occidente el éxodo de tunecinos, algunos vinculados al antiguo régimen pero en el que también están personas muy preparadas.

Las transiciones controladas por el ejército y por lo tanto por occidente se han puesto en marcha, el modelo al que todos aspiran aquí es el turco, un islamismo de fachada que ha de servir para modernizar esas sociedades, acabar con la corrupción, la emigración ilegal y que en un plazo de diez o quince años, eso es lo mas importante para Occidente, aporte los suficientes consumidores con el que seguir aumentando la gran bola del sistema. Es una respuesta arriesgada, quizá esa sea la única salida, pero esos países no son Turquía son algo muy diferente, algunos de ellos siguen viviendo en un estado feudal en el que la religión en su plano más brutal y el aumento de la población impone sus condiciones.

Las cosas no suceden porque sí, la transición española no surgió de la presión de la base, por mucho que nos duela, se amparó en ella. El muro de Berlín no fue derribado por un pueblo ansioso de libertad y las revoluciones en los países árabes tienen su origen en un nuevo modelo de seguridad, mas digno y respetuoso con los derechos humanos desde luego, pero que no deja de ser, no nos engañemos, un diseño controlado, todo ha sido muy sospechoso, en especial la reacción del ejército. Habrá que ver como sale.

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