lunes, 8 de noviembre de 2010

Las palabras de Felipe González




Considero a Felipe González como el mejor de los gobernantes que haya podido tener España en el Siglo XX. Si Suárez, junto a otros, tuvo el valor de desmontar el entramado sucesorio franquista como jefe de gobierno no lo fue tanto. No era un líder, ni siquiera aglutinó a todos aquellos que aspiraban a consolidar el centro político. González fue el autor, no me gusta personalizar en exceso, junto a otros muchos que con él estaban, de un cambio de gran trascendencia para el país. Al mismo tiempo es de justicia reconocerle su capacidad de liderazgo por lo que no es exagerado atribuirle un mérito superior al que otros tuvieron.

González supo acabar con la amenaza militar. Él y los Serra, Narcis y Eduardo, dieron con las llaves precisas para desactivar la amenaza militar en España. Sus relaciones con el resto de partidos socialistas europeos fueron imprescindibles para cerrar el círculo infernal de la dictadura al integrar a España en la Comunidad Europea, OTAN incluida. La tercera gran apuesta fue universalizar la educación, la sanidad y poner los cimientos del estado del bienestar.

¿Errores? También los tuvo. La mayoría surgidos en torno a la fuerte centralización en el PSOE. Cuando un partido pierde como referencia la democracia interna, pierde los controles. El dejarlo en manos de los que creían que el partido para ser fuerte debía de ser dirigido con “manu militari” o el mirar para otro lado ante una corrupción que en contra de lo que sucede en esos mismos casos con el electorado de la derecha suele tener un alto carácter definitorio en el alejamiento de los votantes de izquierda, fueron los factores que llevaron a la derrota. Por último, cuestiones no muy bien aclaradas durante el mandato socialista sobre el saltarse el Estado de Derecho a la torera en la lucha antiterrorista, hubo sentencias por el medio, terminaron por machacar al PSOE.

Felipe ha hablado. El País le ha dedicado el nada despreciable espacio de cinco páginas sobre parte de sus recuerdos y su situación personal. El González que algunos hubiéramos deseado oír sobre el presente y en torno al país, la economía, la sociedad, el gobierno y su partido ha aparecido bien poco y cuando lo ha hecho, ha sido muy generalista.

Debajo, al final de la entrevista, aparecía una leve reseña del libro que recientemente ha escrito sobre su gran obsesión: Europa. No quiero pensar que sea una entrevista para la difusión del libro, la editorial no pertenece al grupo PRISA y por lo tanto, yo mismo desactivo esa hipótesis.

Después de pasar por el túrmix cuanto ha dicho, después de filtrarlo con el colador chino correspondiente, solo queda al final, eso es lo que han reseñado los medios, el que tuvo en su mano la posibilidad de “hacer volar a la dirección de ETA y no sabe si hizo bien al no hacerlo”. También queda las muestras de solidaridad y compañerismo con personas que fueron condenadas por cuantos tribunales tuvieron potestad sobre los casos reseñados.

Las alarmas se han disparado. La Caja de Pandora nuevamente se ha abierto, Pons le acusa echando mano del abecedario y atribuyéndole una letra del mismo. El Mundo aprovecha para decir: Ya lo decíamos nosotros. Durán i Lleida desde la cama por un inoportuno enfriamiento, y aprovechando que se abre la campaña electoral, va de perdonavidas y dice “El Gal se juzgó en su día”. Otro modo de decir que si, que vale, y de paso dejar la sospecha sin que haya necesidad de manifestarla una vez más.

No entro, el pudor me puede, sobre las cuestiones económicas y el desprendimiento material de un expresidente que no cobra por conferencias mientras otros lo hacen. Que ha rechazado consejos de administración y que su máxima aspiración sería tener una tierrecita de tan solo ocho hectáreas que al parecer, es muy difícil de lograr con los noventa mil euros anuales que comporta su pensión vitalicia a la que habría que sumar, supongo, la pensión como exparlamentario a cargo de la Seguridad Social, gastos de representación, viajes gratis, coche oficial, escoltas, gastos para contribuciones sociales, oficina permanente y demás bagatelas. González ensaya aquí ese desprendimiento que tan altos rendimientos en imagen dio en su día al vicepresidente Guerra. Él, que dormía tan solo tres o cuatro horas, que se mantenía con algo de chocolate, frutos secos y Mahler. Esa aureola fue muy válida en su tiempo. Hoy, con toda sinceridad, muy pocos se creen lo de la penurias y el ascetismo de nuestros políticos.

Este país necesita hablar del presente y del futuro. La izquierda no precisa, para nada, de nuevas entregas del socialiberalismo que nos han llevado hasta el lugar en el que nos encontramos. No va a servir de gran cosa la entrevista. No a su partido, no a los que esperamos algo más que las toneladas de resignación que desde la izquierda gobernante se nos ofrece día tras día. Lo dicho solo servirá a los que desde la derecha siguen atizando el pasado y las teorías de la conspiración. Ese González que nos habla de sí y de sus historias pasadas nada aporta a los problemas que hoy día tenemos como pueblo. Retomo un pensamiento por él expuesto en la entrevista y se lo aplico: Hablar si, pero cuidando la oportunidad, el interés y la utilidad de lo expresado.

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