jueves, 22 de julio de 2010

Fair Play




Sigo el ciclismo desde tiempos inmemoriales, de cuando tras el parte, daban la crónica y las calificaciones de las etapas desde el primero hasta el último. Ni se daba en directo por la radio y por supuesto de televisión, nada de nada. Seguimos la pugna de Loroño y Bahamontes. Recuerdo, tendría unos dieciséis años, cuando vi ganar a Tamames la vuelta ciclista en el velódromo, hecho ex profeso de madera, en el campo de fútbol de Garellano en Indautxu-Bilbao.

Era muy aficionado. En mis tiempos hice mis pinitos con la bicicleta pero ni mi constitución física, ni mi fuerza, y mucho menos mi capacidad de sufrimiento me acompañaron.

El ciclismo es un deporte cruel, quizás sea el mas cruel de todos, de ahí esa espectacularidad que suele alcanzar en las etapas que acaban en un puerto de montaña. La crueldad no sale tan solo del tremendo esfuerzo que se exige a los ciclistas si no que radica también en sus costumbres, las subordinaciones que se establecen en los equipos y su lenguaje.

Gregario, globero, doméstico, aguador, chuparruedas, culón, capo, clase, líder, gallo etc, sirven para designar a los integrantes del escalafón ciclista.

Cuando se trata de ganar no hay barreras, o no las había. Se atacaba cuando los ojos fijos “sin alma” fruto del esfuerzo y el agotamiento delataba al que iba ya melocotón (desfondado). Se atacaba cuando el incauto se liaba en el comer o en hacer sus necesidades. El pinchazo o la avería mecánica en una escapada a dos era una bendición del cielo y una de las mejores venganzas consistía en ir escapado, no dar relevos y dar la cuchillada por la espalda ganando la etapa. El ciclismo siempre fue así. No solo era necesario tener fuerza también había que estar despierto muy despierto en carrera.

El otro día Schleck en una maniobra mecánica tuvo la mala suerte de que le saltó la cadena. El instinto hizo todo lo demás. Contador y los demás saltaron como resortes para aprovechar la ocasión. Mas tarde ante el lío que se armó, el corredor español pidió perdón a Schleck. ¿Fue arrepentimiento verdadero? No lo creo. Pienso que tal vez hubo presiones. Los ciclistas que se deben como otros deportistas a sus equipos están en función de determinadas políticas de marketing. Los deportistas se deben tambien a sus anunciantes y nadie compra productos anunciados por deportistas “tramposos”, si no que le pregunten a Tiger Woods.

No creo que Contador sea un tramposo hizo lo que tantos y tantos ciclistas han hecho desde que eran juveniles. Ante un fallo físico o mecánico a los rivales se les ataca.

Merck era apodado el Canibal, en carretera no dejaba ganar a nadie y si podía aplastaba al contrario. Hinault llamado el Caimán fue famoso por hacer lo mismo. Amstrong hace unos años cuando Beloki rodó por aquella ladera rompiéndose varios huesos no le dedicó una mirada y mucho menos su atención.

Fue Indurain el que intentó hacer del ciclismo un deporte mas solidario y generoso, sin aplastar al rival, dándole un carácter mas humano pero al mismo tiempo, pasión nacional aparte, lo hizo aburrido.

En cuanto a mi posición personal sobre el caso no la tengo muy clara, la máquina es un componente mas y en ciclismo el triunfo de uno se cimenta sobre la impotencia de los otros.

Hoy Contador cansado de los abucheos de franceses y de quienes no son franceses y que pretenden pasar facturas absurdas y sin sentido y también, posiblemente por las presiones de su jefe de prensa y manager, los que cuidan de los dineros, no ha disputado la etapa, podría haberla ganado o no, pero el caso es que no la disputó. Ha perdido uno de los mayores honores que puede tener un ciclista, el que a veces justifica una carrera de años; Ganar en el Tourmalet, el Mont Ventoux o en Alpe D´huez. Contador, que parece ser un deportista español de los de la nueva hornada, es decir, asequible, humilde, nada creído, no pareció entender aquel día que hay otras exigencias: Las que imponen el mercado. ¿O es que todos nos hemos vueltos buenos? En fin, pues la verdad, no lo se.

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