Que la izquierda está en crisis nadie lo niega. A partir de esta afirmación caben múltiples interpretaciones ¿Está en crisis las ideas de la izquierda o lo están los instrumentos, los gestores, que tienen la izquierda?
Escuché, días atrás, un comentario de un personaje que dirige un programa diario en una cadena de televisión al que le parecía inconcebible que modelos de sociedades solidarias, cooperativas y que atiende al bienestar de la población estuviesen en cuestión. Razón no le falta. Si además, atendemos a la opinión, reiteradamente manifestada por la ciudadanía en encuestas, de que son las políticas de centro izquierda las adecuadas para el progreso, podemos concluir que las ideas de la izquierda o las de centro izquierda mantienen todo su vigor.
Sin embargo, crisis aparte, es clara la pérdida de posiciones que la idea general de la izquierda viene sufriendo en el debate intelectual y en lo que podríamos llamar el consenso de los líderes de opinión. Es muy difícil encontrar en los medios divulgadores o publicistas de la izquierda, lo que encontramos son intelectuales orgánicos defensores de las propuestas que realiza el principal partido de la izquierda más que defensores de las ideas de progreso propiamente dichas. Es evidente que a éstos no se les puede llamar publicistas de la filosofía ya que suelen identificar siempre el todo, la gran idea, lo que está por encima de cualquier partido, con un determinado grupo en particular.
Digamos que ésa es la cuestión. Veo dos principales problemas que se ciernen sobre el progreso de la izquierda.
El primero es la de la falta de credibilidad que los partidos socialistas, socialdemócratas o laboristas tienen ante su propio electorado e incluso, ante su militancia de base. Esta percepción se extiende desde Portugal hasta Suecia. Todos, sin excepción, sufren la desafección de su base electoral, hecho éste que contrasta crudamente con lo que ocurre en los partidos de la derecha.
Si observamos los resultados de las últimas elecciones que han tenido lugar en Europa apreciamos que, aunque la derecha gane, su llegada al poder nada tiene que ver con incrementos significativos del voto. Cierto es, que existe una leve tendencia que viene incrementandose en el voto de estas formaciones imputable, sobre todo, a los nuevos votantes pero en esto ni en sus políticas reside el que ganen. Parte de la base electoral de la izquierda se abstiene, y por eso se pierde.
Creo que esa abstención se produce en torno a dos asuntos que, aunque intimamente ligados, son diferentes. El primero, corresponde lo desacreditados que están los políticos de la izquierda por parte de su electorado. Insisto en el concepto de parte porque, obviamente, no es toda la base electoral de la izquierda la que se abstiene, es tan solo esa parte que, aún considerándose izquierda, no está dispuesta a votar a otra opción progresista y mucho menos votar a la derecha. Esta desacreditación tiene mucho que ver con las políticas que se vienen aplicando, que para nada tienen la vitola de izquierda y también, con la percepción de que esos representantes no dejan de ser un grupo que atiende mas a sus opciones personales o de grupo (partido) que a la del colectivo que dicen defender. Eso no se perdona fácilmente.
Ligado a lo anterior está, siguiendo el mismo hilo argumental, el sentimiento de que no existe defensa de lo colectivo, base sobre la que se cimenta el ser de izquierda. El partido lo es todo, el partido es en realidad el último destinatario de las políticas de izquierda. Se trata de mantener íntegro el hormiguero y alimentar a obreras, reinas y demás que laboran para seguir manteniendo a un partido que, como casi todos, sirve preferentemente a los que han encontrado amparo en él.
Creo que esa abstención se produce en torno a dos asuntos que, aunque intimamente ligados, son diferentes. El primero, corresponde lo desacreditados que están los políticos de la izquierda por parte de su electorado. Insisto en el concepto de parte porque, obviamente, no es toda la base electoral de la izquierda la que se abstiene, es tan solo esa parte que, aún considerándose izquierda, no está dispuesta a votar a otra opción progresista y mucho menos votar a la derecha. Esta desacreditación tiene mucho que ver con las políticas que se vienen aplicando, que para nada tienen la vitola de izquierda y también, con la percepción de que esos representantes no dejan de ser un grupo que atiende mas a sus opciones personales o de grupo (partido) que a la del colectivo que dicen defender. Eso no se perdona fácilmente.
Ligado a lo anterior está, siguiendo el mismo hilo argumental, el sentimiento de que no existe defensa de lo colectivo, base sobre la que se cimenta el ser de izquierda. El partido lo es todo, el partido es en realidad el último destinatario de las políticas de izquierda. Se trata de mantener íntegro el hormiguero y alimentar a obreras, reinas y demás que laboran para seguir manteniendo a un partido que, como casi todos, sirve preferentemente a los que han encontrado amparo en él.
Una de las señas de identidad de las sociedades modernas es la creciente secularización en sus individuos. La secularización de la sociedad, caballo de batalla de la izquierda frente a lo sagrado y las religiones, ha acabado por afectar a sus propias instituciones. El partido no tiene en el electorado y en parte de sus bases la misma consideración de cuasi religión que tiene para sus cuadros. No es el todo, porque aprecian que lo colectivo no parece existir y observan como viene siendo, el partido, el lugar de la realización del proyecto personal, individual, de gran parte de sus miembros.
La derecha que no cree en lo colectivo, que entiende a la sociedad como una suma de individuos no pasa por este trance. La defensa de la individualidad y del sálvese quien pueda esta bien atendida por el partido que la representa, y por eso, no sufre deserciones en la misma medida que otros.
La reconquista de la organización es el camino, y esto solo puede llegar a buen término en la medida en que se den dos condiciones: La primera, creer en la democracia, en el bienestar de la sociedad y en la necesidad de un instrumento para actuar en política. Creer que merece la pena de luchar por ello. La segunda, consistiría en perfeccionar los mecanismos de control de la sociedad para hacer de los partidos unos instrumentos sujetos en su discurrir interno al derecho y la ley, democratizarlos en suma. Los partidos no solo deben de tener como evaluador de su función el voto obtenido, sino el real acomodo a las exigencias por las que se establece que algo es o no democrático y el ser sancionado en el caso de incumplimiento de esta premisa. Mientras no se dé ese escenario, no será posible, a mi parecer, la resurrección de la izquierda.
La derecha que no cree en lo colectivo, que entiende a la sociedad como una suma de individuos no pasa por este trance. La defensa de la individualidad y del sálvese quien pueda esta bien atendida por el partido que la representa, y por eso, no sufre deserciones en la misma medida que otros.
La reconquista de la organización es el camino, y esto solo puede llegar a buen término en la medida en que se den dos condiciones: La primera, creer en la democracia, en el bienestar de la sociedad y en la necesidad de un instrumento para actuar en política. Creer que merece la pena de luchar por ello. La segunda, consistiría en perfeccionar los mecanismos de control de la sociedad para hacer de los partidos unos instrumentos sujetos en su discurrir interno al derecho y la ley, democratizarlos en suma. Los partidos no solo deben de tener como evaluador de su función el voto obtenido, sino el real acomodo a las exigencias por las que se establece que algo es o no democrático y el ser sancionado en el caso de incumplimiento de esta premisa. Mientras no se dé ese escenario, no será posible, a mi parecer, la resurrección de la izquierda.
Me encanta ver que ambos seguimos dando caña al asunto de renovación de las izquierdas, mirando de diferente manera el problema, pero mirándolo.
ResponderEliminarDesde luego hay muchas perspectivas y algunas serán repeticiones del pasado y otras tendremos que reinventarnos y aceptar el mundo en el que vivimos.
La posición de partida es que España es uno de los países de arriba, uno de los primeros eslabones de la cadena, de los 200 entre los 15 primeros.
Y que han salido los emergentes ya consolidados, un tercio de la población mundial metida en los mercados globales cambia muchísimo el panorama.
Y nosotros, nuestras pesadas cadenas mentales y la falta tremenda de racionalidad, concepto básico en las izquierdas.
Desde 'Arian seis' con otra mirada puesta en el mismo problema.
Hola amigo, ya empiezo a visualizar movimientos interesantes en esto de la recuperación de la izquierda; Inés Sabanés y el amplio colectivo que respalta las Mesas de Convergencia avanzan en el sentido adecuado y esperado por la ciudadanía. Al PSOE le veo poca posibilidad de recuperación, antes debe de perder hasta los partidos de entrenamiento y expulsar de su seno el cáncer del felipismo zetapeísta. Sólo orientado hacia una socialdemocracia consecuente volverá a poder ser referente ciudadano, en su senda neoliberal sólo sirve para amparar clanes familiares que funcionan al estilo siciliano. Un abrazote amigo.
ResponderEliminarLas ideas de izquierdas no están en crisis. Lo que sí parece estarlo es la operatividad de nuestros mecanismos para desarrollar esas ideas y nuestra propia actitud como sociedad. La antigua clase trabajadora era muy distinta a la actual y sin embargo las organizaciones de trabajadores y los partidos políticos parecen funcionar como si nada hubiera cambiado. Nosotros, somos miembros de una sociedad que no está por la labor de lanzarse a la calle para defender lo que pensamos; preferimos hacerlo desde “este control de mando” de nuestros ordenadores. En Egipto las redes sociales o el teléfono móvil están para difundir y convocar en la calle; nosotros, instalados confortablemente en la indolencia, dejamos pasar oportunidades para llenar las plazas y calles. Las ideas de izquierdas no están en crisis, nosotros sí.
ResponderEliminarManuhermon,
ResponderEliminarMe alegro de la coincidencia, no entiendo muy bien de los posiciones distintas, salvo que consideremos que nada es igual a otro.
Un punto de partida básico, común a todos los que creen en una renovación con la democracia como guía, es la democracia y encuadrar la dinámica de los partidos en lo democrático.
saludos,
Javier,
ResponderEliminarBuena noticia lo de Sabanés. El cambio de los modelos de relación política surge de las redes, pero no puede hacer dejación de la calle y del voto.
Eso quebrá, sin duda, los viejos esquemas de relación.
saludos,
Júcaro,
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con lo que dices. estamos en una fase en la que los medios de crítica y de denuncia son ampliamente usados y empleados, pero aún no sirve, seguramente debido a lo dificil que es buscar una línea de pensamiento lo mas común posible en este tipo de instrumentos, para construir alternativas, Cuando eso ocurra, un tiempo habrá acabado y otro habrá comenzado.
saludos,