En un tiempo, cuando tuve responsabilidades políticas me
interesé por los acontecimientos de la Guerra de la Independencia en mi
provincia. Tres batallas; Tamames, Ciudad Rodrigo y Los Arapiles, marcaron los
hitos de la refriegas entre los aliados y el ejército imperial napoleónico en
Salamanca. En ellas murieron portugueses, británicos, franceses, alemanes y en menor medida españoles. No está mal recordar que esas batallas se
desarrollaron en esta tierra y que aquí,
se batieron en lo ideológico las dos concepciones de España. A nosotros, los
que combatimos en diferentes trincheras, siempre hemos necesitado de los
correspondientes 100.000 hijos de San Luis, tanto en un bando, como en el otro.
Repasen nuestra historia de los últimos trescientos años, siempre hemos recurrido para que otros nos ayudaran a sacar las castañas del fuego.
Francia siempre fue temida, de allí venían las modas, lo
libertino, y las peligrosas ideas nacidas del libre pensamiento. En esa guerra que
comentamos, la patria se confundía, como casi siempre ocurre en este país, con la religión. El pueblo elegido por Dios no es
como los judíos creen el pueblo de Israel, es el pueblo español, pues eso y
solo eso, es lo que está detrás de cada
retroceso y el avance posterior en nuestra
trayectoria como pueblo; La religión católica es a nuestro pesar, y mira
que muchos lo lamentamos, lo
que marca lo que somos y lo que queremos no ser.
Pero ahora Francia, aparte de ese chauvinismo que tanto nos
fastidia, sin ver la monstruosidad del propio sobre todo en el deporte, se alza
como valedor de este pueblo. Francia es siempre la instancia – lo vamos a
llamar así - a la que le pedimos las sopitas calientes que cada día
comemos. Les pedimos que no nos retiren sus empresas de automoción, imploramos
sus turistas, le lloramos para que nos
ayude a detener a aquellos que pretenden romper la unidad patria, mendigamos
que intercedan por nosotros para que nos dé un asiento, aunque sea por la
puerta de atrás, en el grupo de los países más dinámicos y el hablar de tú a tú
a los grandes, o eso creemos, y ahora,
miramos expectantes el resultado de unas elecciones como si fuesen las propias.
Esperamos que Hollande alivie, dando un golpecillo de timón, nuestras penas.
Francia es mas de la izquierda que de la derecha, algo de lo no habíamos hablado hasta ahora, Francia, aunque la gobierne la
derecha, es para nosotros la izquierda reconocible y amada más allá de los Pirineos. La derecha teme lo
francés, lo teme tanto como lo temía hace doscientos años, en los que la
aristocracia y el clero, la espada y la cruz, demonizaban al invasor y azuzaban
al ignorante pueblo nuestro contra
todo lo que de allí venía. A ellos no les preocupaban la ocupación de la
tierra, que también, les preocupaban, sobre todo, la liberación de las
conciencias.
Hoy la España que gobierna, la de la trinchera de enfrente a
la nuestra, teme a Francia y por eso se reviste a mayores de sus galas
merkelianas: “La política de austeridad
y la estabilidad no es de la señora Merkel, es la política europea, es de
Europa” dice Rajoy. Más papista que el papa que diría un castizo.
Nuevamente es el combate ideológico. Las políticas de
austeridad son la mejor herramienta que tiene el conglomerado de la derecha; la Iglesia, los ricos, la clase empresarial y demás
para dar la vuelta a este país. Ellos se
plantean este período legislativo como un tiempo idóneo para devolvernos al
pasado y por ello no cejaran, sabiendo como saben que se encuentran ante un pueblo
inerte y narcotizado, el aprovechar el momento para llevarnos a ese lugar
del que cueste un imperio regresar.
Tienen su proyecto, sus herramientas y una fräu que desde el
Rhin colabora con esa marcha atrás de la historia pero a nosotros, amigos de la
izquierda, siempre nos quedará como a Humphrey Bogart, Paris.
Muy de acuerdo contigo, Miguel, pero antes de nada déjame que te mande un abrazo de "bienvolvida" a este tu blog. Ya se te echaba de menos.
ResponderEliminarSaludos socialistas,
No te hagas la lía un pichu. Esa MªRosa es mi esposa porque me he puesto a escribirte desde su ordenata. Es que el mío está caput.
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Jesús Herrera Peña
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