Por esas vías que ustedes pueden contemplar en la foto y que se encuentran a unos centenares de metros del pueblo en el que vivo sonaba, hace ya unos años, el traqueteo de los trenes. Pertenecen a la Ruta de la Plata, una vía ferroviaria que unía Gijón y Cádiz, el Cantábrico con el Atlántico. Por ahí pasaba no uno, si no varios trenes al día.
Un día, allá por 1985, el racionalismo económico impuso su cierre. Era una línea deficitaria dijeron. En la explicación oficial no incluyeron que durante los años previos, RENFE había dejado de invertir en una ruta que en otros tiempos rebosaba de pasajeros. Que los retrasos casi formaron parte del contrato con el viajero, que máquinas y vagones llegaron a convertirse en chatarra sobre las vías, que con el tiempo, el olor y el deterioro interno fueron un acicate para huir de ese medio de transporte y que nunca, mientras en otros itinerarios si se hacía, se plantearon electrificar la vía. Que al final, los horarios ya no eran competitivos, en tanto que los servicios alternativos de viajeros por carretera se desarrollaban y se ponían las botas.
Lo habitual. El servicio público ya no era rentable tras la cura de adelgazamiento y el maltrato al que le sometieron sus propios gestores.
Hoy, la reapertura de esa línea forma parte del argumentario electoral en el occidente de Castilla y León. Cuando en España gobierna la izquierda, la derecha pide su apertura y cuando quien gobierna es la derecha quien lo pide es la izquierda. Tremendo, y lo hacen así, de modo simple, como si los ciudadanos no tuviesen memoria.
No sé si a ustedes les ocurre lo mismo, hay paisajes, escenas y rutinas que quedan grabadas para siempre en la memoria. Ese viejo barco que regularmente atracaba en el puerto, aquel viejo barman, esa persona que de modo habitual se sentaba en un determinado banco. El tren gris y azul de la Ruta de la Plata que chiflaba al cruzar por un paso a nivel. Cuando esos recuerdos se repiten de modo constante afloran sentimientos de disconformidad con muchas cosas de las que suceden en un presente que acaba laminándolo todo. Se habla de esas sociedades primitivas a las que se cambia de modo súbito con la llegada, con la invasión diría, de nuevas formas. Algo parecido nos viene pasando aunque de modo menos abrupto pero perceptible.
Cuando salgo a pasear por esa carretera desde la que he sacado la foto, recuerdo que hace ya muchos años cogí ese tren, mas de una vez, con destino a Gijón, incluso más tarde, cuando tenía que viajar por motivos sindicales a Gijón u Oviedo, me desplacé por esa vía única.
Cuando veo la hierba seca entre las vías, cuando contemplo esos postes del telégrafo y del servicio de órdenes del tráfico ferroviario destartalado, cuando, a veces, camino por ella cuidando de poner los pies en las traviesas para no trastabillarme, cuando encuentro algún que otro pedrusco del carbón procedente del transporte del mineral a su lado, es todo el pasado el que acude a mi memoria tenga o no que ver con el tren.
Hemos dado carta de naturaleza y hasta hemos llegado a comprender y considerar lógico ese “racionalismo económico” más hijo de la avaricia y la acumulación que de la buena administración. No hemos entrado en profundidad en el sentido de algunos de los cambios que se han producido a su causa y que hemos ganado o perdido con ellos.
Tengo mi televisión plana, no se si es HD, he de preguntarle a mi hijo sobre eso. Mi casa es hoy mas grande que la que tenía hace tres décadas. Sigo, igual que antes, estirando la nómina, esta vez la de la seguridad social, para llegar a fin de mes. Pero les puedo asegurar algo, no creo que pueda decir que ante todo ese confort aparente viva con más bienestar que antes.
Días pasados hablaron del Reino de Bhutan por la radio. Dijeron, que tenían un sistema para medir, al igual que se hace con el PIB, la felicidad de la gente mediante cuestionarios. Tras ello, implementan políticas de convivencia, diversión y desarrollo comunitario para que la gente pueda ser feliz. Punset se ha traído al primer ministro de ese país al congreso que sobre la felicidad ha celebrado en Madrid. No se si es formato de vida valdría en este país de crispados.
Después de reconversiones, astilleros vacíos, cierres de actividades, de vías de ferrocarril cerradas… Después de tantas y tantas cosas y pese a tener más autopistas, mejores coches y casas mas confortables, no tengo duda alguna de que muchas otras cosas, las que de verdad nos hacían felices quedaron arrinconadas en algunos de los muchos días del pasado.
Si me permites, Miguel, voy a trazar un hilo entre dos entradas tuyas: “Los sonidos del tren”, ésta presente y “Odio africano” que escribiste hace unos días.
ResponderEliminarEn esta última hacías referencia a los medios de comunicación que gozan en esta provincia en la que tú resides. Lo explicabas como un reducto del antiguo régimen, y siempre crítico a la particular idiosincrasia de sus gentes, tuviste tiempo para contestar el comentario de otro frecuente lector de tu blog que aludía a una situación parecida en su provincia de residencia. Lo cual me dejó una duda en el aire: ¿pensabas que esto solo pasaba en tu provincia?
De todos modos, irónico el hecho de que sientas nostalgia y lástima del desarrollo perdido en estas zonas cuando nunca te he leído (con el sentido crítico tan afilado que llevas por bandera) que hayas puesto el ojo sobre las políticas que lo fomentan.
Quizás eximas de toda responsabilidad a ese sistema y vuelques la culpa sobre los dirigentes y ciudadanos de estas provincias sin tener en cuenta de que ese sistema que las despuebla (hablo en un radio de unos 250 kms de la capital del reino o más, en el caso extremeño) pone a sus individuos más productivos fuera de ellas ya que no les queda otro remedio para no pasar vértigo en el sentido económico/profesional, dejando a estas provincias sin capacidad de respuesta y movilización. Demasiado para que ahora caigas en las deficitarias infraestructuras y vías de comunicación (y su instrumentación política) y, por consiguiente, pérdida de población.
Tan escandalizado por el devenir de nuestra patria comparándola con el conjunto de naciones sobre el tablero en el que juega y tan lejos de la sensibilidad respecto a nuestro equilibrio y vertebraciones internas, como si no fueran determinantes en nuestra proyección.
Ahora, además, nostálgico y apenado cual jubilado charro.
Un saludo.
Alectoria01
ResponderEliminarPues no. No es así, es decir, no es como tu lo ves o lo interpretas.
Veamos, no hay nada contar al provincia. RENFE es una empresa central, estatal, el cierre no es atribuible a Salamanca, ni siquiera a Castilla y León. El cierre tenía nombre y apellidos: Enrique Barón, dipiutado madrileño, economista y entonces encargado como ministro de transportes de confeccionar un modelo jacobino, que luego apoyó Borrell, en lo que todo tenía que pasar por Madrid. Un sistema radial.
A la siguiente cuestión. Si, se pone en cuestión el sistema , porque es un sitema descarnado, envilecido, que deja morir algo para luego ramatarlo y decir que estaba mal de solemnidad.
No es post político, no tiene nada de eso, es lo que a veces no hago y siempre quiero hacer. Publico reflexiones sobre el tiempo pasado y el presente, si se quiere, sobre sentimientos.
Cualquier tiempo pasado es posible que no fuera mejor, pero desde luego en este tiempo que nos toca vivir han caido, mejor dicho han hecho caer muchas cosas que formaban parte de la vida. No interpretar que reivindico raices, nada de eso, reivindico un modo de vida que se ha ido al carajo en nombre de la eficacia y de la eficiencia. Entendamos estos dos conceptos a la luz de que eficacia quiere decir hacer mas y bien, eficiencia es hacer lo máximo con el menor coste posible.
Destinatarios de lo anterior? Los que siempre se llenan el bolsillo que de este modo se lo pueden llenar mas.
Además, no se de donde sacas que no pongo en cuestión el sistema, que he hecho si no con el post?.
saludos,
Lo único que te quiero explicar es que ese poso rancio de las sociedades de provincias que criticas en alguna ocasión viene precedido de una pérdida de población.
ResponderEliminarRancios e insolidarios hay en todos los sitios independientemente de los instrumentos para frenar la fuga de cerebros que maneje el lugar en cuestión. Pero no me negarás que a mayor población y mayor industria, mayor capacidad de desarrollo de propuestas progresistas (y de votos). Es de cajón.
Siempre estaré a favor de criticar según que ideologías pero nunca a la ligera ni sin tener en cuenta el origen del incremento de esas ideologías, o en este caso la razón de que perduren.
Y ni de coña el origen es Enrique Barón ni Josep Borrell. En todo caso serán culpables de aplicar un modelo de vías de comunicación basado en la productividad (ahí si estoy de acuerdo contigo) y no romper el círculo que condena a las poblaciones fuera de la órbita radial.
Quizás el que anda desviado soy yo, o he profundizado demasiado respecto a lo que tú querías exponer.
Ya me conoces, yo siempre a la raíz.