viernes, 17 de septiembre de 2010

"Carlos, tu problema son los trabajadores"



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Redondo miró a los ojos de un Solchaga crispado y le soltó sin más: “Carlos, tu problema son los trabajadores” La escena como algunos recordaran tuvo lugar en un plató de TVE, debatían ambos sobre la política económica del Gobierno. Después ya se sabe lo que ocurrió, la tensión y las discrepancias se agudizaron, líderes de la UGT que estaban en el parlamento dimitieron y se convocó la huelga general del 14 de Diciembre de 1988.

La frase ponía de manifiesto las discrepancias internas entre los dos modos de entender la práctica socialista. Esas diferencias se plasman, como es lógico, solo cuando se gobierna. Cuando se gobierna, ¡Ay, cuando se gobierna! Lo que fue válido en su tiempo para conquistar el poder ya no lo es.

Eran otros tiempos, González se había alineado claramente con los elementos tecnocráticos de la ejecutiva federal y del gobierno. Coincidía en parte con lo que un tiempo se llamó la beautiful people.

La otra parte, la que en principio se oponía en el partido y en el gobierno a la política socialiberal acabó tragando y cerrando filas.

En aquel proceso se puso de manifiesto la doble alma de un mismo movimiento; la que aflora cuando se hacen políticas que perjudican a los que se dice defender.

El socialismo, la izquierda en general tiene dos almas. Las dos conviven en tanto no llegan los tiempos de escasez pero cuando ésta hace su aparición, se produce la colisión. No son fuerzas iguales los menos, casi siempre, acaban resultando ser los mas y por ello imponen sus recetas. El antídoto siempre suele ser el mismo, la huelga general.

Dos almas. La del “conocimiento” y la de la “sufrida realidad”. La de lo “posible” y la de lo “utópico”. La de los que “están” y la de los que “no están”. No es un sistema clasificatorio al uso. Lo reconozco. Pero es el que funciona según se adscriban unos y otros a cualquiera de ellos.

Hay otra más. Se llega a ser de izquierda por caminos muy diversos. Dice García Abad en su libro sobre Felipe González que Alfonso Guerra y el presidente nunca fueron amigos, nunca intimaron y basa esa falta de amistad entre otras razones en el carácter de cuna de ambos.

“Resulta curioso que mientras Felipe González, a quien nunca faltó de nada dentro de las limitaciones de una familia de clase media, llega a la política por el camino de la sensibilidad social [...], Alfonso Guerra [...] explica su compromiso revolucionario en razón de la indignación que le provoca la censura de las obras de teatro que intentaba representar. Parece necesitar una razón más elitista, cuando su vivencia de miseria familiar parecía la motivación más apremiante. ¿Pudor extremo de clase obrera o un extraño complejo intelectual? «Alfonso –me asegura una amiga de los primeros tiempos– no superó el resentimiento de la pobreza, y ello explica algunas conductas que, de otra forma, no tendrían lógica alguna»”. También expone que al bueno de Alfonso le repateaba ver a Luis Yañez, médico de profesión, en la feria de Abril montado a caballo y vestido de señorito andaluz.

También existen esas dos almas que chocan de modo virulento en parte del movimiento socialista; La que llega al socialismo por la vía de la sensibilidad social y la que hace su aparición, cada vez menos, por la del resentimiento de la pobreza. Tras un tiempo de opulencia comienzan a llegar de nuevo aquellas condiciones durísimas que impulsaban a los trabajadores a militar en sindicatos y partidos como medio para resolver sus problemas. Pero muchos de ellos ya no creen en nosotros. Fue por el descreimiento generalizado en los clásicos partidos de izquierda, tras la crisis de los años veinte del siglo pasado, cuando llegó a Europa una extrema derecha que invocaba, no lo olvidemos, soluciones para los trabajadores. Así fue como accedieron al poder los nacionalsocialistas en Alemania y como lo hicieron también en Italia los fascistas de un antiguo socialista llamado Mussolini.

Los problemas subsisten y ya son muchos los obreros, y no por eso son tontos (Pedro Castro), que no creen en los instrumentos de la izquierda. Cuando el viento sopla a favor, vamos bien en el barco, hasta el punto, de que muchos han olvidado lo que son (Innopolis).

Todos hemos contribuido a este estado de cosas. La maquinaria de la desideologización puesta en marcha por grupos sociales, económicos y entramados culturales apoyados en un grupo mediático de normal consumo en al izquierda. La paulatina pérdida del sentimiento de pertenencia a una clase. El papel, fundamental, desempeñado por muchos tecnócratas que han llegado a la cúspide del partido socialista por la vía, presuntamente, de la sensibilidad social. El “pasar” de otros muchos, entre los cuales me incluyo. Todos estos con otros más son los que han posibilitado el actual estado de cosas y el que nos encontremos, también, indefensos ante la crisis. No es una crisis económica mas, es también la crisis de la izquierda, con mayúscula.

Santiago Niño un economista visionario, radical y crudo en su exposición sobre la sociedad que viene nos decía en El País Semanal: “Los pobres han sido necesarios hasta ahora para elevar al mayor número posible a la categoría de las clases medias… Pero hoy hasta las clases medias son innecesarias” o esta otra sobre los jóvenes: “Pero vamos a ver: Tasa de paro juvenil mas del 40% en España. Entre 16 y 19 años, 60%. Por pura lógica estos chicas/os tendrían que estar pegando gritos por la calle y no lo hacen, no son revolucionarios… Estarán de botellón, se irán a Somalia y se fumarán un canuto, pero no son folloneros”

¿Cuál ha sido el grado de responsabilidad que hemos tenido, sobre todo los socialistas, en este tipo de sociedad? ¿Cuál es la responsabilidad de unas juventudes, la de los partidos de izquierda, que han reducido la discusión y alternativas en componentes que yo denomino de “acompañamiento” y que han centrado su discurso en la ampliación de libertades y en la aceptación conformista y entusiasta del discurso de sus mayores cuando el problema era y sigue siendo otro muy distinto: El paro y la economía?

Desgraciadamente, no todo es culpa de la derecha. La derecha no tiene culpa de que nosotros, la izquierda, no hayamos cumplido en todo este tiempo con nuestros deberes, con nuestra razón de ser.

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