lunes, 25 de octubre de 2010

Del por qué no hablamos de las cosas del comer


Transito por la vida como si fuese un Diógenes cualquiera. Ni quiero confundirme ni quiero confundirles. Al parecer, según nos comentaban los clásicos y los historiadores de la filosofía, Diógenes el Cínico era un dechado de desprendimiento personal, a la vez que un feroz crítico sobre los excesos materiales de su época. Lo de la confusión tiene su razón de ser en que para nada llego, pobre de mí con lo que me gusta la vida cómoda, a las suelas de las sandalias de aquel moralista. Entre otras cosas, porque siempre iba descalzo.

Diógenes fue pobre de solemnidad y lo fue por elección personal. Eso no es lo que ocurre ahora en nuestro país, año glorioso en el que por fin, casi hemos alcanzado el nivel de pobreza del 20%.

Esta bien lo de la Wikileaks esa. Hay que denunciar el abuso de poder y a los asesinos. Me parecen muy bien las protestas por la supresión del Ministerio de Igualdad, o los comentarios que todos hemos volcado sobre el cambio de gobierno y la nueva política del mismo. Lo de la leña al mono que entre todos venimos dándole al alcalde machista es tambíen una cosa buena. Todo eso está muy bien, pero de lo otro, qué.

Los de izquierda leemos a los de la izquierda; Sacamos de ahí temas e inspiración. Nos retroalimentamos. De vez en cuando, nos sumergimos en lo que escriben y dicen los de la derecha. Es parte del combustible que precisamos para seguir carburando y defendiendo nuestras ideas. A ellos, les pasa lo mismo con nosotros. Bueno, lo mismo no, casi parecido. Nosotros abrimos el abanico de nuestras críticas y deseos. Ellos, en cambio, siempre se centran en lo mismo. Si no, que se lo pregunten a Rajoy, que al parecer, ni siquiera conoce al alcalde de Valladolid.

Ustedes - si han llegado hasta aquí - se dirán ¿A qué viene todo esto? Pues verán, resulta que cuando se empiezan a apagar los destellos del fogonazo que supuso el cambio del gobierno debido en parte a esa insistencia del presidente en señalar que el problema era tan solo algo relacionado con la capacidad de comunicar, vemos que las aguas van volviendo, de nuevo, a su cauce. Cuando los comentaristas afines empiezan a decir: Bien, pero de lo otro qué. Cuando se va extendiendo, no en los otros, sino en los propios, que quizás no sea suficiente remodelar el departamento de paquetería, como si este país o el gobierno fuese el Corte Inglés o un Carrefour cualquiera que quiere solucionarlo todo con un nuevo papel de regalo y con lazos más brillantes y bonitos. Cuando el poner todos esos parches no remedia la impresión de que algo falta, es cuando empezamos a sentir nuevamente una sensación de orfandad.

Porque, miren ustedes, el hambre aguza el ingenio y no hace falta mucho ardor para elevar a creencia suprema, entre los que la padecen, el aforismo aquel que decía “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda". La cuestión no es como se vende el negocio si no que es lo que realmente hay dentro del paquete que se pretende vender. No todo el mundo está dispuesto a creer, a pie juntillas, lo que pueda decir el comunicador oficial del gobierno.

Vuelvo a Diógenes y a ese pretendido paralelismo. No quiero enmendar la plana ante lo que es corriente y normal. Me pregunto muchas veces del para qué y el porqué escribimos desde la izquierda. Lo hago con mayor frecuencia cuando hay noticias que pasan por ahí, cerca de nosotros, como si no tuvieran trascendencia y que, sin embargo, son en sí misma toda una declaración de intenciones y a la vez, un termómetro indispensable para valorar la cosa publica desde la izquierda.

El INE ha publicado un día de esta pasada semana La Encuesta de Condiciones de Vida 2010. Sus datos son demoledores, en ellos se contienen detalles que ponen edad, lugar de residencia y estado de pobreza. En ellos, se habla a las claras de la cohesión social y territorial; La validez de algunas políticas de “izquierda” y el para qué les sirve el Estado de las Autonomías a muchos territorios. El tipo de cohesión que puede haber, de la igualdad en la subsistencia, y de su recambio, la llamada igualdad de oportunidades. De la gestión, de la gestión pura y dura, la que eleva el bienestar material de la población, la que en algunos casos, significa no tener carencia: País Vasco y Navarra; 9,4% y 7,4% respectivamente. Extremadura y Andalucía; 36,2% y 29,3% respectivamente. Que clase de país es este, qué clase de política fiscal y financiera tiene, y qué tipo de socialismo es practicado por un gobierno que permite disparidades regionales tan profundas en los niveles de pobreza.

Javier Valenzuela, una persona de izquierda, publicaba hoy en El País un excelente artículo que titulaba El cuento de la lechera no es un programa y en el se refería con una muy acertada expresión al núcleo central del problema de los socialistas, del qué es, de cuál es la razón principal del alejamiento de un determinado electorado del partido que dice ser su representante. Hablaba Valenzuela del cómo quedaba e iba a quedar “las cosas del comer”. Ese es el quid. No lo es la Wikileaks, no es si sigue existiendo el ministerio, que no la función, de Igualdad. Tampoco han de ser las palabras del machista alcalde, ni tantas y tantas cosas que ocupan en exclusividad, las neuronas de los socialistas y los escritos que realizamos desde la izquierda. El PSOE como casi todos los partidos que en otros países se empeñaron en reformar la socialdemocracia se ha dado un tortazo con la realidad. Se lo comentaba ayer a Ulises 3000 en un post y retomaba una opinión formulada por Alan Ryan en 1999, a propósito de la Tercera Vía de Blair y "el crecer y crecer sin fin" que ha durado como única política, hasta ahora: “ … en un cambio de ciclo y con un desempleo creciente, la socialdemocracia tiene exclusivamente dos caminos que tomar, endeudarse y subir la fiscalidad o ir hacia la austeridad y el control del déficit, eso hará definir lo que se es; De derechas o de izquierdas".


Nosotros, los de abajo, nos acercamos al discurrir histórico y al ejercicio de la democracia no como los actores importantes que somos, siempre que nos tomemos en serio eso que dicen de que la democracia es el gobierno del pueblo. Nos representan unos abogados que dicen ser nosotros mismos, pero que en realidad, forman parte de la Trilateral, el Club Bilderberg, el Foro de Davos y la Iglesia. Todas ellas nutridas también por socialistas de primera fila. Ese es nuestro drama. Ahí, a esa disciplina se ciñen también parte de los que nos gobiernan y por eso, las cosas son como son.

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