miércoles, 21 de enero de 2009

Castilla y León; El culebron de las Cajas de Ahorros o la fuerza de nuestros demonios familiares

La historia de nuestra región es sin duda el mejor espejo en el que nos podemos ver, lejos queda ya el reparto del reino en función de los intereses particulares de la nobleza, el clero y los reyes, durante más de doscientos años , en la Edad Media, Castilla y León fue partida y repartida según beneficiaba a los que nos gobernaban.
Es curioso que uno de los más antiguos reinos de Europa, Castilla y León, sea el que menos conciencia de identidad tiene. En realidad no somos castellanos-leoneses, ni siquiera somos castellanos o leoneses, otra curiosa distinción que algunos se empeñan en mantener contra el viento de la historia.
Si expurgamos detenidamente ni siquiera somos salmantinos, zamoranos, vallisoletanos etc. En realidad somos de nuestro pueblo, sea el de Arriba o del de Abajo, hasta ahí llegamos en la infinita partición que supone ser castellanoleonés.

Las consecuencias de ese individualismo rampante es la situación que padecemos en lo económico, en lo político y en lo social provocada por la falta de miras, o mejor dicho por no alcanzar nuestra vista más allá de lo inmediato, de lo que nos beneficia en el corto plazo. Siempre tienen la culpa los demás, ya no es Madrid, ahora es Valladolid, si estás en el Bierzo es León, si estás en Sanabria es Zamora y si estás en Béjar es Salamanca. Siempre tiene la culpa el otro. Unida a esta incapacidad se encuentra nuestra principal afición; el victimismo: “ Nos quieren quitar esto” , “No nos quieren dar esto”, “ Nos han expoliado”. Carecemos de la principal cualidad para avanzar, ser autocríticos.

Bien, dentro de este panorama de siempre presente en Castilla y León casi desde la caída del Imperio debe de contemplarse el culebrón que vienen pilotando los agentes sociales, los políticos, los directivos de las cajas y los medios de comunicación sobre el proceso de integración de las Cajas de Ahorros de la Comunidad. Es la más clara expresión de la peculiar idiosincrasia de nuestro pueblo.
Si el lector, el ciudadano, quiere saber qué es lo que pasa nada podrá extraer de lo que unos y otros manifiesten. Lo realmente duro lo que en realidad nos tendría que avergonzar a todos es que Castilla y León se encuentra a pocos pasos de perder una vez más el reto de la modernidad y una vez más cabe imputarlo a la falta de iniciativa y determinación de nuestros gobernantes a la cobardía de nuestros agentes sociales y a la mezquindad de todos aquellos que vienen beneficiándose de la actual estructura de las cajas de la comunidad. A todos ellos hay que atribuir este nuevo descuelgue.

Al gobierno regional , porque no ha sido capaz de plantear la integración sin más, como debiera haberse efectuado, que es en definitiva lo que realmente necesita nuestra comunidad, por no querer enfrentarse a sus barones en las distintas provincias que son los que se benefician de la actual atomización de cajas en la región. A la oposición porque no hay PSOE regional, hay suma de psoes locales que imponen una concepción de la política basada en un toma y daca por la que no se puede privar a algunos cargos de las ventajas que se derivan de la pertenencia a Consejos de Administración. A los agentes sociales, medrosos, incapaces de entender el nuevo sesgo de los tiempos y entregados a lo coyuntural, sujetos a la necesidad de trasegar con los principios, perdiendo la perspectiva global y el sentido de comunidad a cambio de obtener mayorías en los próximos congresos o convenciones.
Son los que tienen que tomar soluciones los que nos llevan a una suerte de parálisis de consecuencias nefastas para nuestra comunidad.

Porque la realidad es una. Ha sido la crisis económica la que nos ha situado ante la premura de la toma de decisiones, pero si no nos hubiesen precipitado a esta crisis económica igualmente habría que haber tomado medidas en relación con las cajas de la comunidad.

No se corresponde el grado de autonomía alcanzada en un Estado, en la práctica federal, sin la existencia de recursos que potencien nuestra economía. Porque es necesario orientar las inversiones hacia actividades productivas alejadas del monocultivo de la construcción y de los engendros financieros que han situado al mundo al borde del abismo. Porque se ha cerrado un ciclo, el de la financiación europea, y las arcas públicas han de precisar con éste u otro gobierno dinero a precio asequible para seguir financiando el progreso de la comunidad. Por salud democrática, porque las cajas no pueden seguir siendo chiringuitos en manos de los partidos políticos. Para evitar seguir deslizándose por la senda en la que las cajas cada vez se parecen más a las diputaciones provinciales. Para democratizar y hacer accesible a todos los ciudadanos las ventajas de las diferentes Obras Sociales.
A la ciudadanía; aquella que teme una gran Caja de Ahorros de Castilla y León, hay que decirle que no hay que temer tanto donde esté la sede central de la caja como el que no exista una gran caja. Que la obra social, lo que más importa, no se va a ver afectada por que haya una Obra Social para toda Castilla y León.

Del mismo modo hay que decirle que quien realmente puede perjudicarse en una unión de cajas es en realidad el casi centenar de miembros de Consejo de Administración y de Comisiones de Control de las seis cajas de la comunidad procedentes en su inmensa mayoría del PP y del PSOE y en menor medida representantes de los trabajadores que dejaran de embolsarse una media de 18.000 euros anuales por dietas y comisiones. Para los que estén interesados en saber cuanto cobra cada miembro de un Consejo de Administración solo tiene que acceder a la página web de cada caja y entrar en el apartado “ Información para Inversores”. Los resultados serían de un ahorro de 1,5 millones de euros anuales. Porque pese a lo que pueda decirse en contrario los representantes de los “impositores” en los consejos de administración son también políticos lo mismo que los representantes de los ayuntamientos y de las Cortes Regionales.

No hay otra salida razonable que no sea la unión de las cajas es lo que aconseja el sentido común y la realidad económica. Sabido es que son las cajas las que en el contexto actual de crisis vienen registrando incrementos sustanciales en los índices de morosidad, las que ven descender a pasos agigantados los índices de solvencia y eficiencia. Son las que en mayor medida se ven precisadas a demandar recursos ajenos a un precio muy por encima del interbancario, en algunos casos el doble del valor. Las que acuden con mayor urgencia a las subastas del FAAF en demanda de liquidez. Son en definitiva las que en estos momentos no cumplen con el fin para el que fueron creadas, proporcionar créditos a particulares y empresas.

Mientras tanto, una actitud que solo cabe calificar de mezquina hace que cada caja, mejor dicho, los que detentan el poder en las cajas se enroquen en sus posiciones, hagan reiterada proclamación de su independencia y apelen una vez más al victimismo. Una vez más el numantinismo y la reacción como seña de identidad.

Hay que decir que la no toma de decisiones rápidas en cuanto a la fusión conllevará sin duda una mayor restricción del crédito por falta de recursos en las cajas, que se verán a su vez obligadas a retribuir los depósitos por encima del mercado, a emisiones en descubierto de obligaciones subordinadas o llegar al final como única meta para financiarse a las cuotas participativas y aquí sí, entonces sería cuando las cajas iniciarían el verdadero camino hacia la privatización. Pero seguro que eso, esto último, no les preocuparía a los causantes de la catástrofe es decir, a los actuales gestores y a aquellos que tienen la responsabilidad de velar por un correcto funcionamiento del sistema financiero de nuestra comunidad. A partir de aquí recordaremos como era la Obra Social.

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