“Estamos en el paro, no tenemos que comer y estos cabrones se lo llevan todo” gritaba airado un ciudadano ante las puertas del ayuntamiento de Santa Coloma de Gramanet. Con esta frase se expresaba un clamor, el hartazgo y el descontento con la marcha de la cosa pública de una gran parte de la ciudadanía, independientemente de cual fuese el sentido de su voto en el pasado.
Una más, en este caso el escándalo afecta al alcalde y un concejal de la ciudad elegidos del PSC-PSOE y también a dos antiguos altos cargos de CiU. En las dos últimas semanas la ofensiva judicial se ha cobrado tres nuevas piezas; La de El Ejido (Almería), la de Castro de Rei (Lugo) y la de Santa Coloma de Gramanet. Se apuntan registros y demanda de convenios urbanísticos en Hospitalet, Badalona y San Andreu de Llavaneres.
No se trata de establecer desde aquí el porqué de la corrupción y quién es mas corrupto, si este o aquél partido. Estos casos serán, esperemos, determinados por la justicia. Para los interesados, podríamos casar mas tarde los datos y establecer de ese modo cual es el partido en el que figuran el mayor número de corruptos. ¿Vale para algo esta clasificación cuando hay cosas, la democracia, mas importantes en juego?
La corrupción visible se extiende, algunos casos datan de principios del 2000. Digo visible, por que es ahora cuando se destapan casos que vienen de muy atrás. En estos, se abre una ventana nueva: La corrupción en su grado máximo, los que se atacan de modo tan teatral en parlamentos y consistorios en virtud de su diferente adscripción política, y no hacen ascos a la unión y negocios conjuntos en los antros donde se fragua la corrupción.
No se puede abstraer uno del tufillo a cierta cocina italiana, de la mala, en este proceso. El peor tufo de los posibles.
Antonio di Pietro, juez italiano de los ochenta, impulsor de las políticas de “Manos limpias” descubrió y sancionó, conjuntamente con otros jueces, la podedumbre interna del sistema político italiano. Evidenció la conspiración existente entre empresas, mafia, iglesia católica y políticos para desangrar entre todos ellos al pueblo italiano.
Las consecuencias se pusieron de manifiesto de modo inmediato: Todos, todos los partidos italianos desaparecieron del mapa; la Democracia Cristiana, el PCI, el PSI, etc. Todos, todos estaban implicados.
Algunos señalan a la corrupción como el final del sistema democrático italiano en su configuración clásica, lo que sucedió a continuación es de sobra conocido: Ascenso de los neofascistas de Fini, un aspirante a nuevo duce; Berlusconi y un partido, La Liga Norte, con claros tintes xenófobos.
El caso italiano, del como una pujante sociedad caracterizada por su ingenio, la innovación, la creatividad y una democracia vitalista acabó transformándose en una sociedad mansa, sin criterio, que soporta a líderes políticos que son bufones en toda Europa es atribuible en gran parte al deterioro de los controles democráticos a la existencia de un sistema electoral injusto, a la perpetuación de privilegios para los representantes públicos y la oligarquización de los partidos.
El riesgo para España es muy similar. No quiero decir que inexcusablemente el destino español sea el mismo que el italiano. Del mismo modo, tampoco quiero decir que ejercicio político sea sinónimo de corrupción. Hay una inmensa cantidad de representantes políticos que son personas íntegras y que laboran, independientemente del partido en que estén encuadrados, por el bien de sus conciudadanos. Lo que quiero decir, es que el rumbo y la derrota apreciable de los últimos acontecimientos, añaden inquietantes similitudes en estos dos países del sur.
Como siempre estos casos se combaten con la misma medicina: Mas democracia.
Mas democracia sobre todo en dos ámbitos.
Se hace urgente la reforma del sistema electoral español, es una cuestión de avance democrático. Una reforma electoral acompañada de una reforma de la legislación local.
Los alcaldes españoles, hoy por hoy, son los representantes políticos con más poder en el conjunto de Europa. Sus posibilidades de discrecionalidad son muy elevadas tanto en el ejercicio de sus funciones en el seno de la corporación local como en las capacidades que cada partido le reconoce de configurar las listas electorales. Cosas de las listas cerradas y bloquedas.
Del mismo modo, por salud democrática, es preciso reformar la administración, la gran tarea pendiente, para hacerla mas diligente y eficaz. Hay casos en los que un nuevo alcalde se suele encontrar con un cuerpo funcionarial que desde su punto de vista no resuelve la gestión tal como el quisiera. La solución siempre es la misma, la plantilla crece y crece, en el número de cargos de confianza, haciendo insostenible los costes, y devaluando el poder fiscalizador sobre la gestión política que los funcionarios y empleados públicos a veces ejercen.
Por último, la democracia tiene un coste, los partidos deben de tener un esquema de financiación adecuado, sujeto a criterios universales, conocidos y constatables. En bastantes casos de corrupción conviven el beneficio particular, con la dádiva para el partido. El partido, en algunos casos, lo suele conocer y calla, y de ese mutuo silencio acaban beneficiándose todos.
Una reforma de la ley de partidos políticos debería de establecer para los partidos democráticos lo que estos aspiran para la sociedad. Los partidos no pueden ser exportadores de una democracia que ellos restringen en su seno.
Todos los partidos operan en el sentido de una creciente oligarquización. Principios tan antiguos como los formulados por Alexis de Tocqueville sobre determinadas derivas autoritarias en el seno de las sociedades democráticas siguen vigentes. Habría que corregir aspectos como la acumulación de cargos, tanto internos como externos, abordar la limitación de mandatos no solo representativos, sino orgánicos, y habría que acabar con determinadas formas de perpetuación, que al socaire de una pretendida renovación, rejuvenecimiento y paridad, lo que en realidad consigue es la perpetuación de los de siempre y la comodidad añadida que significa el rodearse de una corte, de un órgano colegial, totalmente nueva, inexperta, acrítica y servicial.
Al menos ese ciudadano se ha expresado con la voz de miles de españoles, un aplauso para el y su sinceridad, pero.....¿que me dices de los otros miles de ciudadanos que aplauden a los sinverguenzas que les roban?,¿que van a las puertas de los juzgados a aplaudir a los imputados de prevaricacion?, ¿que arropan a los ladrones y denostan a los jueces y policias que les detienen?.
ResponderEliminarChapeau por este ciudadano, ojala todos aprendamos de el.
Un abrazo.
Salud y felicidad
Hola Miguel:
ResponderEliminarLo has quedado bordado, qué más se puede añadir; simplemente constatar el acierto de tus palabras y darte mi más sincera enhorabuena por describir la realidad que padecemos con una enorme claridad.
Me quedo con una frase de tu nueva entrada:
"Una reforma de la ley de partidos políticos debería de establecer para los partidos democráticos lo que estos aspiran para la sociedad. Los partidos no pueden ser exportadores de una democracia que ellos restringen en su seno."
Recibe un muy fuerte abrazote amigo.
De todas las propuestas de la entrada, considero la más viable la de la limitación de mandatos: la más asumible por los partidos políticos (que, como bien se señala, deben ser los sujetos de su propia renovación). Si los partidos autolimitaran el tiempo de permanencia en el poder de sus miembros a, pongamos, 8 años, solucionaríamos una parte de los problemas de la vida política a nivel local, autonómico y nacional. ¡Con 8 basta!
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