viernes, 4 de diciembre de 2009

Class & Crash. Músicos en la izquierda



Tenía yo treinta años. En aquella época, recién casado, no estaba para muchas bromas y por eso, cuando el punk surgió, el menda seguía anclado en los Rolling, en The Animals y The Who que eran, entre otros, la expresión mas singular del rock y blues progresista.

Pues como que no, no me veía vestido de negro, con tachuelas, y mucho menos, llevando piercings y dejandome la consabida cresta.

Con el tiempo, pude conocer el impacto político que el punk tuvo en el Reino Unido de esa época dirigido entonces, por Thatcher. Este aspecto es muy poco conocido y menos aún, estudiado.

Se suele comentar que en la caída de Thatcher, relevada por su propio partido, influyeron como determinantes la implantación del “poll tax” y su dubitativa política europea. Sin embargo, no se ha contemplado el papel que jugó la juventud británica y la cultura de izquierda en la caída definitiva de los conservadores con Major ya en el poder.


El punk político de izquierda tenía dos ramas, y en la cabeza de ambas ramas dos grupos, The Crass, anarquismo puro y The Clash, socialistas revolucionarios. Estos, como otros muchos grupos musicales, y en conjunción con actores, cineastas y artistas gráficos contribuyeron al cambio político en el Reino Unido con una fuerza muy superior a la que pudieron desplegar los sindicatos de entonces.


Ellos, como una gran cantidad de bandas surgidas de los barrios obreros, hacían de la militancia de izquierda arte, que podría gustar o no desde un punto de vista estético, pero esa militancia fue llevada a extremos tales como que The Crass vendían sus discos a la mitad del precio y The Clash realizaban sesiones acústicas abiertas y gratis en plazas y auditorios.

Antes, las emisoras piratas instaladas en barcos fondeados en el canal de La Mancha, rompían el monopolio de la BBC en la Gran Bretaña. Fueron los precursores y crearon las bases para el cambio cultural y social de los sesenta.

La historia nos muestra que no se le puede poner puertas al campo. Son la propia industria y el capital los que entre sí se están devorando en su afán por ganar cada vez mas dinero.

En el reciente conflicto de los internautas contra el Ministerio de Cultura se ha comentado, injustamente, que la rebelión ha sido auspiciada desde el propio Ministerio de Industria con el fin de proteger los derechos de fabricantes y operadoras. Tomar en cuenta esta denuncia equivaldría a decir que todos los que nos movemos en la red somos incapaces de evaluar los riesgos que la citada medida tiene para la libertad de expresión. Algo habrá de lo que es una guerra declarada entre sectores, pero eso no es el todo de la protesta.

Respeto la propiedad intelectual, al igual que pienso que esa propiedad, la consideración y el estímulo a los creadores debe de ser preservado. La ley está para eso. Lo que pagamos en virtud de la Ley de Propiedad Intelectual y la Ley del Audiovisual debería de garantizar esa corresponsabilidad. La piratería en ese sentido es perseguible, no todo tiene porque ser gratis, y no podemos pedir a todos nuestros creadores que sean unos clash o unos crass cualquiera, pero aquí falla algo. ¿Tendrá algo que ver la entidad gestora encargada de recaudar los beneficios de la difusión para los creadores y en sus mecanismos de distribución de los beneficios a lo mismo?


Por otro lado, pienso, solo pienso, si personalmente debería de tener alguna obligación moral, que no legal, y pagar por ello a los herederos o propietarios de la música de Beethoven, que no a sus intérpretes, al escuchar su música en un CD.

Todos, en cada mañana que se inicia, empleamos nuestros recursos intelectuales o manuales en la realización de un determinado trabajo. Es el ahorro y las rentas generadas por él, lo que nos posibilitará vivir un poco más cómodo el resto de nuestros días. Es un tema complejo, lo sé, pero hay que buscar nuevas vías para conciliar los derechos económicos de los creadores con la realidad de un nuevo mundo, el digital, que actúa como un salvoconducto para saltar todo tipo de barreras. Tampoco se puede pretender, en la mente de algunos está, el vivir toda la vida a cuerpo de rey con la genialidad que en un momento dado pudo tener. Algunos se han hecho multimillonarios pero ciertamente eso no está al alcance de todos. Todo esto exige una revisión a fondo de toda la cadena de valor para encontrar la vía adecuada. Lo que nunca podrá ser una solución es la resolución administrativa en un caso de conflicto de intereses, cerrar una página web lo es, que debería basarse en cambio en una razonada decisión judicial.

No puedo cerrar este artículo, aun a riesgo de ser demasiado pesado, sin valorar lo que me ha parecido la actitud del gobierno y de su presidente en el conflicto. Se han visto sobrepasados y sorprendidos por la reacción de los usuarios en la red. Lo venimos comentando reiteradamente, no están entendiendo nada o lo que es peor, se enteran pero no quieren actuar en consecuencia.

Los cauces de la acción política ciudadana no se limitan al simple ejercicio del voto en una jornada electoral determinada. En el mismo sentido, la acción de los militantes, de cualquier partido, no puede ceñirse al ritual clásico y decimonónico de la asamblea semestral o anual. El monopolio de la información se está resquebrajando y salvo una involución, nada volverá a ser igual que antes. La ciudadanía está tomando carta de naturaleza propia en política, ejerciendo su derecho a la crítica y a la protesta al fin y al cabo, si no me equivoco, ese ha sido, desde siempre, el deseo de la izquierda.


A John Naisbitt, (Macrotendencias 1983)








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