lunes, 19 de abril de 2010

Bailar al son que le toquen




Cada domingo en la última página de El País y al lado de ese gran cínico, muy admirado por mi, que es Manuel Vicent publica sus entrevistas Karmentxu Marín.

Karmentxu administra su espacio dominical siguiendo siempre una rutina muy parecida domingo tras domingo. No es estrictamente un cuestionario pero le anda muy cerca, las variaciones, pocas, tienen relación con la profesión u ocupación del entrevistado. Estos, suelen ser siempre profesionales, artistas y algo más de políticas que políticos. Así que si no es usted destacado en lo mencionado anteriormente olvídese de aparecer por ahí, no es un lugar para seres anónimos. He observado que su técnica consiste en preguntas muy ceñidas en las que el margen de maniobra de sus entrevistados y entrevistadas es muy escaso. Algunas veces, y en relación con algunas de las cuestiones, se nos ofrece alguna que otra faceta desconocida del sujeto.

Todo se desarrolla en un clima de complicidad donde entrevistadora, entrevistado o entrevistada aparentan ser colegas o conocidos de toda la vida.

Esta circunstancia alcanza su climax en una pregunta que se repite constantemente cada semana; Si es mujer, suele ser ¿A quién invitaría a cenar un sábado por la noche? ¿A quién sacaría usted a bailar? A preguntas de este tipo, siempre a mujeres, han respondido este año Rosa Díez, Inmaculada Montalbán, presidenta del observatorio sobre la violencia de género o la de este fin de semana, Belén Barreiro, presidenta del Centro de Investigaciones Sociológicas entre otras.

Preguntas intrascendentes con algún que otro ingrediente de morbo, muy suave, para darnos a entender que siempre, tras una gran mujer o un gran hombre, por su profesión o mandato, hay detrás una persona “normalita”. En el otro lado, allí reflejado en el papel de la última página de El País sientes a “gente corriente” a pesar del oficio o la responsabilidad que tenga. Aquí, Miguel Álvarez, esta es Belén Barreiros, ex-asesora en La Moncloa de J.L. Rodríguez Zapatero y actual presidenta del CIS. Hola, encantado.

Me molesta el tuteo indiscriminado, no hacia mí, me molesta tutear a personas que no conozco o a las que por su dignidad o edad hay que mantener un cierto respeto.
Por eso, hoy, al ver a la señora Barreiros con un vestido discotequero años setenta, de pie encima de su mesa de trabajo iniciando, por lo visto, un paso de baile me ha hecho reflexionar sobre el estado de la política española y lo trivial que está resultando todo.

Definitivamente no soy de los que piensan que esas manifestaciones de campechanía a ultranza tengan algo que ver con la cercanía y la empatía que se requiere de un político. Sobre todo porque esa falsa camaradería y tras “too er mundo e güeno” consiguiente, si el pobre españolito requiere algo de un político no es frecuente, para nada, ese compadreo. A la experiencia personal de cada uno me remito.

Tengo dificultad para entender estas formas. No voy a decir a causa de qué, porque no lo sé. El exceso de colegueo desde la distancia, desde el otro lado de una cámara de televisión o desde un diario, tiene esas cosas. No quiero ver a mis representantes políticos de levita y con gafas oscuras, no los quiero ver con semblante serio o grave como si lo que hiciesen fuese lo más trascendente del mundo pero tampoco me gusta verlos en actitudes frívolas y menos, cuando el horno no está para muchos bollos.

Esto que expongo, no es a mi juicio, cuestión de derecha y de izquierda, tampoco lo es de ser conservador o progresista. Nada de eso, es simplemente una cuestión de oportunidad y de buen gusto.

El PSOE y el presidente del gobierno, se ha empeñado en una política de igualdad que es merecedora del máximo respeto y aliento, pero hay cuestiones que nada añaden a la dimensión histórica de esa iniciativa. Para nada ayuda en la consolidación de ese proyecto ofrecer una imagen en el que algunas representantes públicas son salen en los medios muy cercanas a lo frívolo lo anecdótico y la cuchufleta.

Lo mismo podría decirse de algunos representantes masculinos. No necesariamente hay que dar la imagen de intrascendente, compañero de cuadrilla y mal hablado para tratar de decirnos que en definitiva, no están tan arriba que son, “uno mas de los nuestros”

Tanto a ellas como ellos le diría que, entre otras cosas, se les paga para que sean útiles al Estado y al pueblo y que entre sus funciones no está la de divertirnos, cubrir una página del ¡Hola! destilando glamour y mucho menos, hacer el payaso o la payasa en el turno dominical o en el que le toque a un simple tintineo de campanilla del o de la periodista.

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