sábado, 29 de agosto de 2009

El pico del Canario




Érase una vez un chico de mi generación, algo más vivo que el resto dentro de la profesión que escogió. Cuando otros, aquí en España, iban de verbena en verbena y de discoteca en discoteca, estaba él en otro asunto. Dicen los entendidos que era muy buen músico, tuve la oportunidad de verle con su grupo a principios de los setenta, hacía entonces yo la mili en el Ferrol.

Era listo porque cuando la mayoría hacía su trabajo en el interior él trabajaba por hacerse un nombre en los Estados Unidos. Encontró un buen productor, que pulió tanto su mensaje como la puesta en escena, lo adornó de aquello que en el tiempo político que le tocó vivir le acabaría dando un aura especial; radicalismo, inconformismo y una cierta actitud iconoclasta. ¡Ante ustedes, Los Canarios!


Poseía una buena voz, rasgada, muy apropiada para el tipo de música que interpretaba. No sólo eso, resultó también ser un compositor con la suficiente chispa como para colocar dos o tres temas como número uno en las listas de entonces.

Después, lo de siempre, la inspiración se acaba, el público se cansa y el grupo se deshace. Intentó hacer algo en solitario aunque con menos fortuna que cuando actuaba en el grupo. Desapareció de la escena pública como otros tantos.

De golpe y porrazo se le encontró nuevamente tras un micrófono, en esta ocasión no cantaba, no era ya aquél músico que nos hacía saltar en nuestros años mozos, con una corbata anudada al cuello ejercía de mandamás en el sindicato de los creadores. En la terminología oficial, el sindicato gestor de los dineros de los autores se llama SGAE; Sociedad General de Autores de España. Había sido aupado a ese cargo por el ala izquierda del colectivo, lo que en otros tiempos se denominaba “trabajadores de la cultura”.

Teddy Bautista que así se llama el personaje, dinamizó el sindicato. Su objetivo: Sacar dinero hasta de la canción que uno puede silbar camino del trabajo. Lo logró, vaya que lo logró, desde entonces, una red de inspectores recorre bodas, verbenas y discotecas de todo el país como unos cobradores del frac, con la ley de propiedad intelectual en una mano y con una cartera en la otra.

No pongo en cuestión el derecho que cada creador tiene de sacar rendimiento de su obra, por supuesto que no, aunque habría que hilar algo más fino en definir el concepto de creador y autor para que de ese modo no se cuelen los manipuladores o adaptadores de la obra de otro.

Teddy ha ejercido de hombre de izquierda. En su día apoyó al PCE, IU y el PSOE, reformó la SGAE dando entrada en la dirección a todo el espectro ideológico, cuidando de que hubiera siempre una mayoría perteneciente a los “trabajadores de la cultura”, han tenido tanto poder que consiguieron aupar a una de las suyas al Ministerio de Cultura.

La avidez recaudatoria de la SGAE la ha llevado a intervenir tanto en un festival benéfico dedicado al niño enfermo necesitado de una operación en el extranjero como a los que reinterpretando a los clásicos hacían una nueva versión. En todo caso se cobra, aunque los verdaderos creadores llevaran muertos siglos y de sus descendientes nada se sepa. Así es la ley.

A raíz del lio montado en Fuente Obejuna, Bautista no ha tenido más remedio que salir a la palestra en entrevista concedida al periódico El País. En la misma, defiende de modo vehemente el papel de la SGAE disparando contra internautas, operadoras y cualquier otro que ose poner en cuestión la avaricia del sindicato.

La entrevista no tiene desperdicio, entre “cojones”, “coño” y “acojonante” como repertorio básico, no sé por qué razón intuyo un guiño. Cuando escribo y siempre que pueda evitarlo procuro no meter palabras malsonantes, no es por un exceso de puritanismo o gazmoñería, pienso que al otro lado de la pantalla puede haber alguna que otra persona a la que esto no le guste y por ello trato de mantener un mínimo de respeto en la expresión.

Decía que intuyo un guiño, porque sabedor Teddy de que el País es un periódico leído básicamente por demócratas y gente de izquierda, intenta decirnos que aunque desempeñe una “función profesional” él en realidad es uno de los nuestros, como si ser de los nuestros significará meter cada dos por tres un taco en cualquier conversación.

Bautista quiere ejercer en esta entrevista de “Jatorra”, con esta denominación se designa en el País Vasco a los chicos que son majos, llanos y campechanos, y eso me molesta.

A Teddy, como a otros muchos, los vimos llegar a mítines y asambleas vestidos de pana. Luego en el 82, les vimos cambiar su indumentaria. De la pana y los jerseys pasaron a los pantalones de pinza hasta las axilas y una corbata con nudo enorme escondida bajo unos diminutos cuellos altos de camisa. Del pelo enmarañado nada quedaba, en su lugar, aparecía un pelo plastificado. No solo fue eso, debajo del brazo llevaban “su política” que mas tarde trataron de ponerla al servicio de los de siempre y desde allí, apretaron algo más la tuerca a los trabajadores. Ahora, con otra estética, sigue ese camino una nueva generación. Ellos camuflados bajo el título genérico de técnicos y profesionales siguen maniobrando para su futuro. Es el eterno retorno narrado por los pitagóricos.

Si, lo sé, “El hábito no hace al monje” y además, lo que digo suena demasiado a tópico. A uno de estos ejemplares me tocó “dirigir” en la campaña electoral del ochenta y dos. Se formó un grupo con los que nos encontrábamos en la sede y había que hacer una pegada de carteles. Ante mi requerimiento me espetó con toda la seguridad del que se sabe predestinado: “Yo no he venido a este partido para pegar carteles”. En las elecciones municipales del ochenta y tres fue nombrado teniente de alcalde y ahora, aún anda por una dirección provincial.

No necesito guiños de ningún tipo. Si trataba de guiñarme que se lo ahorre. Ellos no son de los míos y yo no pertenezco al grupo de ellos. Teddy, al igual que toda su directiva, no se parecen a “los nuestros” por mucho guiño que emitan o por los manifiestos electorales que firmen.

En nada distingo a la SGAE de esos sindicatos corporativos que por nuestro país pululan, sindicatos nacidos con el único objeto de laborar por y para sí mismo, sin atender a otras cuestiones que forman parte del acervo de la izquierda. Lamento que uno de los suyos sea ministra de cultura y espero, que las intenciones que la llevaron allí de poner puertas al campo de la libertad digital fracasen. Así de simple.

Me ha salido un escrito muy panfletario, de verdad que lo lamento, tendré que evitar en lo sucesivo el que me suba la temperatura más de lo debido.


1 comentario:

  1. Miguel, y mi reflexión, aparte de las fijas que se exponen donde Javier Caso, es :
    ¿no te sorprende que la SGAE, con sus medios, tenga esa eficacia y poderío recaudatorio, y nuestros inspectores de trabajo, de tráfico, de hacienda se las ven y desean para detectar cosas menos sutiles en la cuestión de infracciones? El otro día un amigo me contó que en su restaurante se presentó el inspector de la SGAE y le pidió 22000€ por la música ambiental. Negoció lo de ir a juicio y lo dejaron en 5000 €. La cuestión no será por tanto los derechos establecidos ni el beneficio del autor ¿no? porque ¿quien autorizó a renunciar a sus 17000? ¿puede el inspector decidir qué autor se queda sin su parte, y por tanto convertirse en enemigo de los autores? ¿lo entiendes Miguel?

    ResponderEliminar