lunes, 17 de agosto de 2009

100 días



El Gobierno vasco de Patxi López ha cumplido sus primeros cien días, ha superado pues el período de gracia habitual dentro de las valoraciones de cualquier gobierno.

Como es lógico, las primeras acciones se han limitado a la política de ceses y nombramientos, algunas modificaciones presupuestarias con la que hacer frente a contingencias surgidas de la crisis con el objeto de potenciar las políticas sociales y por último, otras a favor del fomento del empleo.

Pero quizá en lo que más ha puesto el acento el nuevo gobierno vasco ha sido en la política de gestos. Era algo necesario, ha sido mucho el tiempo en que la política vasca liderada por los nacionalistas ha vivido de espalda a una gran parte de la ciudadanía. En algunos casos ha sido clamoroso el silencio sobre acontecimientos surgidos en el seno de esa sociedad.


Efectivamente, la ceguera del gobierno de Ibarretxe y por extensión, la del PNV, ha favorecido la quiebra de la sociedad vasca y su posterior clasificación en una división que no atiende a parámetros clásicos en política y si, en cambio, a otras de carácter exclusivamente identitario.

Estos cien días, como decía, no ha generado el despliegue de las nuevas políticas económicas y sociales a la que hacía referencia el programa del PSE y que el propio lehendakari enunció en su discurso de investidura del 5 de Mayo.

Hay en cambio nuevas formas muy valorables como el diálogo social, boicoteado por los sindicatos nacionalistas, el que se pretende realizar con las diversas instituciones diputaciones y ayuntamientos y la sociedad civil.

La verdadera prueba de fuego tendrá lugar en el próximo otoño e invierno. El calendario legislativo que se aprobará en Octubre, las reuniones del Consejo Vasco de Finanzas, el fruto del diálogo con las diputaciones y la aprobación del presupuesto de la CAV serán los hitos que nos dirán algo sobre las dificultades que pueden encontrar los pactos y la política del nuevo gobierno.

Sin embargo, López tendrá que actuar con la máxima celeridad en esa nueva etapa. Aunque las elecciones europeas significó una subida en el porcentaje de votos para el PSE-PSOE y la reducción de la distancia que le separaba del PNV, esa circunstancia no es valorable a efectos de la evolución del voto en el País Vasco, dado que, el PNV acudía en coalición con otros partidos nacionalistas del Estado y esto, sin duda, mermó su voto.




La especial peculiaridad de las finanzas públicas vascas y el papel que en ella juega las diputaciones provinciales, va a demandar notables esfuerzos del gobierno socialista. Su intención de hacer partícipe a los ayuntamientos y darles la palabra en estos temas es una estrategia adecuada para romper la previsible oposición de los nacionalistas instalados en dos de las tres instituciones provinciales.

El recurso al endeudamiento de las finanzas autonómicas, muy baja en comparación con otras comunidades autónomas, ayudará, sin duda, a la consecución de los objetivos programáticos.

La demanda de celeridad en las iniciativas de gobierno tiene su raíz en los inquietantes datos aportados por el euskobarómetro del mes de Mayo. La mayoría de los vascos desaprueban el pacto PSOE-PP. Esos ciudadanos contrarios no solo se encuentran instalados entre los votantes nacionalistas sino que también están disconformes el 32% de los votantes socialistas y en mayor medida, los del PP (el 46% de los votantes del partido popular expresan nula o ninguna confianza en el gobierno)

La experiencia política vasca nos enseña, sin embargo, que el ciudadano tiene un alto nivel de pragmatismo. Es la gestión, más allá del fenómeno identitario, el que llama la atención del electorado. La experiencia de buenos gobiernos locales socialistas así lo evidencia.

Los socialistas vascos sabrán, sin duda, remover esos obstáculos. Ahora bien, no hay que atribuir toda la responsabilidad futura a los mismos, será necesario que el gobierno de Zapatero actúe con decisión ante las reclamaciones de transferencias pendientes del gobierno vasco. Estas deben ser atendidas. Sería una enorme paradoja que una vez concedidas determinadas reclamaciones a la Generalitat de Catalunya no se tuviese la misma sensibilidad con el Gobierno de Euskadi.

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