martes, 9 de marzo de 2010

VIRTUDES BÚLGARAS


Responsabilidad democrática
Racionalidad democrática
Madurez democrática


Siempre hay una razón. Incluso en las mejores condiciones siempre hay motivos para poder esperar algo más del futuro. Siempre hay algo por lo que te obligan a callar y si esto es así, qué podemos esperar entonces de esos momentos en los que sin pintar necesariamente bastos hay algún que otro nubarrón en el horizonte.

Me duele la autocastración, el silencio impuesto aunque quien lo imponga sea la propia conciencia, inducida o no. Me duele cuando alguien desde arriba, da lo mismo si este se encuentra en Madrid o en cualquier otro centro geográfico, dicta lo que hay que hacer, y pide a los demás, que hagan esto o lo otro en virtud de algo tan etéreo como la llamada Responsabilidad Democrática.

En un tiempo se tuvo la desfachatez de manchar el término democrático con un concepto y una práctica política en virtud de la cual se anulaba la libre expresión fuera del período de construcción (?) y se supeditaba todo, al designio de los líderes. Centralismo Democrático ese fue el nuevo invento.

El centralismo democrático era, desconozco la situación actual, una práctica cotidiana en los partidos comunistas. No pocas voces en el seno del PCE atribuyen la pérdida de poder electoral y militante de ese partido al abandono de esa práctica y piden una mas que necesaria vuelta a la disciplina en los frentes de masas y la derogación del método “un hombre un voto”.

La argumentación clásica hacía referencia a que la burguesía y el estado tenía tal fuerza que solo un ejército disciplinado de militantes unidos férreamente podría hacerles frente con éxito. Cualquier reivindicación sobre la libre expresión era tildada de autonomista, aventurera y oportunista.

Cuando hay que conquistar el poder, dicen, es preciso cerrar filas y respaldar de modo unánime lo que y a quien la dirección postula. Esta misma fórmula sirve también cuando existen riesgos evidentes de perder el poder. A este saber calibrar por parte de los militantes lo que es oportuno y necesario en cada momento, se le suele dar el nombre de Racionalidad Democrática. El militante consciente es el que está dispuesto y firme en la renuncia a las ideas propias que se han de supeditar siempre a lo en cada momento se decide en instancias que ni siquiera pertenecen a los órganos colegiados de la dirección de un determinado ámbito geográfico. Es el silencio y el aplauso a lo que otros previamente deciden, lo que en el argot se conoce como Racionalidad Democrática.

Siempre hay una ocasión, una razón y una necesidad histórica para reivindicar todo el apoyo de modo acrítico e incluso entusiasta a políticas y personas. Eso es también una constante histórica, lo que pasa es que habría que tomar la historia aquí como una cadena ininterrumpida de sucesivos momentos. Es decir, siempre y en cualquier circunstancia se reclama el momento histórico por parte del poder, siempre vivimos en un momento histórico.

Madurez Democrática sería la resultante de las dos anteriores. O lo que es lo mismo trasladar la clásica actitud de los tres monos; No oír, no hablar y no ver lo que ocurre fuera de la organización. Eso es lo que se pide a un militante de un partido en su relación con la actualidad, la sociedad, sus demandas y lo que le dicta su propia conciencia. Se pide al militante ser un hooligan, un ciego partidario de su partido/equipo.

Esto no siempre ha sido así, la democracia en los partidos, hablo en especial del PSOE el partido que conozco, viene sufriendo una suerte de involución y eso es lo menos que podría esperarse treinta y cuatro años después de la legalización de los partidos políticos en España. A más democracia, a mayores cotas en la ampliación de las libertades de la ciudadanía, menor desarrollo democrático en el interior de los partidos políticos.

Muchos de los errores en la acción de gobierno deben de ser atribuidas a esa incapacidad de revisar orientaciones políticas en el seno de las formaciones y el autismo creciente forzado por esa bolsa amniótica en la que residen los políticos, bolsa en la que solo perciben el latido de los que en ella viven.

Madurez Democrática es asumir ese comportamiento. Hay en el poder - de los partidos - una actitud enfermiza, patológica que les lleva a entender la democracia como un obstáculo y no precisamente lo contrario, el que es una virtud. No siempre fue así.

Se impuso a Trinidad Jiménez en contra de lo que querían las bases y la dirección local, como la única solución para recuperar la alcaldía de Madrid, se impuso a Miguel Sebastián para lo mismo y ahora hay todo un Secretario General de Madrid que renuncia a poner en marcha lo que sería lógico, porque desde La Moncloa no se ha decidido aún quien debe de ser el candidato. Se señaló a los socialistas de Castilla y León quien habría de ser su Secretario General y la organización en su conjunto, en virtud del centralismo democrático, por responsabilidad democrática, por racionalidad democrática y por madurez democrática al final, digo al final, lo acepto. Ahora, nuevamente, en otro ámbito y a la espera de tiempos mejores, con confianza ciega en el que antes era denostado, todos los afiliados representados otorgan una carta blanca para que decida, en la soledad de su inmenso poder, cuál y quiénes han de salvar el reto del ascenso imparable de la derecha en Andalucía.

Cuando la reflexión, el consejo y la decisión reside en una misma persona y eso es lo que ocurre, no nos engañemos con la existencia de consejeros porque los consejeros con este tipo de personas solo emiten lo que esa persona quiere oír, eso acaba por resultar la expresión de una enfermedad. Ese es el mal que nos aqueja, ese es el problema al que hay que hacer frente y ese problema antecede y marca cualquier solución que se quiera aplicar a las inquietudes de los ciudadanos.

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