viernes, 20 de agosto de 2010

Cuesta de Agosto





La cuesta de Agosto no solo es económica, que también, como es la de Enero, si no que tiene otras peculiaridades. Tiene lugar habitualmente por los aledaños de su última semana y es más de carácter anímico que económico. Como si fuese una gráfica caracterizada, hablo de mi, por una línea sin pendiente, salpicada aquí y allá, con alguna que otra subida en perpendicular que coincide con esos viajes de fines de semana que nos proporcionamos.

Allá por el mes de Junio se comieza a vivir las vacaciones. Las vacaciones desde la perspectiva de alguien que está ya jubilado no consiste en lo mismo que para el que trabaja. No supone una dejación en las tareas y servidumbres que impone el trabajo por cuenta ajena. Las vacaciones en un jubilado empiezan cuando lo hacen las de aquellos con los que vives. Entre otras cuestiones, aquí opera el egoísmo, porque hay más manos para las habituales tareas. El clima vacacional irrumpe con fuerza cuando los chicos se ponen los bermudas y cogen las bicicletas con una mayor frecuencia.

Luego está lo otro, de cuándo empiezan los preparativos para la salida vacacional. Eso es vacación también, porque las vacaciones no se viven tan solo en su espacio natural, cuando estás de holganza, si no que se viven cuando se preparan, planifican o rememoras su sabor, si sueles repitir destino cada año.

La cuesta de Agosto es la vuelta a la rutina y la normalidad. Entiendo que muchas personas, las que aman su actividad, no sienten ese período como otras. Aquí ocurre como con la propuesta de ampliar la vida activa a los efectos de la jubilación, hay quien disfruta de su trabajo y puede estar, si tiene condiciones físicas y psíquicas hasta el final de sus días y los hay para los que su trabajo es un castigo y se aferran a los sesenta y cinco años como auténticos condenados.

Para la mayoría la cuesta de Agosto supone poner en orden las finanzas después de la tensión a la que se las ha sometido. Significa enlazar nuevamente con las rutinas. Las cosas son diferentes según donde vivas. Hay territorios, como en el que vivo, que los tiempos tienen una peculiar relación y similares características con el clima y la idiosincrasia ciudadana. No hay tránsito posible. Es el imperio de los extremos. En las costas y tierras bajas las vacaciones se acercan pasito a pasito y si las temperaturas son cálidas, aún mas. Aquí no sucede lo mismo, la vacación real, no la previa que antes hemos comentado, es abrupta y el final también es igual, abrupto. Hablo, por supuesto, desde una perspectiva muy personal.

Para aquellos cuya percepción del disfrute de la vida se equipare a que esta trascurra lenta, muy lentamente, la cuesta de Agosto viene a ser una mala noticia. La vuelta a la actividad es la vuelta a lo frenético, al ver como los días pasan a toda velocidad sin que dé tiempo a nada y como las noches, por imperativo biológico, se hacen largas por las interrupciones en el sueño.

Siempre quedará el recuerdo del verano vivido, de aquel paisaje, del mar, de ese otro momento, las sonrisas y los cuerpos morenos.

No sé si tendrá algo que ver con lo escribo pero una de estas noches, en la televisión, en el programa Españoles en el Mundo, yo todas las noches veo un poco la televisión, tuve la ocasión de ver el espacio dedicado a españoles en Méjico. Varios de los compatriotas que allí residían coincidieron en un mismo comentario, lo curioso del caso es que entre ellos no se conocían. Señalaron que lo que mas agradecían era la cordialidad y la suavidad en las formas y las pocas prisas de los mejicanos que contrastaba, crudamente, con el mal genio y la hosquedad habitual de las relaciones en España.

No todo es PIB. Aquí, en una carrera no se sabe bien hacia donde, nos estamos dejando muchas cosas en el camino, por eso, quizá, nuestra felicidad solo reside en esos momentos, veinte o treinta días, en los que realmente somos lo que somos.

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