viernes, 24 de septiembre de 2010

Una huelga políticamente correcta




Se ha llegado a un acuerdo sobre los servicios mínimos para el transporte del día de la huelga general. Esta noticia es un refrendo más en el proceso de normalización de resolución de los conflictos que en España tenemos. Un mecanismo largamente ensayado durante los últimos años entre los sindicatos mayoritarios y el poder político y empresarial. Consecuencia a su vez, de un Pacto Social no escrito pero que en la práctica existe.

El asunto despierta comentarios muy positivos entre los firmantes. Cilleros del transporte de UGT nos decía ayer: “Esto demuestra que los sindicatos no somos unos cafres así como que tampoco estamos locos. Porque con rigor y con criterio sabemos compatibilizar el ejercicio del derecho a la huelga y la libertad de los ciudadanos y ciudadanas” Blanco sale en la pantalla “vendiendo” la comprensión y lo bien que se llevan el gobierno y sindicatos. ¿Alguien diría que tenemos convocada una huelga a raiz de estas manifestaciones? Es el mundo al revés, todos felices, nadie enseñan los dientes. ¿Algo que ver con la primera huelga general realizada a un gobierno socialista hace ya veintidós años?

Contento el gobierno al llegar por vez primera a un acuerdo sobre servicios mínimos en una huelga general en la creencia de que puede rentabilizada políticamente. Felices los sindicatos porque adquieren un barniz de modernidad, de acomodamiento a la modernidad. En pocas palabras, hemos demostrado que no somos unos cafres. No he podido saber si al final, todos juntos, se fueron a comer para celebrar el acuerdo. Ganas de llamar por teléfono a algunos de los negociadores para saber si en realidad esa negociación tuvo ese colofón he tenido, pero al final, me he contenido.

Los comentaristas analizan este proceso y llegan a la mayoritaria conclusión de que es una iniciativa de las cúpulas sindicales para hacerse perdonar la inacción de tanto tiempo. ¿Es esto una huelga general? ¿Una huelga con acuerdo en servicios mínimos es una huelga general y política? ¿Es como dicen algunos una huelga para la galería, una huelga de guante blanco?

A mi me parece que es un signo de debilidad el hacerse perdonar las posibles ofensas. Y algo de eso hay. Desde mi punto de vista no hay ofensas que hacerse perdonar. Los sindicatos se saben débiles en esta coyuntura, para que nos vamos a engañar, y de esa debilidad surge ofrecer una coartada de cara al futuro. Creo que han sido muchos los años de mesa y mantel como para movilizar con fortaleza. Pero ya saben, soy un pesimista incorregible y todas las mañanas me levanto con las gafas negras, pero puedo jurarles que cada vez entiendo menos lo que ocurre y aunque hay muchas voces en sentido contrario yo veo que los trabajadores, los pobres, ahora no pienso en ese instalache sociológico-mediático del ciudadano al que todos decimos defender, los que sufren la crisis han ido durante todo este tiempo, aunque no se lo hayan creído, de mal en peor.

Me asomo a la ventana de la CNN y veo lo que en Francia ocurre. Van por la séptima huelga general y allí, solo quieren subir de los sesenta a los sesenta y dos años la edad de jubilación y un paro nueve puntos por debajo del nuestro. A estas alturas, el gobierno Sarkozy queda lo suficientemente tocado para poder intuir un cambio en las próximas elecciones. Pero claro, en Francia no han tenido esa losa tremenda de la concertación a todo tren como la que hemos tenido aquí. Allí los sindicatos se presentan, con sus carencias desde luego, como todo colectivo humano, pero han mantenido desde siempre una posición de firmeza frente la crisis.

El PSOE, el gobierno y su presidente llevan jugando con los sindicatos, con los dos, quítame allá esas pajas, que diría el castizo, desde hace ya seis años. Los sindicatos han comprado humo a costa de la desmovilización de sus recursos y en parte, la dejación de sus principios. Se ha atendido en demasía a la música que tocaban desde el poder y muy poco a la letra y práctica. Esto no quita para que en muchas empresas y secciones sindicales se haya trabajado muy duro y que en otros casos se hayan resuelto problemas que afectaban a sus trabajadores.


Es en otro ámbito, en el de las estructuras territoriales, la que no se sabe muy bien lo que es, si es sindicato o si es una instancia política sin más, la que concierta las “grandes políticas” con gobiernos regionales o nacionales la causante de que haya desinflado en parte el fenómeno sindical.

Los trabajadores han tenido la sensación, digo bien, la sensación, de que durante estos años ha habido un cierto compadreo que ha sido muy bien agitado por los medios de la derecha.

Pienso que ir a la huelga y a las manifestaciones es una cuestión de dignidad. No es necesario bucear y encontrar argumentos en lo más profundo, se encuentran en la superficie: Reducción salarial para dar dinero a los que más tienen, congelación de pensiones, paro de casi cinco millones de trabajadores, desempleo del 60% en los menores de 25 años… Cansa seguir el rosario de agresiones. De esta crisis solo salen como perdedores la clase trabajadora, de cuello azul o blanco, lo mismo da y por eso es razón de clase el ir a la huelga.

En momentos como estos creo que no se precisan de argumentos porque hay realidades que impregnan el ambiente. Solo la fe del carbonero en unas siglas y unas personas que dicen ser socialistas y los intereses muy particulares que otros puedan tener impidirían obrar conforme a la razón de la izquierda. Mirar, estar atento a lo que acontece en nuestras ciudades y barrios de trabajadores es más que suficiente para despertar la conciencia. No todos la tienen, desde luego. Si los trabajadores, después de analizar las agresiones recibidas y los argumentos que se ofrecen desde el gobierno, deciden, en el uso de su libertad no acudir a la huelga algo habremos estado haciendo mal durante todo este tiempo. Algunas pistas han quedado señaladas, las otras, que cada cual se mire dentro, muy dentro.



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