viernes, 3 de diciembre de 2010

Carta abierta a los miembros del Comité Federal del PSOE



Sabido es que entre ustedes, a juzgar por las resoluciones que aprueban, pocos quedan ya de los que en el pasado forjaron su ideología en condiciones difíciles. Suele ocurrir, aunque no en todos los casos, que una militancia curtida en situaciones de miedo educa no solo la voluntad de resistir, sino que también proporciona una coherencia interna y el rechazo de las actitudes oportunistas. Sólo quedan ahí los que acompasaron ideología, inquietudes y militancia al ritmo que marca la necesidad de sobrevivir.

Sin embargo, la tónica general del pasado de ese lugar en el que ustedes se sientan fue diferente. Había tantos modos de entender la izquierda y el socialismo que las circunstancias eran bien distintas; Los miembros en el Comité Federal se seleccionaban de otro modo, la elección provincial para ese órgano al igual que la de los delegados a los congresos por parte de las agrupaciones confería más autenticidad e independencia. Con el cambio surgido en los ochenta y la continua centralización del poder la designación para listas, ejecutivas y órganos de control estructuraron los cargos de modo piramidal. La democracia tiene eso, se ha vuelto tan genérica que hasta el dictador norcoreano puede decir que no ha designado como sucesor a su hijo, que lo ha hecho el Comité Central del Partido Comunista y por ende, el conjunto del pueblo de Corea del Norte. Recordemos que aquí, funcionó durante mucho tiempo algo muy típico que se llamaba democracia orgánica. En realidad en el PSOE, no se elige de abajo arriba, sino todo lo contrario, son los del escalón de arriba los que seleccionan a los del escalón inferior. La excusa siempre es la misma: Se necesitan equipos de confianza.

Quizás no sean ustedes tan culpables de la situación, porque al fin y al cabo son clones de aquel que los eligió para tan alta función. Son el efecto de una misma mente, de una misma voluntad expresada a través de multitud de cuerpos y manos que se alzan al unísono cada vez que el líder precisa ratificar, por cualquier causa, su opinión.

Solo de ese modo cabe una explicación sobre las circunstancias acaecidas durante los tres últimos años. Les he visto aplaudir de modo entusiasta las medidas sociales. He leído resoluciones sobre cerrar filas en defensa de la mujer, de los irakíes, de los homosexuales, de los pobres de solemnidad en un reciente pasado. Les he visto transitar sin pudor desde el “no pasaran” dirigido por Zapatero a los mercados, al capital y a los especuladores hasta aprobar de forma convincente lo contrario pocas semanas después. Les he visto argumentar una cosa y la contraria sin solución de continuidad, según se marcaban los rumbos desde La Moncloa. Ustedes se equivocan al mismo compás que lo hace el secretario general de su partido y lo curioso es que saben de sobra que se están equivocando pero es indudable que seguir al líder pesa más, tiene más interés que la justicia de lo que aprueban.

No hay otro modo de concebir el juego político que garantiza la democracia si no es mediante la existencia de partidos políticos. Los intentos de democracia y libertad al margen de los partidos políticos han acabado en sueños imposibles de realizar, o en dictaduras. Decir democracia equivale a, entre otras cosas, decir libertad de expresión, reunión, prensa y participación de la ciudadanía mediante el voto. Tenemos un problema. Desconozco la intensidad de este problema en otros países occidentales, sé que también lo tienen, algo he leído al respecto, pero dudo de que por ahí fuera la situación adquiera los caracteres gravísismos que hay en España.

Ha sido lugar común el comentario de que la discrepancia interna - no hablamos de disidencia, que es otra cosa - era castigada por el electorado. El futuro de los partidos, que es tanto como decir el futuro de la política democrática, no está en manos de una uniformidad a la búlgara sino en todo lo contrario.

La coincidencia plena, el cierre de filas, la voz que habla en nombre de todos - incluso han existido casos curiosos de que un no-cargo (De la Vega) o una no-militante (Salgado) que se han pronunciado en nombre del partido - han conseguido que las decisiones del uno fueran las decisiones de todos. Lo negativo no pertenece a quien lo propuso sino también, a los que ciegamente respaldan. No hay la menor concesión a la esperanza, a la de aquellos que pueden no creer en las personas, pero si en las ideas. De los que son escépticos con los dirigen pero no con el instrumento. Las consecuencias son fatales, lo que ustedes no aprecian si lo hace una ciudadanía que asiste estupefacta a esas unanimidades, digámoslo, antinatura.

Ese proceder es el culpable de que hoy día los políticos sean considerados como el tercer problema de este país. No he hablado de los otros, pero este mal es común a muchos de los partidos que operan en la política española.

Quizás ustedes no sean muy conscientes de que si en el PSOE hubiese una mínima contestación interna, una puesta en cuestión de lo que el líder y su ejecutiva no nombrada decide, las cosas serían bien diferentes. Sería la semilla del futuro, la posibilidad para muchos de los que piensan que se pueden hacer cosas diferentes y de que las ideas están por encima de las personas.

¿Se puede pedir algo menos que la coherencia con las ideas? Avalan la peor política que pueda realizarse. En nombre del socialismo van a dejar, sin pestañear siquiera, que 800.000 ciudadanos dejen de recibir una ayuda de hambre, la ayuda de los 426 euros.

Si permiten eso, merecerán pasar al pozo negro de la historia. Serán la vergüenza de todos aquellos que sufrieron cárcel y murieron por las mismas ideas que ahora dicen que defienden. Solo les queda una salida, ustedes ya saben cual es, si lo hacen aún será posible, los ciudadanos así lo ratifican en las encuestas, el salvar algo los trastos, también, sus propios trastos.

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