jueves, 3 de febrero de 2011

La gran farsa de la reforma de las pensiones




La perversión del lenguaje es un lugar común en el que se han establecido los partidos políticos. Comulgar con ruedas de molino dice la expresión popular.

La lejanía de la ciudadanía de los políticos, más visible en la exigente izquierda social que en la derecha, tiene también mucho que ver con eso. El franquismo partía de una idea central: El ciudadano español no es tal, no es ciudadano en la medida de que era incapaz de ser autónomo desde el punto de vista político y social. Había que proteger al español de sí mismo, nos decían, y para ello todo era necesario, las mentiras continuas, la cárcel, los asesinatos y la explotación.

Cuarenta años después nuestros políticos también piensan que los españoles no gozamos de la ciudadanía plena. Necesitamos un tutelaje, ya no son los brutales y expeditivos métodos del franquismo, ahora se emplea la mercadotecnia, el lenguaje y las maniobras de distracción como medio para reconducir a los respectivos rebaños hacia un determinado pensamiento y voto.

Estricta necesidad, políticas inevitables, son los latiguillos con los que suelen argumentar. La doble óptica sobre asuntos sencillos y fáciles de interpretar, la negación de lo evidente como última expresión y sobre todo la mentira, la mentira expresada en muchos casos con la mayor de las solemnidades y trascendencia.

En muchos políticos, los mayoritarios sobre todo, existe la percepción de que es tan compleja la res publica que el ciudadano común no está capacitada para entender la formidable maraña de hilos, corrientes e intereses entre los que se mueven las sociedades modernas.

Esta perversión de la democracia aleja a la ciudadanía de la política. Hay un doble alejamiento; El ciudadano cabreado con el partido al que siempre ha votado por las políticas seguidas y el que, a pesar de la perfección de las técnicas sociológicas empleadas, no se resigna a ser el tonto útil en toda esta historia porque es capaz de discernir lo suficiente sobre lo que pasa y lo que le dicen.

Ahora le toca a los sindicatos mayoritarios seguir la misma senda. Dos frases, solo me remito a dos frases; “Ha merecido la pena” (Toxo), "Para nosotros, el 2 de febrero no se entiende sin la fecha del 29 de septiembre [día del paro general]" Méndez. ¿Qué se ha pactado? ¿Supone un avance? ¿Se puede argumentar, tal como dijo Toxo, que la negociación ha sido un triunfo porque se ha conseguido recortar las pretensiones, valga la redundancia, recortadoras del gobierno?

Los sindicatos pudieron comprobar el pasado día 29 de Septiembre el lugar que realmente ocupaban en el imaginario de los trabajadores. Años de contemporización y burocracia pasaron su factura. Una nueva convocatoria hubiese sido la puntilla para una gestión que cabe calificar como desastrosa de las cúpulas sindicales. Cuando hablo de cúpulas sindicales no hablo tanto de Toxo y su ejecutiva más Mendez y su ejecutiva como de las cúpulas que realmente tienen el poder en los sindicatos; Las grandes federaciones y las grandes uniones. Es ahí donde radica el poder sindical. El grado de relación de estas estructuras con ministerios y gobiernos autónomos sumados a los programas firmados con la administración introducen no pocas dosis de “realismo político” en las decisiones que han de tomar.

El gobierno, a pesar de los aparentes logros en relación con el apremio a la cajas, la reforma de pensiones y la consiguiente reducción de la prima de riesgo, iniciativas todas ellas de cara a los mercados, no consigue transmitir a la ciudadanía, a su electorado, la sensación de que las cosas van a mejor. Todo lo contrario, las exigencias de aumento de capitalización de las entidades financieras restringirán y encarecerán aún más el acceso al crédito y el aumento del paro, aunque se siga insistiendo que es estacional, vienen expresando de modo cruel cual es la situación interna.

Los sindicatos renunciaron, de modo definitivo, a ser unos de los anclajes de la dignidad, tanto por lo firmado como la obscena argumentación que han realizado del acuerdo. Nunca ha sido un triunfo rebajar (?) lo malo, porque por mucho que se haya reducido la primer iniciativa del gobierno lo logrado sigue siendo malo para quien así lo sufre. La estrategia del gobierno ha sido muy clara, ha tirado por alto para acabar obteniendo lo que desde el principio había querido. Todo muy burdo. Al final, han otorgado lo que en la negociación sindical se llama una salida digna, una guinda aquí y otra allí y la posibilidad de asegurar aquello que realmente importa a esa macrodirección sindical que antes hemos mencionado.

El trabajador debería de saber, lo sabe, seguro que lo sabe para mayor inri de los sindicatos, que con lo firmado no podrá tener, cuando se jubile, una pension aceptable. Si quiere seguir manteniendo un status similar al que tenía cuando trabajaba tendrá que dedicar parte de su exiguo salario al futuro. Según Inverco (patronal de la inversión en seguros y pensiones) los fondos dedicados en estos momentos a las pensiones complementarias y seguros son de 90.000 millones de euros. La inversión anual en estos activos no exceden del 12% de las rentas globales dedicadas al ahorro mientras que en Europa es del 35%. Se espera que con esta reforma los trabajadores intensifiquen el ahorro en pensiones. Los bancos y las empresas de seguros aspiran a gestionar una no despreciable cantidad de medio billón de euros en breves años. Ahí radica, por mucho que se niegue y se diga lo contrario, la necesidad de esta última reforma. Métanse en uno de estos tinglados y acabaran preguntandose constantemente donde queda la rentabilidad prometida mientras ve como crecen los beneficios bancarios y la rentabilidad de otros productos.

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