martes, 5 de enero de 2010

Abert Camús, 50 años de su muerte; Democracia y Modestia




Se cumplen 50 años de la muerte de Albert Camús en un accidente de automovil. Hoy, Francia entera, rinde tributo a Camús como literato, filósofo, humanista, y ferviente defensor de la libertad. Los lectores de este blog saben de la vinculación del mismo con el pensamiento de Albert Camús y por ello, es lógico que se sume a este acontecimiento.

El artículo que reproduzco fue publicado por Camús en el periódico Combat en Febrero de 1947.

Camús no oculta sus críticas al partido socialista de entonces (SFIO) y Thorez (PCF). Las críticas de Camús hacia los socialistas tenían su fundamento, no olvida cuatro años después que la mayoría de la SFIO entregó el poder, sin luchar, a Petain. No olvida en el presente que narra el marco cerrado a la crítica que en su interior hay, no olvida la falta de atención a los intereses de la ciudadanía y si en cambio la predilección por los propios como “corpus politicus”.

Reproduzco este artículo porque, para mí, aquél tiempo de penuria, con una clase política establecida en su parnaso, henchida de soberbia, y totalmente desprestigiada ante la ciudadanía, era bastante similar al tiempo que hoy nos toca de vivir en nuestro país.


DEMOCRACIA Y MODESTIA

El parlamento reinicia sus sesiones. Van a recomenzar los arreglos, los regateos, las triquiñuelas. Los mismos problemas que nos abruman desde hace dos años, van a ser llevados a los mismos callejones sin salida. Y cada vez que una voz libre intente decir sin pretensiones, lo que piensa de ellos, un ejército de perros guardianes, de todo pelo y color, ladrará furiosamente para tapar su eco.

Nada de esto es divertido, por supuesto. Felizmente, cuando uno solo mantiene esperanzas razonables, no se siente desfallecer. Los franceses que vivieron plenamente los diez últimos años aprendieron al menos a no temer por ellos mismos, sino solamente por los demás. Ya han pasado lo peor. De ahora en más están tranquilos y firmes. Repitamos, pues, tranquila y firmemente, con esa inalterable ingenuidad que se tiene a bien reconocernos, los principios elementales que nos parecen los únicos apropiados para hacer aceptable la vida política.

No hay, tal vez, ningún régimen político bueno, pero la democracia es, con toda seguridad, el menos malo. La democracia no puede separarse de la noción de partido, pero la noción de partido puede muy bien existir sin la democracia. Esto ocurre cuando un partido o un grupo de hombres creen poseer la verdad absoluta. Es por ello que el parlamento y los diputados necesitan hoy una cura de modestia.

El mundo de hoy hace evidente todas las razones de esta modestia. ¿Cómo olvidar que ni el parlamento ni ningún gobierno tienen los medios para resolver los problemas que nos acosan? La prueba esta en que ninguno de esos problemas fue abordado por los diputados sin que se pusiera en evidencia la querella internacional. ¿Nos falta carbón? Es porque los ingleses nos niegan el de Rhur y los rusos el del Sarre. ¿Falta pan? El señor Blum y el señor Thorez se echan en cara las toneladas y los quintales de trigo que nos hubieran debido proveer Moscu o Washington. Imposible mejor prueba de que el parlamento y el gobierno no pueden por el momento desempeñar más que un papel puramente administrativo y que Francia, en fin, es un país dependiente.

Lo único que se puede hacer es reconocerlo, extraer de ello las consecuencias que convienen y tratar, por ejemplo, de definir en común el orden internacional sin el cual ningún problema interno se arreglara jamás en ningún país. Dicho de otro modo, seria necesario que nos olvidáramos un poco de nosotros mismos. Esto daría a los diputados y a los partidos un poco de esa modestia que caracteriza a las buenas y verdaderas democracias.

Demócrata en definitiva, es aquel que admite que el adversario puede tener razón, que le permite, por consiguiente, expresarse y acepta reflexionar sobre sus argumentos. Cuando los partidos o los hombres están demasiados persuadidos de sus razones como para cerrar la boca de sus oponentes, entonces la democracia no existe mas. Cualquiera que sea la ocasión para que se manifieste la modestia esta es saludable para las repúblicas. Hoy Francia, no tiene ya los medios para ser poderosa. Dejemos a otros el cuidado de decir si esto es bueno o malo. Pero es una coyuntura. A la espera de recuperar ese poderío o renunciar a él, le queda aún a nuestro país la posibilidad de ser un ejemplo. Pero solo podrá serlo a los ojos del mundo proclamando las verdades que puede descubrir en el interior de sus fronteras, es decir afirmando, por el ejercicio de su gobierno, que la democracia interna será aproximativa en tanto no se realice un orden democrático internacional y planteado en principio, finalmente, que ese orden, para ser democrático, debe renunciar a los desgarramientos de la violencia.

Son estas -ya se habrá comprendido- consideraciones voluntariamente inactuales.

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