domingo, 20 de marzo de 2011

Vídeo del domingo, Japón; Dominik Petzold - A Song for you - (Japan Earthquake & Tsunami Song 2011.03.11)




De estas dos negras semanas lo que más me ha impresionado ha sido lo de Japón. El otro día lo hablaba con mi hijo mayor y comparábamos las dos desgracias; La de Haiti y la de Japón y ambos coincidimos en que el impacto mayor en nuestras conciencias había sido la desgracia japonesa. Ninguno de los dos supimos decir porque ha sido esta y no la otra. Es posible que tenga mucho que ver con ello la difusión de las imágenes de una naturaleza desatada. No lo sé.

En casa admiramos la cultura japonesa de la que, sin embargo, mucho no sabemos. Nos gusta su cocina, su preparación del atún, su estética y la sencillez de algunas de las manifestaciones de su literatura.

Hace dos años Marga decidió que el pequeño jardín de nuestra casa no le gustaba y que quería convertirlo en un espacio Zen. De ahí surgió nuestro pequeño jardín zen en el que ambos trabajamos durante toda una primavera. Hoy puedo agregar otros aspectos del modo de ser japonés que se ha manifestado con ocasión de este drama; La singular disciplina japonesa, el respeto por el otro, su espíritu de trabajo y sacrificio.

Japón como otros pueblos tendrá sus problemas de relación, allí como en otros lugares, no es oro todo lo que reluce pero sin duda esa capacidad que como pueblo tiene para afrontar sus retos y problemas ya lo quisiera yo para mi país.

Jorge Luis Borges escribió lo siguiente sobre Japón:

En un otoño, en uno de los otoños del tiempo, las divinidades del Shinto se congregaron, no por primera vez, en Izumo. Se dice que eran ocho millones pero soy un hombre muy tímido y me sentiría un poco perdido entre tanta gente. Por lo demás, no conviene manejar cifras inconcebibles. Digamos que eran ocho, ya que el ocho es, en estas islas, de buen agüero.

Estaban tristes, pero no lo mostraban, porque los rostros de las divinidades son kanjis que no se dejan descifrar. En la verde cumbre de un cerro se sentaron en rueda. Desde su firmamento o desde una piedra o un copo de nieve habían vigilado a los hombres. Una de las divinidades dijo:

Hace muchos días, o muchos siglos, nos reunimos aquí para crear el Japón y el mundo. Las aguas, los peces, los siete colores del arco, las generaciones de las plantas y de los animales, nos han salido bien. Para que tantas cosas no los abrumaran, les dimos a los hombres la sucesión, el día plural y la noche una. Les otorgamos asimismo el don de ensayar algunas variaciones. La abeja sigue repitiendo colmenas; el hombre ha imaginado instrumentos: el arado, la llave, el calidoscopio. También ha imaginado la espada y el arte de la guerra. Acaba de imaginar un arma invisible que puede ser el fin de la historia. Antes que ocurra ese hecho insensato, borremos a los hombres.

Se quedaron pensando. Otra divinidad dijo sin apuro:

Es verdad. Han imaginado esa cosa atroz, pero también hay ésta, que cabe en el espacio que abarcan sus diecisiete sílabas.

Las entonó. Estaban en un idioma desconocido y no pude entenderlas.

La divinidad mayor sentenció:

Que los hombres perduren.

Así, por obra de un haiku, la especie humana se salvó.

(Jorge Luis Borges
De la salvación por las obras)



Foto: Tabla caligrafiada del Kamiza de mi jardín con una dedicatoria especial.




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