lunes, 3 de agosto de 2009

¡Barra libre¡




Por fin salió humo blanco del tribunal valenciano. Suenan las primeras voces; “acatamos la sentencia, pero no la compartimos”. Este sonsonete ya habitual cada vez que se pronuncia un tribunal, chirría y causa indignación. Pues claro que se acatan las resoluciones de los tribunales, no queda más cojones que aceptarlas.


La corte superior de justicia del País Valenciano ha fallado y después de este fallo tras las figuras jurídicas de “cohecho impropio” o “imputado provisional” resuelve que no hay delito en la aceptación de unos trajecillos de nada. El PP salta de júbilo, su visión de la vida y la política va, poco a poco, impregnando todos los estamentos de este país.


Se ha abierto por fin la barra. Ahora todos los cargos públicos, todos los funcionarios de cualquier nivel han de saber que no hay delito alguno, que a partir de concesiones, sean las que sean, pueden obtener regalos. Los pueden recibir fraccionados para que de este modo no den tanto cante ante ciudadanillos que se indignan por algo tan “natural” como eso.


Trillo puede seguir llamando, su sistema ha sido legitimado, a todos y cada uno de los miembros de cualquier tribunal, tratando de condicionar los fallos porque desde luego lo que él censura, lo que él critica; el hablar con jueces, solo se puede hacer desde la derecha, porque eso es lo natural. ¿Qué se creían estos socialistas…?


Decir que todo eso me da vergüenza no es nada nuevo, todo bien nacido ha de sentir vergüenza sobre este estado de cosas.


No me extraña que, en la valoración de los españoles, sea la justicia en primer lugar y luego los políticos, seguida a corta distancia por la Iglesia, los que se llevan la peor parte. No, el descontento sobre la justicia no se ciñe en exclusividad al hecho de que no disponga de suficientes medios. Radica en la disconformidad con la inteligencia de la justicia, no en su mecánica. Son las decisiones judiciales las que una y otra vez, soliviantan al personal y le hace no creer en el sistema.


No es posible seguir así, no es posible seguir manteniendo en el estado un método de selección de jueces que basado más en la competencia memorística de los opositores que en la evaluación del criterio que pueda tener y el sentido común. Tampoco podemos seguir con un sistema de cupos en el ascenso basado en la pertenencia a una casta u otra.


La endogamia es el mal de muchas situaciones, pero cuando el poder lo depositamos en corporaciones endogámicas como ocurre con la judicatura, el ejército o la política se vuelve a las cavernas y la democracia se resiente, al final esta última se convierte en un espejismo.


Creemos ser libres pero en realidad no lo somos. Solo que la soga que nos ata al cuello es más larga que en otros sistemas. Sólo eso.

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