miércoles, 1 de diciembre de 2010

¡Más madera! ¡Traer madera!




Siempre me fijo en las caras de los socialistas que están detrás del presidente del gobierno en el Congreso de los Diputados cada vez que éste ejecuta un nuevo salto mortal. Escruto sus rostros e intento indagar sobre que estarán pensando en el justo momento en el que Zapatero comunica novedades.

Me consta que gran parte de lo que dice no suele ser conocido en su integridad por los dirigentes del grupo. No digamos nada del resto. El gusto que Zapatero tiene por sorprender a propios y extraños permanece intacto a pesar de las crisis. No hay una sola crisis. Hablemos de la crisis económica, la política, la personal, la crisis de credibilidad y la crisis de identidad.

Esta mañana los dirigentes del grupo permanecían serios y muy preocupados. Todos no, la vicesecretaria del grupo, en su radical ignorancia, sonreía y aplaudía con furor por lo que ella creía que era una estocada del líder en el corazón de un Partido Popular que se vió sorprendido por la iniciativa de Zapatero.

Tenemos la peor de las crisis que puedan darse; Una crisis de identidad. Este gobierno es el tren de los Hermanos Marx en el Oeste, alimenta la caldera con todo tipo de combustible. Al grito de ¡Más Madera! Zapatero arroja a la olla de los mercados hasta la última seña de identidad de la izquierda.

Sus compañeros de viaje, excepto los tontos y las tontas de turno, saben que ese tren nunca llegará a su destino y si lo hace, no tendrán nada que ofrecer a los que al final de la vía esperan.

Es fácil, muy fácil, extraer las consecuencias de un modo de gobernar errático. No solo son los mercados los que aprietan, los mercados aprietan a los que están con el agua al cuello. A los que han venido cometiendo errores tras errores desde hace unos años. Los alegres gastos del pasado, el ir tranquilo en la burra del dinero fácil o el engañarse sobre el alcance y las consecuencias de una crisis tienen esas cosas.

Mientras a las clases populares y al pueblo español se las va llevando en fila al altar del sacrificio, una terrible sospecha se viene abriendo paso en todo aquél que es capaz aún de pensar por sí mismo.

Los mercados demandan credibilidad, quieren seguridad para sus inversiones. Tal vez la solución no sea el seguir ofreciendo más y más. Tal vez el problema sea la cabeza directriz de toda la política ejecutada en los últimos tres años. El capitán es el último que abandona la nave pero desgraciadamente el presidente se ha equivocado de vehículo. Él arroja la carga por la borda porque desea llegar a puerto a todo trance. Se carga a la ciudadanía, se carga a los sindicatos, pobres sindicatos, se carga a los trabajadores y se está cargando al país. Muy posiblemente con otro socialista y sin tantos sacrificios para la ciudadanía las cosas fueran algo diferente. Posiblemente sea él la persona que no ofrece credibilidad a los mercados y a estas alturas, según nos dicen las encuestas, estamos seguros de que tampoco tiene la de sus bases.

No repetirá, la debacle será de tal calibre que lo ocurrido en Cataluña acabará pareciendo una derrota honrosa. Se hundirá pero con él quedará sepultada durante lustros la izquierda de este país. No tiene derecho, no tienen derecho esa pandilla de paniaguados a hacer lo que han hecho con un partido centenario y con la esperanzas de tantos y tantos trabajadores. Un gobierno derrotado, un partido derrotado, una clase obrera derrotada, unos sindicatos derrotados y una juventud incapaz de reclamar y defender su futuro. Ese es el fruto de una gestión, ese es el bagaje que puede ofrecer para la historia.





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