miércoles, 19 de octubre de 2011

La hora es ahora






Aferrarse a lo conocido es muy humano. Sería injusto decir que la aversión al riesgo es propio de conservadores, o aún más, que es una sonora muestra de cobardía. No quiero llegar hasta ahí. A veces resulta ser otra cosa, a veces, es pura conveniencia. El conservador lo es en la mayoría de las ocasiones por utilitarismo. Me refiero con esta observación a ese tipo de personas que estando convencidos de una cosa, suelen optar por lo menos malo en vez de construir, o ayudar a construir, lo que en el fondo consideran mas deseable.

Este país ya desde el inicio de la democracia, desde cuando algo llamado Centro surgió como una alternativa a los sectores más inmovilistas de la derecha, ha seguido un mismo camino. Recordemos. Se necesitaba el cambio de nuestro marco jurídico por un imperativo económico, había que salir de una autarquía. El centrismo de Suarez no fue otra cosa que el intento de modernización de la sociedad española en el objetivo de hacerla creíble a un nuevo entorno económico, al que inexcusablemente debía de incorporarse si quería/querían subsistir. Fue el Fraga de 1975 el que defendió y convenció con ese modelo político a los poderes fácticos. Ese proyecto del ninguneado político conservador, catedrático de Derecho Político, ha resultado ser al final el modelo mas querido por los dos grandes partidos españoles. Es la reedición de la alternancia del XIX español con una leve excepción: Los dos grandes partidos nacionalistas de Cataluña y Euskadi. El gobierno estatal es siempre cosa de dos que suelen escoger siempre que lo necesitan, como segunda pata, a los nacionalistas periféricos.

España, el gobierno estatal, ha estado sometido desde siempre a un bipartidismo asfixiante que ha defendido, en su esencia, un modelo muy similar de gestión económica. Los fuegos artificiales; variaciones sobre la misma partitura con la que marcar el hecho diferencial entre los dos, ha correspondido en el tiempo a esos momentos puntuales marcados en el calendario por el ciclo económico. Fuera de ahí ningún cambio sustancial en la economía de los más desfavorecidos, ha sido posible. Las series de Eurostat y de la OCDE están ahí para mostrarnos la mínima incidencia que la alternancia ha tenido en la configuración de políticas diferentes en lo relativo al bienestar.

La realidad es tozuda. Los dos grandes formaciones políticas son partidos del sistema. No me refiero al sistema democrático, sino al sistema económico que rige y manda en todo momento sobre la política. Como partidos del sistema que son, ambos arbitran, cuando la situación económica se complica, las mismas soluciones. No existe una única salida ante la crisis, hay el interés de los más ricos que indican a los partidos mayoritarios la senda por la que hay que caminar, y también, como se deben de solucionar los problemas económicos.

Podríamos hablar de reconversiones siderúgicas y navales, de privatización de empresas, de bajadas de impuestos a los menos, de subidas a los más, de “racionalización” de prestaciones, de entradas en OTAN, de Irak, Afganistan, Libia y Bosnia. De escudos antimissiles, de ayudas a bancos y de tantas otras cosas más. ¿Qué otra cosa es la socialdemocracia sino un proyecto político que dentro del sistema trata de hacer más llevadera, cuando se puede y hay superavit para éllo, la existencia de las clases mas desfavorecidas? Sirvió durante un tiempo para evitar que Europa fuera algo similar a Cambodia, Vietnam, Indonesia o Cuba pero ahora, cuando el lujo envuelto en pieles surca la plaza de Kremlin a bordo de Mercedes y Bentleys o cuando resulta que los mayores compradores de joyas suelen ser los chinos, se percibe como la hora de la guadaña ha llegado. No hay crisis de la socialdemocracia, la socialdemocracia oficial se ha quedado sin función porque es, en su mas simple rotundidad, un instrumento del sistema venido a menos. La cuerda se ha acabado, no se precisa soltar mas.

¿Quiere decir esto que ya no es necesaria la izquierda? Es evidente que aquella máxima de los revolucionarios del XIX tiene aún vigencia, mientras haya un solo ser humano explotado se precisará de políticas que contribuyan a su redención y eso, y no otra cosa, es ser izquierda.

No ha sido solo la crisis económica la que se ha llevado por delante al gobierno de J.L Rodríguez Zapatero y con él al PSOE, han sido muchas mas cosas sobre las que no voy a insistir porque de ellas he escrito hasta la saciedad. Una previsible derrota que será sin duda objeto de estudios académicos sobre que es lo que no se debe de hacer en política se encuentra a la vuelta de la esquina ¿Ha aprendido algo el PSOE de ello? Yo lo dudo.

Un dirigente socialista con muchos años de experiencia me comentó, tras mi salida del partido, que el temor que existía en el staff socialista era la mas que previsible irrupción con fuerza de unos outsiders de la política (IU y EQUO), y que ese resultado supusiera en el futuro inmediato la pérdida de la relevancia que el PSOE había tenido para el conjunto de la izquierda. Pasar de ser izquierda hegemónica a un simple primus inter pares es lo que está en juego. El PSOE aborda estas elecciones a barba de gato: Por un lado, limitar en lo posible una fuerte pérdida ante el Partido Popular. Por otro, evitar que gran número de sus antiguos votantes vayan a otras fuerzas de la izquierda. El voto últil es la consigna. Ante cada nueva elección el llamado es el mismo, la coreografía es la misma y el recurso a lo emocional es una constante. Es el partido-religión.

Dicen algunas voces que no es el momento de ser valiente, de apostar por nuevas alternativas, de mojarse en lo que uno cree, de arriesgar. Para ese tipo de personas nunca es tiempo para propiciar el cambio. Las encuestas señalan la posibilidad de una mayoría absoluta que puede llegar a significar la derrota mas abultada conseguida jamás por el PSOE. Nada, al parecer, lo/nos salvará de esa debacle. Si ahora no es el momento de generar una nueva izquierda cuando lo será ¿Habrá llegado cuando se esté dirimiendo nun triunfo electoral por tres o cuatro diputados?

Es posible que gran parte de esos tres millones de españoles descontentos, votantes tradicionales de la izquierda mayoritaria, resistan y no caigan en la trampa del chantaje emocional. Personas que han llegado a la conclusión racional de que votar tanto a los unos como a los otros es mas de lo mismo y opten por una salida constructiva. Yo he optado por la alternativa. Entre sentirme utilizado una vez más, quedarme en casa sin emitir el voto, el hacer un tachón en la papeleta o poner mi granito de arena para construir una nueva izquierda, he optado por esto último. Es posible que la izquierda a la izquierda del PSOE no logre nada en estas elecciones, pero me queda la esperanza de que de ahí crezca, en el futuro, un edificio. Eso ocurrió en la Alemania de 1970. Unos “locos” iniciaron un camino y salieron de la casa común del SPD tratando de construir la nueva sociedad con una nueva política. Trascendamos el tiempo, trabajemos para un futuro aunque ese futuro no lo vayamos a vivir nosotros. Será lo que dejemos a nuestros hijos. La lucha merece la pena. La hora es ahora.








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