jueves, 12 de noviembre de 2009

Los pequeños pasos...



Hay que ser prudente, no se puede entrar como un elefante en una cacharrería. Este sonsonete es habitual cuando hablas con un representante político de la izquierda en cualquier empresa pública, caja de ahorros, ahora que están de moda, en un cargo institucional, o incluso, en un cargo orgánico.

Acepto que la prudencia es una virtud. Hay quien la define como una virtud de la razón práctica y no especulativa. La Iglesia católica y supongo que el cristianismo en general, considera la prudencia como una virtud cardinal. En definitiva, parece hecha a medida para la política.

Siempre me resulto atractiva la figura de Girolamo Savonarola. Este personaje fue un clérigo dominico, nacido en Ferrara y que ejerció su magisterio en la Florencia de finales del siglo XV, en una época. en la que la historia daba el carpetazo a la edad media y alumbraba la edad moderna.

Savonarola fue un reformador en la misma línea que Erasmo, Moro, Lutero y Pico de la Mirandola. La diferencia de Savonarola con los anteriores fue la falta de prudencia en sus actuaciones. Lo lógico era que los intelectuales y pensadores del final de la edad media fueran clérigos. No fue un fraile cómodo, la obra social y religiosa que aparte de unas cartas y alguna cosilla más nos ha llegado, consiste en una sencilla tetralogía; las tres primeras obras, atendían a asuntos relacionados con la fe, la cuarta es eminentemente política; Tratado sobre la republica de Florencia. La edición española de esta obra es de Francisco Fernández Buey, catedrático de filosofía de la universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Fernández Buey fue discípulo de Manuel Sacristán filósofo, también al igual que Fernando Buey un filósofo marxista, traductor y editor también de las obras de Gramsci.

En el Tratado sobre la República de Florencia, Savonarola, formula su teoría política, que es claramente coincidente con el republicanismo y la máxima democracia directa. Una teoría política que, amén de una serie de errores cometidos en el enardecimiento de las masas, le llevó conjuntamente con dos discípulos suyos a la hoguera en el año de 1498, en la misma plaza en la que sus seguidores, inducidos por él, solían quemar periódicamente útiles, obras de arte, perfumes y libros que las clases pudientes, la nobleza y el clero papista atesoraban en sus palacios florentinos. A estos aquelarres, al estilo del Farenheit 451 se les denominaban las “Ferias de la Vanidades”.

El Papa Borgia (AlejandroVI) intento comprarle ofreciéndole el birrete cardenalicio antes de que las cosas llegaran a más, pero fue un intento inútil. Savonarola firme en su fe, y en la necesidad de acometer una reforma de la iglesia al mismo tiempo que modificar las estructuras políticas florentinas, democratizarlas diríamos ahora, llevo sus actos hasta las últimas consecuencias. Murió en la hoguera después de confesar arrepentimiento tras las torturas recibidas y posteriormente, arrepentirse de haberse arrepentido.

De Savonarola nos ha llegado la imagen a través del cine de una figura de intransigente, de un fanático, de un revolucionario, pero el cine que es un vehículo de cultura cuando trata de temas históricos, en realidad no ha hecho justicia a Savonarola, a su modernidad y al rigor intelectual del que hace gala en su obra política.

Su lucha personal en lo político contra el gobierno dictatorial, el culto a la personalidad, al gobierno del Uno, y la falta de libertad interna, y sus esfuerzos en pro de la democracia directa concitó, como siempre suele ocurrir, la represalia del poder, la misma que le llevo hasta la muerte. El poder siempre es único, en su vertiente exterior se disfraza de poder judicial, financiero, armado, el político o el eclesial, pero todos en definitiva pretenden lo mismo: El inmovilismo, el no cambio, solamente cuando la presión interna de este balón que constituye las sociedades hierve, por cualquier cuestión, los controladores de la esfera abren mínimamente la espita del gas para que la caldera no estalle. Es ahí cuando suelen conseguirse las cosas.


En eso consiste la gestión de la cosa pública, la gestión de las sociedades, es ir abriendo de poco en poco la válvula. Esté quien esté al mando.

Desde la línea directa propugnada por Savonarola y otros muchos revolucionarios que en la historia ha habido, hasta el hilo tras hilo del tejer de la historia que otros han propugnado, hay una gran distancia. La actuación traumática, directa, frente a los pequeños pasos de otros impulsores del cambio. Los, las Rosa Luxemburgo frente a los Bernstein de turno. Es a lo que se reduce la historia y la reflexión sobre el cambio.


Alberto Oliart ha sido nombrado, tras un acuerdo entre Rajoy y Zapatero, director general del ente Radiotelevisión Española. El acuerdo no es firme, tendrá que pasar por el Congreso de los Diputados. Nada tengo contra Oliart, ni siquiera su edad, siempre me pareció una persona simpática, educada como el que más, y por supuesto, nada extremista.

Es solo una reedición más, ese es valor que para mí tiene el acuerdo, es la manera que tiene de entender el pacto el presidente del gobierno. Hace poco nos hizo un gran regalo, se acordó y nombró conjuntamente con el máximo representante del Partido Popular como presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial a Carlos Dívar.

Esto, como lo otro, es cesión pura. Es la plasmación de los pequeños pasos hacia el cambio. tan pequeños, que a veces son retrocesos.

No lo entiendo, la verdad, cómo es posible que Telemadrid y Canal9, las televisiones de Madrid y Valencia gestionadas por el Partido Popular, sean ejemplos de la parcialidad mas vergonzante y que en la negociación a nivel estatal con el PP para RTVE, no se acuerden medidas que corrijan ese abuso en las comunidades autónomas mencionadas.

Son muchos años de pequeños pasos. Son muchos periodos de pequeños pasos. La timidez, el temor a levantar ampollas no son ventajas conseguidas, máxime cuando ocurre que con la llegada al poder de ellos, los cambios son siempre sin complejos, firmes, seguros de lo que quieren lograr, y en ese modo de ejercer la política arrastran a esta sociedad hacia posiciones ancladas en un pasado y siempre, siempre con pérdidas del bienestar y la libertad.

Me acuerdo de mi querido Savonarola, me acuerdo de tantos otros que en la sociedad y en sus partidos siguieron el camino de la hoguera, la pared, el estigma o la expulsión del colectivo al que pertenecían, su mérito fue el mantener encendida una llama, la del cambio y la libertad.

Salud,

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