Fue allá por Febrero del año pasado cuando la crisis económica dejaba ya ver su impacto mientras que las valoraciones que de ella se hacían en el exterior sobre su alcance y consecuencias eran aquí minimizadas por unos o utilizadas en sentido contrario por los otros y todo ello en función de la campaña electoral de las elecciones legislativas en la que nos encontrábamos.
No pongo en cuestión lo que cada cual hacía en aquél momento, los que aumentaban sus efectos porque era beneficioso para sus expectativas electorales y los que la negaban porque podían perjudicar esas expectativas. Al fin y al cabo era un debate político hecho por políticos en un contexto donde la verdad suele brillar por su ausencia; El de la campaña electoral.
Posterioriormente mucho se ha hablado y escrito sobre la negativa del presidente Zapatero a reconocer que nos hallábamos en crisis, mucho más se ha comentado si hubiese convenido o no su reconocimiento y la consiguiente implementación de medidas para reducir sus efectos. Personalmente creo que con la finalidad de mitigar el impacto de la crisis nada que se hubiese añadido habría resultado ya que la solución real implicaba tanto entonces como ahora la utilización de políticas más complejas, de la concertación internacional y polítcas durables en el tiempo pero en ningún caso simples parches que es lo máximo que hubiera podido realizarse en aquel tiempo.
El reconocer que nos encontrábamos en crisis tendría un valor que habría que encuadrar en el campo de la ética del gobernante. Pero sabido es que los cementerios políticos están repletos de confesiones tempranas. Políticamente quizá no era conveniente reconocer que ya se estaba en crisis y por ello se utilizó como versión oficial el eufemismo de ralentización del crecimiento que tanto juego ha venido a dar posteriormente.Pero no quiero comentar en este escrito cual fue el comportamiento político en aquél período quiero hacerlo en cambio sobre la traslación de este debate a los sindicatos.
La lectura política de la crisis/ralentización de entonces consistía en que la crisis afectaba básicamente al sector de la construcción debido a la caída de la demanda por altos precios y una sobreoferta de viviendas. El reajuste de mercado en el sector ya en esa época, inicios del 2008, estaba teniendo lugar. Las medidas correctoras que desde las administraciones públicas se iban a producir eran el fomento del plan de viviendas protegidas y relanzamiento del plan de infraestructuras.
Este discurso fue trasladado miméticamente a los sindicatos por parte de los responsables de los respectivos gabinetes económicos. Más, los debates que tuvieron lugar en los ámbitos de discusión sindicales no daba más de sí. El evidente conformismo con el análisis realizado en los ámbitos políticos no mereció grandes debates entre los cuadros, hasta el punto que dirigentes de federaciones y uniones sin llegar a someter a una profunda reflexión esta lectura la daban como buena. En el previo al VI Comité Confederal de la UGT el Secretario de Acción Sindical hablaba de políticas para combatir la desaceleración económica e insistía en las medidas consabidas de rebaja de los tipos de interés por parte del BCE, cambio de modelo de crecimiento, incremento del gasto social para sectores en riesgo de exclusión, fomento de la formación y potenciar la I+D+I entre otras. Las resoluciones del VI Comité Confederal de la UGT insisten en lo mismo. Lo emitido por CCOO en aquella época tampoco tomaba en su justa dimensión la profundidad de la crisis, insistiendo en medidas similares a las solicitadas por UGT.
Llama la atención la situación de impasse en la que se encuentran las organizaciones sindicales. Por supuesto no voy a reclamar desde aquí como hace la derecha la convocatoria de una huelga general contra el gobierno Zapatero, ni es el momento, ni existe una causa que la provoque. Las huelgas generales anteriores no han sido llevadas a cabo por la crisis del momento sino porque la salida de la crisis implicaba recortes para los trabajadores y eso en este momento no ocurre. Ahora bien, habría que formularse las siguientes preguntas porque son las que están gravitando en la sociedad en estos momentos y porque son numerosos los trabajadores los que se la vienen haciendo: ¿cabe hacer algo más por parte de los sindicatos en el contexto actual?, ¿no dan los sindicatos la sensación de parálisis ante la cantidad de trabajadores que acuden diariamente a certificar ante las oficinas del INEM su condición de parados?. Creo que sí. Cabe algo más.
Soy de aquellos que en la situación actual siente una especie de vértigo, la sensación de no tapar una grieta que se abre a gran velocidad. Ni siquiera el autoconvencerme de que soy una persona jubilada que no tiene ya responsabilidad sindical alguna me salva.
Destaquemos algo que es fundamental para este análisis. Hay de modo claro dos vertientes; Una que es puramente orgánica que afecta a la continuidad de un modelo sindical que precisa de un corpus suficiente de afiliados y en el que cualquier actuación que se pueda llevar a cabo tiene una repercusión organizativa que implicaría de actuar en un sentido u otro, riesgos para su continuidad y solvencia. En definitiva este modelo podría quedar en entredicho si los niveles de paro siguen aumentando al ritmo que lo viene haciendo. La segunda obedece en la práctica a la esencia del porqué y para qué somos sindicalistas. O mejor dicho porqué se necesitan los sindicatos y para qué precisamos los sindicatos.
Vamos a seguir un orden inverso a lo expuesto, detenernos primeramente en la esencia del porqué se necesitan los sindicatos y para que se precisan.
Veamos, en la práctica reciente los sindicatos venían a ser, gracias a las políticas europeas de interlocución social trasladadas a España, de diálogo y en algunos casos de concertación, tenía como resultado final el que el sindicato fuera considerado básicamente como una instancia colaboradora en la gestión de riesgos aunque menos, a la experiencia me remito, en la solución de las crisis.
De este modo podemos expresarnos en cuanto a una serie de acontecimientos y políticas aunque en realidad no influimos en lo esencial por ejemplo en los presupuestos.
Nuestras actuaciones han tenido y tienen que ver con un ejercicio constante de ayuda al sostenimiento del sistema, colaborando en caso de riesgo en la corrección de las desigualdades y tratando de salvar en la “medida de lo posible” a colectivos que se veían abocados a la exclusión. Durante todo este período los sindicatos han actuado a nivel macro en este tipo de políticas mientras que en las trincheras de las empresas las secciones sindicales y delegados basaban su gestión en el mantenimiento del poder adquisitivo. Esta fragmentación por funciones de la acción sindical; macro y micro se resolvía con una actuación sindical en el plano de la empresa reivindicativo, que llegado el caso de confrontación radical y exigencia solía ser reconducido hacia niveles “tolerables” homogeneizando de este modo la acción sindical en el marco de las federaciones mediante convenios de sector, industria o rama, negando u obviando posibilidades mayores de mejora en función de la marcha de las empresas. Es decir no se establecían los mínimos a negociar sino que se daban por cerrado ya los máximos mediante la concertación federativa salvo en los casos de convenio de empresa en los que hubiese una sección sindical fuerte que podía permitirse mejoras adicionales que no afectaban sustancialmente a lo recomendado en el marco general.
En cuanto al nivel macro o lo que es lo mismo las políticas de concertación llevadas a cabo por las Confederaciones y Uniones se han dado una característica común que abordaremos ya en una segunda entrega.
Continuara.
No pongo en cuestión lo que cada cual hacía en aquél momento, los que aumentaban sus efectos porque era beneficioso para sus expectativas electorales y los que la negaban porque podían perjudicar esas expectativas. Al fin y al cabo era un debate político hecho por políticos en un contexto donde la verdad suele brillar por su ausencia; El de la campaña electoral.
Posterioriormente mucho se ha hablado y escrito sobre la negativa del presidente Zapatero a reconocer que nos hallábamos en crisis, mucho más se ha comentado si hubiese convenido o no su reconocimiento y la consiguiente implementación de medidas para reducir sus efectos. Personalmente creo que con la finalidad de mitigar el impacto de la crisis nada que se hubiese añadido habría resultado ya que la solución real implicaba tanto entonces como ahora la utilización de políticas más complejas, de la concertación internacional y polítcas durables en el tiempo pero en ningún caso simples parches que es lo máximo que hubiera podido realizarse en aquel tiempo.
El reconocer que nos encontrábamos en crisis tendría un valor que habría que encuadrar en el campo de la ética del gobernante. Pero sabido es que los cementerios políticos están repletos de confesiones tempranas. Políticamente quizá no era conveniente reconocer que ya se estaba en crisis y por ello se utilizó como versión oficial el eufemismo de ralentización del crecimiento que tanto juego ha venido a dar posteriormente.Pero no quiero comentar en este escrito cual fue el comportamiento político en aquél período quiero hacerlo en cambio sobre la traslación de este debate a los sindicatos.
La lectura política de la crisis/ralentización de entonces consistía en que la crisis afectaba básicamente al sector de la construcción debido a la caída de la demanda por altos precios y una sobreoferta de viviendas. El reajuste de mercado en el sector ya en esa época, inicios del 2008, estaba teniendo lugar. Las medidas correctoras que desde las administraciones públicas se iban a producir eran el fomento del plan de viviendas protegidas y relanzamiento del plan de infraestructuras.
Este discurso fue trasladado miméticamente a los sindicatos por parte de los responsables de los respectivos gabinetes económicos. Más, los debates que tuvieron lugar en los ámbitos de discusión sindicales no daba más de sí. El evidente conformismo con el análisis realizado en los ámbitos políticos no mereció grandes debates entre los cuadros, hasta el punto que dirigentes de federaciones y uniones sin llegar a someter a una profunda reflexión esta lectura la daban como buena. En el previo al VI Comité Confederal de la UGT el Secretario de Acción Sindical hablaba de políticas para combatir la desaceleración económica e insistía en las medidas consabidas de rebaja de los tipos de interés por parte del BCE, cambio de modelo de crecimiento, incremento del gasto social para sectores en riesgo de exclusión, fomento de la formación y potenciar la I+D+I entre otras. Las resoluciones del VI Comité Confederal de la UGT insisten en lo mismo. Lo emitido por CCOO en aquella época tampoco tomaba en su justa dimensión la profundidad de la crisis, insistiendo en medidas similares a las solicitadas por UGT.
Llama la atención la situación de impasse en la que se encuentran las organizaciones sindicales. Por supuesto no voy a reclamar desde aquí como hace la derecha la convocatoria de una huelga general contra el gobierno Zapatero, ni es el momento, ni existe una causa que la provoque. Las huelgas generales anteriores no han sido llevadas a cabo por la crisis del momento sino porque la salida de la crisis implicaba recortes para los trabajadores y eso en este momento no ocurre. Ahora bien, habría que formularse las siguientes preguntas porque son las que están gravitando en la sociedad en estos momentos y porque son numerosos los trabajadores los que se la vienen haciendo: ¿cabe hacer algo más por parte de los sindicatos en el contexto actual?, ¿no dan los sindicatos la sensación de parálisis ante la cantidad de trabajadores que acuden diariamente a certificar ante las oficinas del INEM su condición de parados?. Creo que sí. Cabe algo más.
Soy de aquellos que en la situación actual siente una especie de vértigo, la sensación de no tapar una grieta que se abre a gran velocidad. Ni siquiera el autoconvencerme de que soy una persona jubilada que no tiene ya responsabilidad sindical alguna me salva.
Destaquemos algo que es fundamental para este análisis. Hay de modo claro dos vertientes; Una que es puramente orgánica que afecta a la continuidad de un modelo sindical que precisa de un corpus suficiente de afiliados y en el que cualquier actuación que se pueda llevar a cabo tiene una repercusión organizativa que implicaría de actuar en un sentido u otro, riesgos para su continuidad y solvencia. En definitiva este modelo podría quedar en entredicho si los niveles de paro siguen aumentando al ritmo que lo viene haciendo. La segunda obedece en la práctica a la esencia del porqué y para qué somos sindicalistas. O mejor dicho porqué se necesitan los sindicatos y para qué precisamos los sindicatos.
Vamos a seguir un orden inverso a lo expuesto, detenernos primeramente en la esencia del porqué se necesitan los sindicatos y para que se precisan.
Veamos, en la práctica reciente los sindicatos venían a ser, gracias a las políticas europeas de interlocución social trasladadas a España, de diálogo y en algunos casos de concertación, tenía como resultado final el que el sindicato fuera considerado básicamente como una instancia colaboradora en la gestión de riesgos aunque menos, a la experiencia me remito, en la solución de las crisis.
De este modo podemos expresarnos en cuanto a una serie de acontecimientos y políticas aunque en realidad no influimos en lo esencial por ejemplo en los presupuestos.
Nuestras actuaciones han tenido y tienen que ver con un ejercicio constante de ayuda al sostenimiento del sistema, colaborando en caso de riesgo en la corrección de las desigualdades y tratando de salvar en la “medida de lo posible” a colectivos que se veían abocados a la exclusión. Durante todo este período los sindicatos han actuado a nivel macro en este tipo de políticas mientras que en las trincheras de las empresas las secciones sindicales y delegados basaban su gestión en el mantenimiento del poder adquisitivo. Esta fragmentación por funciones de la acción sindical; macro y micro se resolvía con una actuación sindical en el plano de la empresa reivindicativo, que llegado el caso de confrontación radical y exigencia solía ser reconducido hacia niveles “tolerables” homogeneizando de este modo la acción sindical en el marco de las federaciones mediante convenios de sector, industria o rama, negando u obviando posibilidades mayores de mejora en función de la marcha de las empresas. Es decir no se establecían los mínimos a negociar sino que se daban por cerrado ya los máximos mediante la concertación federativa salvo en los casos de convenio de empresa en los que hubiese una sección sindical fuerte que podía permitirse mejoras adicionales que no afectaban sustancialmente a lo recomendado en el marco general.
En cuanto al nivel macro o lo que es lo mismo las políticas de concertación llevadas a cabo por las Confederaciones y Uniones se han dado una característica común que abordaremos ya en una segunda entrega.
Continuara.
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