sábado, 18 de julio de 2009

Ohú que calor





El verano es el culpable. Como cada año en el mes de Julio recojo los bártulos y me desplazo a la costa de Cádiz. Es aquí, en las orillas del Atlántico cercanas al litoral del estrecho de Gibraltar y frente al pequeño islote de Sancti Petri, templo fenicio y romano hace milenios, en donde me vuelvo a reencontrar con olores, sabores y paisajes propios de mi niñez.

La inyección de vida que supone este corto período de tiempo desata en mí sentimientos encontrados. Esta vez, quizá debido también a la lectura de la que me he dotado para las vacaciones, ha dado como resultado un cierto despegue de la política.


Tal vez sea cosa del verano y del calor la culpa que el nivel de indignación que habitualmente me provoca la política sea algo más relativo. He escogido dos libros; la excelente Biografía del emperador romano Marco Aurelio de Anthony Birley publicada por Gredos y Las sabidurías de la antigüedad- Contrahistoria de la Filosofía, I de Michel Onfray de Anagrama. El primero, que se autodefine en la portada como la biografía definitiva del gran emperador narra de modo muy minucioso las vicisitudes del autor de Meditaciones.

Marco Aurelio formó parte de una triada de emperadores; Adriano, Antonino Pío y el propio Adriano, al que habría que sumar Trajano, que engrandecieron el Imperio Romano. Marco es al mismo tiempo un regenerador de la política romana, el político estoico por excelencia.

En el segundo libro, Onfray escribe sobre su bestia negra, define al estoicismo como una filosofía oscura, la filosofía de la renuncia y del deber, sin concesión alguna a todo aquello que signifique vida. Onfray resalta el papel de los filósofos materialistas y hedonistas, trasciende el epicureísmo del más puro Epicuro yendo más allá. Elogia a los filósofos que sitúan la búsqueda del placer como la aspiración máxima y consagra esa búsqueda como ideal de vida.

Me encuentro pues, sometido merced a mis lecturas a una sesión termal cualquiera donde los baños calientes se alterna con los fríos. Todo al más puro estilo romano.

Durante muchos años de mi vida he admirado y al mismo tiempo deseado abrazar el ideal estoico. Sin embargo me ha faltado valor, voluntad y la suficiente capacidad de sacrificio para aceptar una vida de renuncia, para el “vivir conforme a naturaleza” que propugnaban los filósofos estoicos.

Si prescindimos de las políticas concretas y entre ellas la economía, deberíamos reconocer que el político perfecto sería aquél que, independientemente de la orientación que profese, se condujera en lo personal y en la gestión de la cosa pública como un estoico. Desde luego, en lo que supone sacrificio personal y rigor sería alguien admirado por sus conciudadanos aunque se pudiese disentir, entre otras cosas, en los aspectos concretos de las iniciativas que pudiesen llevar a cabo. No falta en la historia casos de ciudadanos con responsabilidades públicas que a pesar de no ser votados por algunos han obtenido un reconocimiento personal de sus adversarios, me viene a la memoria aquella persona sencilla, austera y amable y de firmes convicciones socialistas que fue Ramón Rubial en su tiempo presidente del PSOE.

No es posible en estos días encontrar en nuestro ámbito y época políticos conscientes de la trascendencia de su labor como en otros tiempos hubo.

Hoy, sin las modestas responsabilidades públicas que en un pasado me toco vivir sigo admirando a aquellos que cumplieron su cometido público, por muy grande que fuese, con la sencillez y modestia que era exigible.

En los tiempos de la imagen, de la impostura, del agradar a cualquier coste, se echa de menos un mínimo de rigor en la gestión de lo público. Nada digamos de la honradez, exigible en cualquier marco, ideología o época.

Una vez jubilado, Onfray y sus tesis van cobrando carta de naturaleza en mi visión de la vida. Nada me obliga a seguir la senda del deber público, la austeridad y el reconocimiento de mis conciudadanos. A ello no es ajeno el cansancio de una vida de lucha a contracorriente tratando de superar las debilidades propias y combatir las ajenas.

Contemplo, cómo no, al igual que otros muchos el desbarajuste cotidiano con el que se nos inunda en las noticias: La inversión multimillonaria en unos gladiadores modernos, los futbolistas fichados por un tal Florentino, el escándalo consiguiente en toda persona de bien por el precio pagado, independientemente del color de sus amores. La corte de aduladores nucleados en torno al grupo Prisa, del que solo se salva en estos momentos algunos artículos y la línea editorial del diario El País amén de un periodista como Iñaki Gabilondo. Son en definitiva, islotes en medio de la vorágine consumista que propugna ese grupo. Me reconcilio con Radio Nacional de España y Televisión Española, alabo la imparcialidad ganada tras el negro periodo aznarista, temo por un futuro sin financiación adecuada y doy la espalda a Francino, Nierga y a ese locutor vociferante llamado Manolo Lama y demás apóstoles de la frivolidad.

¿Qué nos queda? Cuando observamos, y también comparamos, como nuestra justicia lleva empeñada meses en dilucidar los casos de presunta corrupción otros asuntos, muchísimo más graves, han sido ya juzgados y condenados ya en otros países, y es aquí cuando nos damos cuenta de la realidad que nos toca vivir, y que no me vengan con los consabidos cuentos de que nuestra justicia es garantista y bla, bla y bla.

Cuando la falta de pudor del Partido Popular no levanta la indignación de sus electores y medios que le apoya. Cuando vemos como el presupuesto del estado quiebra una y otra vez las costuras de lo permisible, cuando observamos como la insolidaridad y singularidad nacional de algunos es “comprendida” por aquellos que deberían combatirla.

En definitiva, también ver cómo este país aumenta de modo constante una factura que ha de ser pagada por nosotros y nuestros hijos…


Si, cuando una cadena de errores se ceba en una misma familia inmigrante dónde madre e hijo recién nacido mueren por errores, ¿sólo médicos?, y se nos pone de modo ineludible ante el espejo de una sanidad liberal, reductora de costes como ha sido el caso recientemente ocurrido en Madrid, una comunidad en la que su presidenta, con el apoyo mayoritario de los votantes, insiste una y otra vez en situar a este país en la senda de un thacherismo cruel e insolidario piensa uno, el que escribe, que son demasiadas cosas.

Pienso y me lamento que una vez más, la derecha se ha visto favorecida en el papel de víctima, que se le ha brindado desde el gobierno de la nación una inmejorable ocasión, debida sobre todo a una negociación de las finanzas autonómicas, que pudiendo ser justa, la percepción que se extiende por algunas comunidades autónomas es de que se ha beneficiado a algunos en detrimento de otros. En todo caso, se deja sentir que la comunidad de Madrid tardará lustros en ser gobernados por la izquierda y esto último, ayuda vaya que si ayuda.

Realmente el horizonte se torna sombrío para la izquierda. Mientras, el mal de nuestro tiempo, el populismo rampante, seguirá avanzando y contaminando a aquellos que por ideología nunca debieran alcanzar.

Oigo esta mañana en el breve rato que he dedicado a oír la radio que la patronal exige para el acuerdo social una rebaja de la cuota a la seguridad social y pienso para cuándo el gobierno dejara de contemplar este país como laboratorio de pruebas de consensos imposibles. El acuerdo social tiene su campo de juego cuando hay dinero para repartir tanto a tirios como troyanos entre tanto, solo cabe gobernar con un horizonte, el bien del país. Esta lectura desde la izquierda solo tiene un sentido: Gobernar para solucionar los problemas de los que lo tienen, las clases más desfavorecidas.

¿Que nos queda?. Miro el horizonte, yo que lo puedo hacer, contemplo a los bañistas, trato de localizar con los prismáticos a las pequeñas embarcaciones en el mar, me agarro a Onfray, degusto las vicisitudes de Diógenes, Filebo, Eudoxio y Filodemo de Gadara y pienso que no todo está perdido. Nos queda la vida aunque sea contemplada de modo individual. Permítame el lector esta salida por la tangente, al fin y al cabo estamos en verano.


¡Ohú que calor!

3 comentarios:

  1. Gracias por compartir tus reflexiones Miguel. Es muy didáctico conocer cómo ha evolucionado tu pensamiento a lo largo de los años... Me quedo con una frase: "Una vez jubilado, [...] nada me obliga a seguir la senda del deber público, la austeridad y el reconocimiento de mis conciudadanos". ¿Significa eso que de haber sabido lo que sabes hoy, hubieras dedicado más tiempo a ti mismo, y menos a los asuntos publicos?, ¿O crees que las experiencias vividas han formado tus impresiones actuales y por lo tanto han sido necesarias?.
    Lo digo porque, para mi, una persona joven todavía con ciertas esperanzas (cada vez menos) en cuanto a la resolución de estas cuestiones, sería interesante saber tu opinión al respecto... ¿Hay posibilidades de enmienda para todos estos desbarajustes diarios que mencionas? ¿Merece la pena dedicar tiempo y esfuerzo a resolver estas cuestiones descuidando el bien propio?

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  2. Creo que todo es cuestión de encontrar la necesaria moderación.

    El deber público, las tareas hacia los demás no puede ocuparlo todo. Debería haber la posibilidad de conciliar ambos aspectos. En mi caso concreto no supe encontrar esa moderación en atender a lo propio y a los tuyos mas inmediatos con otras tareas. En cierta modo conviene huir de la alienación que puede suponer cualquier actividad cuando esta llega a ocupar todo tu pensamiento y en las posibilidades de actuar. Supone, en suma, así lo veo ahora una especie de brutalización de tu paso por el mundo.

    en Marco Aurelio, Frontón el maestro de elocuencia de Marco Aurelio, le contesta al emperador a propósito de una misiva en la que este se disculpaba por haberse marginado de las actividades de gobierno que le tenía ocupado día y noche y haberse ido a un centro recreativo con su familia durante cuatro días. Frontón le contestó diciendo que lo importante era descansar " desconectar" que diríamos ahora y le recordaba que uno de los maestros filósofos que en su formación como emperador tuvo todos los días se emborrachaba y no por eso faltaba a su actividad principal que era la formación del antiguo emperador. La actividad pública tiene sentido si esta no te desliga de lo que es tu tiempo, los tuyos y en definitiva de otras vivencias.

    En relación con los desbarajustes diarios mefrec la pena luchar cada uno en su ámbito y en la medida de las posibilidades que se tengan.

    Sobre todo porque hay otros que se dedican y mucho a seguir creandolos.

    Aunque el escrito rezuma una especie de reignación ante las cosas y una vuelta al individualismo pues era cosa del calor, las experiencias vividas, el cansancio y otros factores.

    Pero en definitiva, no estoy por el nihilismo o el hedonismo absoluto. Sólo que aunque en la vida haya sacrificios personales eso no lo puede ser todo, para seguir sacrificandose es necesario disfrutar de la vida en otros momentos. Al fin y al cabo vida solo hay una y la busqueda de la felicidad y el placer en ella debe ser compatible con deberes.

    Espero haber precisado algo el pensamiento que tengo sobre esto.

    Miguel Alvarez

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