miércoles, 9 de junio de 2010

Días de vino y rosas





La vida cómoda provoca adicciones. Las recientes alegrías - la de los últimos años - acostumbraron durante largo tiempo a los vigilantes de la frontera en una vida plácida. La candidez de las relaciones entre los vigilantes y los bárbaros, los compadreos, las dádivas, la vida fácil y ajena a la lucha, ha oxidado cuerpos, almas y armas.

Al igual que con la interpretación endógena de la caída del imperio romano la falta de disciplina y de aplicación en el sacrificio ha dejado la magna respuesta obrera en un leve cacareo.

Una huelga sectorial, y más una huelga general, precisa de una preparación minuciosa que o bien, no se ha realizado o los encargados de llevarla a buen puerto no tenían los conocimientos suficientes para esta tarea.

Recurramos al socorrido “cambiar el chip”. Unos trabajadores que han venido recibiendo imputs durante los últimos años hasta hace prácticamente unos días en el sentido de que el actual gobierno era el gobierno de los trabajadores, falso por otra parte, radicalmente falso. Que han asistido a defensas cerradas y silencios en torno a gravísimos sucesos como el incremento brutal del paro “a la espera de tiempos mejores” o de los “brotes verdes”. Que han percibido algo parecido, cierto o no, a que unas hipotéticas condiciones de amistad prevalecieran sobre lo que debiera de haber sido un cometido ineludible.

Si. Ha sido el clásico abrazo del oso que ha dejado sin argumentos para lucha a los sindicatos. Han sido esos procesos de ósmosis de las diferentes cúpulas; sindicales, socialistas, gubernativas. Ha sido la interminable mesa del diálogo social, útil instrumento, pero al mismo tiempo abusivo instrumento que ha dejado una sensación, no siempre justa, de compadreo, cambio de cromos y obtención de dinero para “programas”.

Ayer hablábamos del cambio del modelo y algo más… en la izquierda y hoy, conviene señalar cuáles son los errores en los que hemos incurrido en materia sindical. Digo en el que hemos incurrido por que en mi caso, no puedo obviar la parte de responsabilidad que haya podido tener en este estado de cosas, menor que el de otros desde luego, pero responsabilidad al fin y al cabo, no puedo mirar hacia otro lado y olvidar que esa ha sido mi actividad durante muchos años y que conjugué algunos años, con la política.

Era de esperar el fracaso de la huelga en la función pública. Se estima que hay más de 90.000 liberados sindicales en la función pública. Liberados que sólo en una muy mínima parte aparecen por sus centros de trabajo. No olvidemos que las estructuras territoriales de ambos sindicatos esta constituida en casi un 50% por liberados sindicales procedentes de la función pública. Todo esto ha sido consentido por las direcciones sindicales y que al igual que en el campo político se juega ahí con un delicado sistema de transacciones según el cual, cada cabeza de ratón manda en su particular cueva sin que el de arriba salvo cuestiones mayores, pase por ese reducto particular. Esa manga ancha ha oxidado, como decía antes, el alma y las armas. Los sistemas de gratificación, el dar liberados, dirigidos casi siempre por una sola persona, el secretario de organización regional o sectorial, puede llegar a tener el poder de sacar del tajo a quinientos o seiscientos trabajadores y hacer delegados sindicales sin otro mérito que el de caer bien al que lo designa, ahí no funciona la elección por los compañeros, esa es una decisión central en orden a "mantener la coherencia y disciplina".

Muchos delegados sin alma sindical y sin conocimiento suficiente, han adquirido una responsabilidad en la que muestran su mas que notoria incapacidad para ser llevada dignamente. Muchos de estos delegados, en algunos ámbitos, son simplemente, odiados. A esto debería de haberse puesto remedio hace mucho tiempo pero las confederaciones y ese respeto extremo por las federaciones el laissez faire; Yo a lo mío y tu a lo tuyo, de las relaciones internas de las organizaciones sindicales ha destrozado la disciplina y el culto al trabajo sindical necesario para mantener inviolables las fronteras a la agresión de los bárbaros (gobiernos inducidos y el capital).

Esta crisis amenaza con dejar al movimiento obrero y a la izquierda política en un rincón del que les costará mucho tiempo salir. Tanto en un ámbito como en el otro es algo ganado a pulso.

Los sindicatos se encuentran al igual que el PSOE en una encrucijada, ya lo hemos dicho antes en otros posts. Tenían razones para resistirse en la convocatoria de jornadas de lucha, huelgas sectoriales o huelgas generales porque ellos, mejor que nadie, sabían de la preparación de su ejército.

Los días de vino y rosa, los placeres fáciles, la vida acomodaticia crea adicción. Es el engordar para morir. Recordar valores del pasado, releer El Quijote cuando ese pobre hombre velaba sus armas en el patio de la venta como preparación para su campaña a favor de los débiles y necesitados, o la preparación de los gladiadores o guerreros en la noche previa al combate y la batalla no tenían un correlato similar en la actividad sindical.

Nadie puede ni debiera felicitarse por el fracaso sindical de ayer. Nadie gana con el fracaso de ayer. Menos aún el PSOE. La primera huelga general contra González, la del 14-D que fue masiva, el gobierno rectificó y González ganó las siguientes elecciones. Si, eran otras condiciones, estaba la peseta y no el euro, pero eso para el método de saneamiento ni da ni quita.

El fracaso de ayer quiere decir que los funcionarios, los trabajadores en general, han dejado de creer en los sindicatos como garantes de sus derechos, que según las encuestas tampoco creen en su gobierno y eso, solo quiere decir que su factura, no hay duda de que pasaran factura, será presentada en la fecha en que se celebre las próximas elecciones. El trabajador golpeado en su salario, en su empleo, en su pensión, en sus condiciones laborales solo tiene una salida y seguramente esa no será la que esperan alguno, la del mal menor, no, seguramente no será esa. Castigará y en ese castigo todo un trabajo de décadas caerá como un castillo de naipes.

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