Nuevamente el litoral recobra la playa como seña de identidad. Atrás quedan los acantilados y el puerto de Barbate en un pasado repleto de pesqueros y hoy en franca decadencia y más allá, el río. En este plano y cercano a la laguna de la Janda cuenta la leyenda que Rodrigo, último monarca visigótico, perdió no solo la batalla sino la guerra que posibilitó en esta tierra la dominación musulmana. La vega deja pronto de existir dominando nuevamente un paisaje de dunas mochas cubiertas por una mínima vegetación.
La sierra del Retín y la playa contigua, en la actualidad terreno militar, lo que la ha salvado seguramente de la especulación salvaje, se manifiesta con una autenticidad que pocas playas de nuestra costa mantienen. Me explicaré, en la costa gaditana las playas están sujetas al capricho del viento, los temporales sean de poniente o de levante modifican su fisonomía de modo constante, si dejáramos a su genuino ser a estas masas de arena observaríamos tal como se ve en Bolonia y en el Cañuelo que las dunas suelen formarse siempre del lado del sudoeste. En las playas turísticas es la mano del hombre, mejor dicho de las máquinas que manejan, la que van nivelando la playa y haciéndolas a gusto del turismo. Aquí eso no ocurre.
Esta playa y su carretera tantas veces reflejada en anuncios y en el cine nos lleva hasta Zahara de los Atunes. Nadie se ha puesto de acuerdo con el origen de este nombre, algunos dicen que hace referencia a la flor de azahar y otros que su significado quiere decir brillante. El complemento de los Atunes quiere diferenciarla de la otra Zahara, que es una población de la sierra de Cádiz.
Es Zahara de los Atunes una población marinera, pedanía de Barbate, perteneció al ducado de Medina Sidonia en 1200 y desde entonces data su formación. Su origen se debe a actividades ligadas a la captura y posterior industria del atún. El sistema de pesca, atribuido a los árabes de ahí el nombre de almadraba, tiene sin embargo un origen más remoto, ya en esta costa se pescaba mucho antes por parte de fenicios y romanos aunque fueron los árabes los que perfeccionaron las artes de pesca.
Cervantes en el pasaje del pícaro en la Ilustre Fregona nos narra de cómo era la vida de los marineros en este lugar en aquellos años.
Zahara tiene dos partes claramente diferenciadas; Una pertenece a Barbate y la otra a Tarifa. La primera conserva en gran parte el genuino sabor de los poblados marineros, en este caso carente de puerto, solamente es el río que en marea baja queda casi cerrado en su desembocadura al mar el que mantiene como testimonio marinero algún que otro bote amarrado a las boyas. Zahara de ser un poblado marinero en su origen ha pasado a ser un núcleo turístico, al igual que tantos pueblos de la costa, y como éstos su apogeo lo marca el verano.
El nuevo Zahara se encuentra ya en el término municipal de Tarifa y en él se localizan la mayoría de las urbanizaciones desde las más sencillos bloques de apartamentos, eso si de baja altura y con amplias zonas verdes, pasando por agrupaciones de adosados, a la mas residencial y selecta ubicada en el promontorio del Cabo de la Plata.
Desde la playa de El Palmar y prescindiendo de Barbate quizá sea Zahara de los Atunes la única concesión al turismo mas intensivo hasta que llegamos a la localidad de Tarifa. Eso si, sin llegar a los niveles asfixiantes que encontramos en la costa del Mediterraneo,.
A pesar de ello Zahara de los Atunes ofrece unas aguas claras en su playa y ambiente grato al turista. El estrecho y los vientos son los que imponen su ley contribuyendo sin duda de este modo a la pureza de su aire y agua. Desde Zahara entramos en el imperio del azul como en ningún otro sitio. Brilla aquí tanto ese color que si no hubiese sido tomada esa denominación por otra zona turística del mediterráneo bien merecería ese nombre. No en vano es uno de los lugares preferidos de la costa de Cádiz. Su cocina es esplendida sobresaliendo como no el atún de temporada y el resto de pescados.
Ya en el propio poblado comenzamos a ver lo que a partir de ese momento será una constante, nuestra carencia enérgetica y el omnipresente viento ha sembrado de molinos de viento el paisaje. A partir de esta zona todo el interior hasta Algeciras es un parque eólico. Afortunadamente la costa no ha sido invadida aún.
Un poco más adelante y dejando atrás las urbanizaciones llegamos hasta el promontorio, desde aquí y entre las casas la vegetación cae hacia el mar. Anclada en el agua y separada ya de tierra firme en marea alta quedan las ruinas de una fortificación militar, una más entre las muchas que poblaron esta costa, edificadas todas ellas durante la segunda guerra mundial , fortificaciones que según cuenta la tradición y las gentes del lugar fueron hábitat de informadores alemanes que vigilaban los convoyes aliados en su paso por el estrecho.
Sesenta años después estos mudos testigos de aquel drama se sumergen en el agua, señal inequívoca del avance del mar en la zona o en las playas como la del Cañuelo o el Palmar vuelven a fundirse con su materia prima; La grava y arena extraída muchos años antes de estas mismas playas.
Justifica esta actividad el nuevo paraje con el que nos encontramos tras doblar el cabo; La Playa de los Alemanes. Se comenta que debe su nombre a los primeros que la urbanizaron tras la segunda guerra mundial; Miembros del ejército alemán que buscaron refugio en su huída en esta tierra y que aquí edificaron sus viviendas.
Continuara.
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